Fallece a los 104 años el zamorano Antonio Cuesta, un virtuoso del laúd

Nació en Castroverde de Campos, pero ingresó de forma voluntaria poco antes de cumplir el siglo de vida en una residencia de Villalpando

Antonio Cuesta tocando el laud en su habitación de la residencia de Villalpando.

Antonio Cuesta tocando el laud en su habitación de la residencia de Villalpando. / A. B.

En tan solo dos semanas, Antonio Cuesta, habría cumplido 105 años y su ilusión era que el coro de Castroverde de Campos, que dirige su hijo, Jesús Cuesta, estrenara una canción que había compuesto e inspirada en el Lago de Sanabria.

Antonio Cuesta ha fallecido este sábado con 104 años de edad, un zamorano nacido en Castroverde de Campos que, hasta los últimos días de su larga vida, ha conservado una envidiable agilidad metal y una gran vitalidad.

Cuesta ingresó voluntariamente poco antes de alcanzar el siglo de edad en la residencia Fundación La Inmaculada de Villalpando y, en su habitación, guardaba un laúd que tocaba con virtuosismo, aunque su tiempo libre también lo ocupaba en elaborar maquetas artesanales con las que recreaba construcciones típicas de Tierra de Campos, tales como los tradicionales palomares de la comarca o la Puerta Villa de Villapando.

En su juventud se formó para ser fraile. En el seminario aprendió a tocar el armonio, algo que le sirvió más tarde para ser el organista de la iglesia de Castroverde. El laúd lo aprendió a tocar "de oreja" viendo a su hermano mayor, lo que demuestra un talento innato para la música.

Terminó su formación religiosa con los franciscanos en Herbón (A Coruña), pero antes de ordenarse los frailes le desahuciaron del monasterio por haber contraído la tuberculosis. En la enfermedad quizás tuvo que ver la mala alimentación. Cuando volvió a Castroverde estalló la Guerra Civil y él estaba en edad militar, pero se libró de ir al frente porque debido a la enfermedad y al hambre no pesaba ni 50 kilos.

Al tallarle en Zamora le declararon "inútil temporal", y tenía que ir a pasar revisión médica cada tres meses a Villalpando, a 15 kilómetros de casa, distancia que recorría a pie. En esos tiempos de guerra tuvo que aprender el oficio de panadero para ayudar en el negocio familiar. A los 30 años se casó con María Luisa Salado y, tras ahorrar con mucho esfuerzo, el matrimonio pudo alquilar una casa en Castroverde y montar una tienda en la planta baja.

Él mismo fabricó el mostrador y las estanterías para el género, e ideó una estrategia original de marketing. En un momento dado se fue a Bilbao a aprender a reparar relojes, cosa que siguió haciendo en la tienda de Castroverde, pero acabó dejándolo por falta de tiempo. Su mujer estaba ocupada criando a los hijos y cuidando al ganado, y él tenía que atender a los clientes que entraban cada poco a comprar algo. Más tarde compatibilizaría su oficio de tendero con el de cristalero.

Durante muchos años puso ventanas y persianas en todas las casas de Castroverde, Bolaños de Campos y Barcial de la Loma.  A pesar de tantos trabajos, también tenía tiempo de divertirse, sobre todo con la música. Tocar y cantar con sus amigos era una de sus pasiones, y llegó a fundar un a rondalla con compañeros como Quico, Eutiquio, Galo y Demetrio.

Cuando fue un poco mayor se dedicó a la huerta, mano a mano con su esposa y gran amor, en un antiguo tejar que compraron junto a la estación abandonada del "tren burra" en Castroverde. Antonio Cuesta ha fallecido este sábado, pero deja una huella imborrable en todas aquellas personas con las que compartió episodios de una vida repleta de vitalidad e ilusión por seguir aprendiendo.