Muere Pedro Santos Tuda, el decano de los pintores zamoranos

El artista, residente en Madrid, ha fallecido a los 101 años de edad

Fue el alma mater de la Escuela de Arte de Zamora

Pedro Santos Tuda

Pedro Santos Tuda

A. A.

El maestro zamorano Pedro Santos Tuda ha fallecido este domingo a los 101 años de edad. El mundo del arte llora la pérdida de este gran artista, con gran dedicación a la docencia, decano de los pintores zamoranos e impulsor de la Escuela de Arte de Zamora desde el colectivo 'Aceña Cultural'.

"Es muy difícil que sin su clara posición esta Escuela hubiera sido posible", recuerda Antonio Pedrero. Santos Tuda era pintor, catedrático retirado y figura esencial para comprender el origen y transformación de las escuelas de arte, puesto que fue asesor del Ministerio de Educación en las décadas de los 70 y 80, cuando se modificaron los planes educativos de las escuelas de artes y oficios.

En esa época fue precisamente cuando se creó la Escuela de Artes Plásticas y Oficios Artísticos de Zamora, antes a pasar a su nomenclatura actual. Y en su creación fue crucial la labor del zamorano, natural de Sobradillo de Palomares.

Pedro Santos Tuda estudió en la Escuela superior de Bellas Artes de San Fernando en Madrid y en 1950 obtuvo la plaza de catedrático de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid.

Es licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y miembro de honor de la fundación «Amigos del Museo del Prado».

Pedro Santos Tuda sopla las velas de su 100 cumpleaños en 2022.

Pedro Santos Tuda sopla las velas de su 100 cumpleaños en 2022.

«En 1964 se realizó la primera gestión, aunque sin resultados positivos. No fue hasta septiembre de 1982 cuando tras mucho trabajo se logró su creación, pero había que buscar un lugar que sirviera de sede», explicaba Pedro Santos Tuda a este diario en 2013. El artista medió desde su puesto como director de la Escuela Central de Artes y Oficios de Madrid para la creación de los estudios en su ciudad natal, «a la que venía muy a menudo y con la que tenía un compromiso especial para la creación de la Escuela», según sus propias palabras.

En 2020, los fundadores de la Escuela de Arte de Zamora en los años ochenta se reunieron para recordar un proyecto que hoy goza de excelente salud. En aquella ocasión, el artista Pedro Santos Tuda regresó a la ciudad para reunirse con Antonio Pedrero, Tomás Crespo Rivera y Ricardo Flecha.

Reunión en 2020 de los fundadores de la Escuela de Artes.

Fundadores de la Escuela de Arte de Zamora, reunidos en 2020.

Además, Santos Tuda donó al espacio educativo una de sus creaciones: un cuadro de grandes dimensiones y tonos ocres con una vista antigua del puente de Piedra, cuando todavía conservaba las torres a cada uno de sus lados, decoradas por la Gobierna y el Peromato.

Cuadro de Santos Tuda

Cuadro de Santos Tuda

El Palacio del Cordón era el lugar que tenían en mente para la instauración de la Escuela de Artes, «pero el Ayuntamiento tardó casi un año en remitir la documentación al Ministerio de Educación y para entonces el palacio estaba a punto de ser la sede del Museo Provincial, así que finalmente fue la Diputación la que se hizo cargo de apoyar el proyecto y de darle una sede, que fue la antigua sede de la institución, y que también albergó el Conservatorio Municipal», recordaba en una ocasión Alfonso Bartolomé, primer director de la Escuela, que asumió el cargo durante más de una década. Finalmente, la sede pasó de la antigua Diputación al Castillo y de ahí al edificio de la Escuela de Magisterio.

Pedro Santos Tuda

Pedro Santos Tuda

Retrato de un pintor olvidado

El 6 de febrero de 2022, el historiador José-Andrés Casquero dedicaba un amplio reportaje a Santos Tuda en el Dominical del periódico —bajo el título 'Anatomía de un pintor centenario: Pedro Santos Tuda, el último mohicano'— que pasamos a reproducir a continuación:

Anatomía de un pintor centenario: Pedro Santos Tuda, el último mohicano

Pido disculpas si el título de este artículo puede parecer irreverente o gamberro, pero creo sirve para recordar al último de los pintores zamoranos vivos de una generación ya desaparecida – Laperal, Castilviejo, Huelmo – , aunque el personaje nada tenga que ver con la popular novela de James Fenimore Cooper, que muchos conocerán por la exitosa película de Michael Mann, protagonizada por Eric Schweig y Madeleine Stowe. Aunque conozco y he tratado a Pedro Santos Tuda, debo confesar que ha sido empeño de Inés Gutiérrez Carbajal que escriba este borrón, que también en parte ha salido de su libro “Pintura del siglo XX en Zamora” (2005), a donde han de acudir los interesados en conocer la vida y obra del artista nacido en Sobradillo de Palomares, que anteayer cumplió cien años. Si cumplir años nos hace invisibles, figurar en la galería de los centenarios más aún, de ahí que también sea un pintor olvidado, al que estas pocas líneas, a buen seguro, no le harán justicia. No obstante su origen rural, Santos Tuda se crio en Zamora, a donde se vino su familia a vivir siendo aún niño, y aquí hizo sus estudios primarios y el bachillerato.

