Raigambre

La memoria borrada (I): El León de San Leonardo

IGLESIA DE SAN LEONARDO

IGLESIA DE SAN LEONARDO / E. F. (Archivo)

Gustavo Rubio Pérez (*)

No muy lejos de las aceñas sobre el Duero de "Peniella" (Pinilla) en torno a las iglesias de Santo Tomé, Santa Lucía y San Leonardo (y a las que más tarde se añadirán Santa María de la Horta y la desaparecida San Julián del Mercado) se conformó a partir del siglo XI, y gracias a los beneficios que les otorgó su propio fuero sancionado en tiempos de Alfonso VI de León, la denominada "Puebla del Valle", barrio eminentemente comercial y cuyos principales moradores fueron judíos, moriscos, y mercaderes cristianos. Sin embargo, si hoy uno se acerca hasta las inmediaciones de la antigua parroquia de San Leonardo, comprobará que nada puede hacernos presagiar la riqueza y vitalidad que tuvo en el pasado, más bien todo lo contrario, siendo éste uno de los ejemplos más notables del desprecio y la sustracción patrimonial que se han perpetrado por estas latitudes zamoranas del Reino de León.

Será a comienzos del siglo XX cuando el destino de San Leonardo quedará marcado para siempre con la aparición de un anticuario llamado Fernando Martínez. Fernando, cuyo origen hemos de situarlo en la población castellana de Medina de Rioseco, había vislumbrado el potencial de esta iglesia de los barrios bajos zamoranos, que en aquellos momentos ya presentaba un estado de abandono bastante importante, pues de hecho llegó a emplearse como carbonería durante más de 40 años. Y es que a pesar de la ruina que presentaba ya entonces, el templo albergaba varias joyas escultóricas del románico zamorano: un relieve de una leona (s. XII), otro de una Virgen con el Niño (s. XIV-XV), un altar (s. XII) y un grupo escultórico con un León como principal protagonista (s. XII), siendo este último la única talla de la que tenemos constancia de su paradero en nuestros días y sobre la cual centraremos el presente artículo.

Martínez negoció con las autoridades eclesiásticas semurensis la adquisición completa de la iglesia por la considerable suma para aquel entonces de 6.000 pesetas, cerrándose el acuerdo con el episcopado en 1913 después de que éste solicitara permiso al papado para proceder a la venta del templo. Pocos años más tarde, en 1917, el León de Judá de San Leonardo pasaría a formar parte de la colección del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (MET) donde desde entonces es admirado por miles de visitantes cada año, exhibiéndose en un contexto completamente diferente al primigenio, y por tanto desconectado de su significado original y su comunidad de origen.

Grupo escultórico de San Leonardo de Zamora actualmente ubicado en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York

Grupo escultórico de San Leonardo de Zamora actualmente ubicado en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York / G. R. P.

El mencionado relieve en piedra de la iglesia de San Leonardo es una impresionante representación de la lucha entre el bien y el mal, protagonizada por el León de la tribu de Judá, que simbolizaría a Cristo, mientras que la Vieja Serpiente que está atrapada entre sus garras, representaría al Diablo. Además, la escultura incluye escenas de la Coronación de la Virgen (en la parte superior izquierda) la liberación de prisioneros por parte de San Leonardo de Aquitania, patrón de los presos (en la parte superior derecha), y dos arpías con sus cuellos entrelazados (pájaros con cabeza humana sitos en la parte central-derecha) que bien podrían representar a un Adán y una Eva observando la milenaria lucha que su primer pecado habría provocado.

Influencia "franca" en el románico de Zamora

La importancia histórica y artística de este relieve del siglo XII, no puede subestimarse pues conserva gran parte de su color original y muestra la gran influencia de la escultura románica francesa en Zamora, donde incluso, y como ya hemos mencionado en otras ocasiones, hubo una numerosa población franca tal y como atestigua la impronta dejada en nuestro callejero a través de la denominación de calles como la "Rúa de los Francos".

En lo formal el relieve presenta similitudes en sus características generales con la tumba de la iglesia una vez templaria de La Magdalena, y también guarda estrechas reminiscencias con las marquesinas de las estatuas de la imponente portada de la Catedral de Ciudad Rodrigo. Las figuras exhiben proporciones compactas y un tratamiento peculiar de los pliegues de los ropajes, que nos remiten a la escuela de Auvernia, especialmente a los capiteles de Notre Dame du Port en Clermont-Ferrand. El diseño de hojas que adorna la arcada, la cornisa y la base se inspiran en las formas clásicas de las hojas de acanto, diseño ampliamente difundido por todo el sur de Francia (Auvernia y Poitou).

Es evidente que la historia de este relieve leonino y de la propia Iglesia de San Leonardo son un recordatorio sombrío de las consecuencias del expolio y la negligencia en la conservación del patrimonio histórico. Y es que, como ya hemos señalado anteriormente, lamentablemente desconocemos el paradero actual de varias de las obras escultóricas del templo (aunque sabemos que éstas se encontraban presentes en él a comienzos del siglo pasado) sin embargo, resulta igualmente triste que el León de Judá objeto de estas líneas, y en pleno siglo XXI, lo tengamos descontextualizado a miles de kilómetros de nuestra geografía. ¿Acaso no sería plausible traerlo de vuelta?

Si a todo ello sumamos que el que un día fuera el contenedor de todas estas obras, la iglesia de San Leonardo, así como todo su entorno, se encuentren sumidos en un deplorable estado de abandono y dejadez, como zamoranos, habría de avergonzarnos profundamente. Valga que en nuestros días el inmueble sea de propiedad privada, pero ello no debería ir en detrimento de que tanto el actual propietario como nuestros representantes públicos del consistorio zamorano y de la Junta de Castilla y de León, vuelvan a poner en valor este bien cultural, pues apostar por la preservación de nuestra memoria colectiva y de nuestro patrimonio es la mejor manera de garantizar la continuidad identitaria y la diversidad dentro de un mundo cada vez más globalizado y homogeneizador, y sin duda es el mejor acto de amor que podemos hacer hacia nuestras raíces y hacia las generaciones que vendrán después de nosotros.

(*) Colectivo Ciudadanos Región Leonesa

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