Entrevista | Roberto González-Quevedo Escritor

"Me interesa buscar la estética de una lengua minoritaria como la asturleonesa"

"Sobre un documento histórico recogido en Zamora, construyo una novela que refleja ideas alrededor del amor y el erotismo"

Roberto González-Quevedo, en Zamora.
| |  EMILIO FRAILE

Roberto González-Quevedo, en Zamora. | | EMILIO FRAILE / B. Blanco García

Beatriz Blanco García

Beatriz Blanco García

"Las monxas candongas de Zamora ya los flaires l.libertinos" es la última novela de Roberto González-Quevedo, firme defensor de la lengua asturleonesa, que presenta hoy sábado su obra —inspirada en un suceso no comprobado en la ciudad a finales del siglo XIII— en el Museo Etnográfico de Castilla y León (12.30 horas)

–Viene a presentar su libro a una ciudad protagonista de la génesis de la historia que narra en su última novela. ¿Cómo llegó el documento histórico de las monjas de Dueñas a sus manos?

–No soy historiador, pero como filólogo existe un documento de Américo Castro, publicado a principios del siglo XX, donde se analiza ese documento de la Zamora de finales del siglo XIII, donde se relatan los conflictos entre las monjas del monasterio de Nuestra Señora de las Dueñas y el obispo. Una parte de esas religiosas estaba muy cercana ideológicamente a los dominicos, porque era una orden emergente y más abierta. Ese grupo más aperturista, que quería dejar entrar en el convento a estos frailes, tuvo problemas con la madre superiora y, a raíz de ahí, se desarrollaron una serie de procesos, incluso judiciales, con la acusación de que esas monjas tenían conductas vergonzosas y libertinas, algo que es muy posible que fueran acusaciones falsas.

–¿Qué supuso la existencia de este grupo tan transgresor de religiosas para la época?

–Tenían una mentalidad que también se extendió por el resto de Europa, las llamaban beatas, mujeres muy independientes, más cercanas a las seglares, que algunos historiadores las definen incluso como un precedente del feminismo.

–¿Hasta qué punto es importante este documento en su novela?

–Mi libro no tiene rigor histórico, solo aproveché lo jugoso del relato, con algunos párrafos eróticos y detalles tan interesantes como que existía incluso travestismo, con intercambio de hábitos entre frailes y monjas. Aproveché eso para construir una pequeña novela en la que trato de reflejar ciertas ideas sobre el amor y el erotismo, temas que estudié como filólogo y antropólogo. Pero, en este caso concreto, me centré en lo literario, perfilando distintos aspectos de ambos ámbitos. De todas maneras, aunque me gustó una vez terminado, me quedé un poco inquieto, porque parecía estar dando pábulo a algo que quizá fuera falso. Así que, junto a la historia de ficción, incluí un apéndice con el contexto histórico y esos documentos, por si alguien quisiera profundizar en esos hechos. El libro es una ficción literaria, pero con esa contextualización.

–Ese apéndice, ¿se puede considerar como una acto de justicia?

–Efectivamente, para aclarar que esa ficción está basada en unos documentos que pueden ser falsos. Recupero esa posibilidad de que, como en el resto de Europa, en España también pudo haber mujeres de buena posición económica que querían ser independientes de la iglesia y tenían una ideas diferentes a las tradicionales en esa época.

–También hay otra protagonista zamorana en esta obra, esa sirena que está grabada en piedra en una iglesia de la capital.

–Conozco muy bien Zamora y ese capitel de la iglesia de San Claudio. Ahí arranca la ficción: un día la sirena abandona la piedra del capitel y se lanza al río, comenzando unas horas de convulsión amorosa y erótica en toda la ciudad, no solo en el monasterio de las Dueñas, al otro lado del río. Dibujo cómo el amor se lanza en diferentes formas, prevaleciendo el amor cortés, pero también otras más oscuras como el sadismo, los eunucos o el mencionado travestismo. De todo eso hablo en el plano de la ficción y además en asturleonés.

ROBERTO GONZALEZ-QUEVEDO

ROBERTO GONZALEZ-QUEVEDO / EMILIO FRAILE

–¿No es muy arriesgado hacerlo en esta lengua?

–El primer libro que escribí en asturleonés fue ya casi hace cuarenta años, así que lo más arriesgado fue al principio (risas). Sobre todo en León y en Asturias, pero también en Zamora, hay un público al que le interesa esta lengua, así que siempre me compensó escribir desde poesía hasta narrativa, aunque, evidentemente, nunca voy a tener un "best seller". Sin embargo, me interesa la búsqueda de la estética, pero aún más buscar la estética de una lengua minoritaria. Todo esto lo hago por el único motivo del placer propio, aunque es cierto que también pienso en un público que existe e interactúa conmigo.

–¿Cuál es su interés particular por fomentar esta lengua?

–A mí me interesa potenciar el asturleonés occidental, el que se habla en el occidente de Asturias, León y Zamora y que se parecen entre ellos. Ya decía Menéndez Pidal, el primer estudioso de todo esto, que le llamaba la atención cómo había una gran unidad desde Asturias hasta casi Extremadura. Además, aunque ya existen obras literarias en esta lengua de diversos temas, faltaba novela erótica y así se amplía un poco la temática, para demostrar que con esta pequeña lengua minoritaria, pero que todavía se conserva con cierto vigor, aunque en ambientes más bien rurales, se pueda hablar de novela negra, poesía lírica, novela humorística e incluso literatura erótica, para alcanzar una madurez. Aunque el factor fundamental es que me gusta hacerlo, hay militancia lingüística, interés histórico, pero si escribes, es porque te llama algo dentro.

Algunos historiadores definen a las monjas beatas como precedentes del feminismo

–¿Defiende más el asturleonés desde su formación como filólogo o como antropólogo?

–Realmente es porque nací en Palacios del Sil, en el norte de León, pegando con Asturias, y es lo que oía en mi casa, por eso lo tengo tan interiorizado. Cuando empecé a estudiar filosofía por la rama de antropología, descubrí también la cultura y me di cuenta de que iban muy unidas. La forma de llamar a las cosas va unida a las costumbres y a la estructura social. Después, cuando profundicé en la cuestión lingüística, llevado por lo que yo oía solo en casa, empecé con ese estudio, mezcla de defender aquello para que no se pierda. Encontré un vehículo de expresión literaria propio, se fue uniendo y a todo eso se debe que me dedique a estas cosas, que para muchos será algo extraño, pero que a mí me gusta, como a tantos otros.

–¿Estas lenguas minoritarias siguen siendo importantes para la cultura de un país?

–Recuerdo que de muy pequeño, cuando tuvimos que emigrar, parecía que me encontraba en otro mundo, no solo por el paisaje, sino también por el humor o determinadas palabras. Eso queda ahí latente y, cuando llegué a la universidad, me despertó el interés por el estudio primero y luego por la recreación de ese mundo. Y me alegro de haber tomado esa decisión.

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