Su afición y dotes para el dibujo se manifestaron precozmente, y ya jovencito pudo exponer sus primeros trabajos, que le aventuraban un futuro prometedor como pintor. Pero no basta con que te guste pintar y te acompañe ese don, es necesario además formarse. Más o menos esto fue lo que debió decirle su profesor de dibujo, Francisco Pérez Lozao, y aconsejarle de paso hacerlo en la Escuela de la Academia de San Fernando, en donde estudia con la ayuda de una pensión de la Diputación Provincial. Y lo hizo con disciplina y aprovechamiento, además de tener excelentes profesores, como Manuel Benedito, Eduardo Chicharro, Daniel Vázquez Díaz, Eugenio Hermoso, y otros. Fueron aquellos años de una entrega febril a su vocación, estudiando, pintado, exponiendo y participando en muestras y certámenes, con los que consigue sus primeros encargos y premios.

Termina sus estudios en San Fernando en 1950, licenciándose además en Bellas Artes por la Universidad Complutense, con la vista puesta en la docencia. En 1950, oposita y obtiene plaza de profesor de dibujo lineal y perspectiva en la Escuela Central de Artes y Oficios de Madrid, donde desarrolla toda su carrera docente, que llega hasta 1987. En ella, además de ejercer como profesor de término, ocupó entre otros los cargos de secretario, subdirector y director. Buen conocedor del universo educativo y currículo de su especialidad ha sido un fiel defensor de la dignidad y utilidad de las enseñanzas de artes, contribuyendo a su reforma y actualización. Su asesoramiento y consejo jugaría también un destacado papel en la creación de la Escuela de Artes de Zamora.

Por suerte sus responsabilidades y dedicación a la enseñanza no le apartaron de la pintura. De joven plasmó en dibujos y acuarelas, lo más singular del paisaje urbano de Zamora, y el de su pueblo natal, donde pasaba los veranos, con sus abuelos. Aunque ya por entonces hizo algunas incursiones en el retrato, su residencia en Madrid y las frecuentes vistas al Museo del Prado añadieron a sus gustos pictóricos la especialidad de copista, que constituye una de las facetas más singulares de su trayectoria. Y a ella le debe la realización de algunos trabajos para el Colegio Pontificio Español en Roma.

Artista de su generación, formado en las mimbres de la pintura clásica, y por tanto alejado de las vanguardias, su obra es fruto de un aprendizaje riguroso, tanto académico, como técnico, que comporta una praxis poco menos que artesana (en su día llegó a preparar el mismo los colores). No es extraño pues que sus referentes y consecuentes estén en la escuela española: Velázquez, Goya, Ribera, también en el gran Caravaggio, y en otros artistas más cercanos, como Gutiérrez Solana o sus maestros Chicharro y Vázquez Díaz. Aunque no supone una revolución en su manera de concebir y ejecutar la pintura, un viaje a Francia, para conocer y compartir experiencias pedagógicas con la Escuela de Artes Decorativas de París, le llevan a interesarse por el Impresionismo, del que le atrae el tratamiento de la luz. Aprovecha también la ocasión para acudir al Museo del Louvre, también como copista, en esta ocasión del pintor romántico Anne-Louis Girodet (1767-1824).

Nada tiene de extraño por tanto que toda su obra sea figurativa, además de descansar sobre pilares asimismo clásicos: dibujo del natural, depurada técnica compositiva y afán de perfeccionismo, a fin de dejarla acabada. Incluso los pocos elementos modernos que incorpora, especialmente el trata- miento de la luz y el color, se supeditarán también a ese mismo patrón.

Esta pulida formación le ha llevado a tocar todos los palos, afrontando técnicas y temáticas diversas, ya sean dibujos, acuarelas y óleos, o retratos, paisajes y bodegones. El resultado es una pintura amable y equilibrada, cuya contemplación deleite. Ya hemos hablado de sus inicios, a los que siguió una etapa, en la que experimenta con el color, con predilección por los tonos azulados, para fluctuar luego entre el paisaje y los retratos. En este último género su pintura alcanza especial relevancia, y resume de alguna manera su acrisolado oficio, no solo por reproducir con fidelidad lo que ve, sino también lo que el personaje entraña.

Hace unos días el filósofo inglés John Sellar recordaba en una entrevista, publicada en un periódico nacional, una famosa cita de Epicuro: “hay que vivir y pasar desapercibido”, que pareciera estar hecha para Santos Tuda, ya que refleja meridianamente su personalidad, caracterizada por una vida callada, alejada del ruido y de las poses extravagantes de la profesión, si bien centrada y ocupada en formar lo mejor posible a los futuros artistas o amantes del arte, con seriedad, serenidad y sencillez.

De ahí que sus cuadros evoquen el sosiego de la música que Manuel Balboa compuso para la película de El Abuelo – adaptación de la novela de Galdós - de José Luis Garci. También el mundo en el que nació y creció Pedro Santos Tuda, al igual que el del viejo conde de Albrit, ya no existe, aunque aún tenga la dicha de ser un superviviente, el último mohicano de su generación. Un abrazo y ¡Feliz cumpleaños!