Un rótulo de Zamora con peso histórico
Zamora Patrimonio Gráfico insta al dueño del local comercial Lucio Astudillo a conservar el letrero del establecimiento por su singularidad
Lleva tantas décadas adornando la calle Renova desde lo alto que es normal que pase casi desapercibido para los zamoranos, "pero si desaparece, se va a echar de menos", advierte Javier García Martín, autor del proyecto Zamora Patrimonio Gráfico y miembro de la Red Ibérica en Defensa del Patrimonio Gráfico, a quien no le han pasado inadvertidas las obras que se están realizando desde hace varias semanas en la antigua sombrerería Lucio Astudillo para darle otra vida a este local comercial.
Lo que todavía no se ha tocado es el letrero que con cuidada caligrafía exhibe el nombre del viejo negocio, que permanece cerrado hace ya casi una década, desde 2015. Realizado con la técnica tradicional del cristal y el polvo de oro por la empresa Cristalerías Zamorana, "este tipo de elementos son memoria e identidad de nuestras ciudades", considera.
No dejar perder el patrimonio
Este argumento sentimental de peso cada vez más relevante es el que le ha empujado a dirigirse por carta al dueño del establecimiento, instándole a que no deje que ese rótulo y todo lo que significa para la ciudad se pierda. "Desde la Red Ibérica en Defensa del Patrimonio Gráfico le invitamos a mantenerlo en la fachada, como elemento singular que dota al inmueble de un valor y belleza adicional y demuestra la sensibilidad de la propiedad hacia la historia de la ciudad", invita, añadiendo que esta medida de protección "cumpliría hasta las últimas consecuencias la obligación reflejada en el Plan Especial del Conjunto Histórico Artístico de Zamora, que para este edificio solicita la restitución de materiales, texturas y composición originales en la planta baja", recuerda García Martín.
Desconocedor del nuevo uso de este local tras las obras —ya sea un edificio de viviendas o un nuevo establecimiento comercial—, si el mantenimiento del rótulo en su lugar original fuera inviable por este cambio, otra opción que se podría barajar sería incluirlo en la parte interior. "No sería la primera vez que, por ejemplo, una promoción de viviendas construida en un edificio con algún rótulo interesante le concede un espacio en la zona del portal", señala. Es decir, que esa pieza de cristal pudiera pasar a formar parte de la decoración del interior, añadiéndole valor extra a esta infraestructura.
Todavía le quedaría al dueño del local original una tercera vía —si la exposición externa o interna del letrero de Lucio Astudillo no encajara con las exigencias del nuevo edificio— y esta sería la cesión del rótulo a alguna entidad para su conservación, ya fuera el Ayuntamiento de Zamora o el propio Museo Etnográfico de Castilla y León, para su catalogación e inventariado de cara a poder ser empleada en futuras exposiciones. "La opción de destruirlo no habría que tenerla nunca en cuenta", confía con esperanza.
Almacén en Toledo
"La Red Ibérica en Defensa del Patrimonio Gráfico cuenta con un almacén en Toledo, a nivel nacional, así que también podría depositarse allí, pero eso significaría que acabara lejos de Zamora. Es mejor que pueda estar en el lugar original o, al menos, en la propia ciudad, a través de algún convenio", considera el promotor de esta solicitud. "Se trata de uno de los pocos rótulos originales que quedan en la ciudad, realizado por una empresa zamorana y con una técnica artesanal que trabajaba con oro", destaca sobre este letrero.
Historia del edificio
El edificio que ocupaba el local de Lucio Astudillo data de 1923, cuando la sombrerería pertenecía a las hijas de Hernández, un negocio que se fundó en ese establecimiento en 1854. Se trataba de una obra del arquitecto Antonio García Sánchez-Blanco, junto con el decorador Federico de Nicolás, el maestro de obras Bonifacio Gato y el carpintero señor Linacero. "El protagonismo del edificio se lo llevó el local comercial, que ocupaba toda la planta baja, sacrificando el portal, así que a los pisos superiores, vivienda de la familia, se accedía directamente desde la trastienda", explica García Martín.
Ya en su día, en la prensa de la época se destacó de este edificio el ser "un conjunto armónico y elegante por su sencillez", reseñando también la novedad de la época de disponer de dos escaparates, "uno para la sección de lujo y otro para la sección económica", explica. Cuando Casa Hernández se trasladó en 1952 a la calle San Torcuato, Casa Lucio Astudillo —que se encontraba en el local contiguo, el actual Redondel— tan solo tuvo que mudarse a escasos metros.
"Hay que concienciar sobre la importancia del patrimonio gráfico en las ciudades y no lamentar futuras pérdidas", confía Javier García Martín para finalizar.
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