El adiós a toda una vida en el Mercado de Abastos de Zamora

Industriales en edad de jubilación que llevan desde niños en la plaza cuentan sus impresiones sobre el traslado

Mercado de Abastos de Zamora, en sus últimos días antes de la reforma

Mercado de Abastos de Zamora, en sus últimos días antes de la reforma / ANA BURRIEZA

Si los pilares de fundición y las cristaleras del Mercado de Abastos hablaran tendrían muchas historias que contar. Ciento veinte años dan para mucho, y el cumpleaños que dentro de trece días celebra el emblemático ejemplo de arquitectura ecléctica de hierro de Zamora va a coincidir con la marcha de industriales que llevan toda su vida en ese emplazamiento.

Allí, crecieron, trabajando desde adolescentes, como era costumbre entonces, y ahora, aunque han llegado a la edad de jubilación, aún se resisten a colgar el mandil y aguantan cada mañana al frente de su puesto, siempre con una sonrisa.

Pero estos días, tras esa cara sonriente hay en todos ellos un poso de tristeza y una melancolía por lo que van a dejar atrás.

La gran reforma del edificio de Segundo Viloria les va a arrancar parte de su alma, al igual que los operarios encargados de la mudanza han arrancado ya algunas de las cámaras frigoríficas y vitrinas. El traslado a la carpa de la Marina, donde encontrarán cobijo comercial durante casi dos años, se lleva a cabo de forma pausada desde hace cuatro semanas, como si costara decir adiós, como en las grandes despedidas.

Los veteranos del mercado son a buen seguro a los que más duro se les va a hacer el último día de trabajo porque van a dejar tras de sí toda una vida tras los ahora vetustos mostradores.

Tres de los veteranos del Mercado de Abastos de Zamora.

Tres de los veteranos del Mercado de Abastos de Zamora. / LOZ

Tres de los que pueden ocupar el podio de veteranía, Ángel, María Antonia y Pilar, cuentan sus impresiones ante un adiós que los dos primeros confían en que sea un hasta luego, porque pese a su edad se sienten con ganas y ánimo para seguir y volver algún día a ocupar su puesto, pero ya en un flamante y reluciente mercado. Sin embargo Pilar sabe que su marcha ya es definitiva porque la saga familiar continuará el negocio, pero fuera de la casa de la que es su familia sentimental, los "Abastos".

Los tres tienen en común que mamaron desde bien pequeños lo que es la actividad del que es el centro comercial más antiguo de la ciudad, con sus 120 años.

Sus padres también fueron industriales y ellos les dieron el relevo generacional.

Todos ellos coinciden también en admitir que la gran remodelación a la que se someterá el edificio de Segundo Viloria era muy necesaria. No tienen dudas de que va a ser para bien, para dar una nueva vida a la que ha sido su casa durante décadas.

Pilar Moralejo, en su puesto del Mercado de Abastos

Pilar Moralejo, en su puesto del Mercado de Abastos / ANA BURRIEZA

Pilar Moralejo, carnicera, más de 50 años en el puesto

Pilar Moralejo ha mamado el Mercado de Abastos desde pequeña. Su abuela ya tuvo un puesto exterior y su padre siguió con el negocio, ya dentro del mercado. El que ahora lleva su nombre le ha acompañado las mañanas de los días laborables durante cerca de medio siglo. En él ayudaba a la familia, cuando se casó se dio un paréntesis, pero luego volvió para seguir al frente del negocio hasta ahora.

Reconoce que el adiós le da mucha pena e incluso se le escapa alguna lágrima cuando lo cuenta. No en vano, ella sabe a ciencia cierta que no volverá a ponerse detrás de ese mostrador y ni siquiera acompañará al resto de industriales a la carpa de la Marina.

Dirá adiós a tres generaciones familiares en el Mercado de Abastos. Su hija, que cogerá las riendas del negocio, ha optado por trasladar la carnicería a un local comercial en el edificio de la Marina, no muy lejos de donde estarán el resto de industriales provisionalmente.

Pese a ello, Pilar Moralejo admite que es una ferviente defensora de los Mercados de Abastos pero que la decadencia del actual viene de lejos, ya que llevan casi veinte años sin renovar las licencias, desde 2005.

María Antonia Morán, frente al puesto de toda su vida

María Antonia Morán, frente al puesto de toda su vida / ANA BURRIEZA

María Antonia Morán, frutera: 62 años en el puesto

Ha sido la primera en bajar la persiana antes del traslado, ya que una lesión en la mano y no tener a quien le sustituya le ha llevado a echar el cierre por anticipado y no cree que reciba el alta antes del cambio de ubicación.

Reconoce que la incertidumbre de la fecha del traslado ha hecho que "esto se va muriendo aún más lentamente todavía, pero todo llegará". También mantiene dudas sobre cómo les va a ir en la carpa de la Marina porque "son cosas nuevas" y siempre queda la inquietud de si todo va a estar acondicionado correctamente o si la clientela responde y sigue fiel. Lo que tiene claro es que la reforma va a ser positiva porque hará "que esté esto en condiciones y sea bonito cuando entres".

Recuerda que lleva en el Mercado desde niña, ya 62 años, cuando el puesto de Frutas y Encurtidos Mari lo tenían sus padres. Al igual que el suyo hay más puestos que han pasado de padres a hijos. "Somos la familia y uno más", bromea al respecto. El mercado es su segunda casa (si no la primera) y junto con el resto de industriales asentados en el centenario centro comercial constituyen también una gran familia.

Ángel Domínguez, el "decano" de los industriales de la plaza

Ángel Domínguez, el "decano" de los industriales de la plaza / ANA BURRIEZA

Ángel Domínguez, carnicero, 64 años tras el mostrador

Ángel Domínguez puede considerarse el decano del Mercado de Abastos. Era todavía casi un niño cuando, con trece años, comenzó ayudando en el puesto de su padre y desde entonces únicamente ha hecho dos descansos en su vida laboral en el edificio de Segundo Viloria: la primera para hacer el servicio militar, que entonces era obligatorio; y la segunda, una semana de vacaciones para celebrar la luna de miel tras casarse.

De eso hace ya cinco décadas y la semana de descanso que se verá obligado a tomar de forma inminente con motivo del traslado al emplazamiento provisional del mercado serán técnicamente sus segundas vacaciones. "Mientras tenga salud seguiré, moriré con las botas puestas", bromea este industrial, que indica que "si estás a gusto, nada es criticable", en referencia a que haya prolongado su vida laboral más allá de la edad de jubilación.

Recuerda además que su padre estuvo en el Mercado de Abastos desde 1949 y él le acompañó en el puesto hasta que se casó y se puso por su cuenta en otro de los mostradores. Desde entonces, hace 53 años, nadie le ha movido de su puesto, hasta que en los próximos días se veo obligado a irse a la carpa de la Marina.

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