La "caja de tesoros" de la plaza de Santa Lucía de Zamora celebra sus bodas de plata

La sede del Museo Provincial en la plaza de Santa Lucía cumple sus bodas de plata aumentando su patrimonio arqueológico, pictórico y escultórico

El grupo escultórico «Nerón y Séneca», de Eduardo Barrón, una de las piezas más significativas del Museo de Zamora. | Jose Luis Fernández

El grupo escultórico «Nerón y Séneca», de Eduardo Barrón, una de las piezas más significativas del Museo de Zamora. | Jose Luis Fernández / B. Blanco García

Beatriz Blanco García

Beatriz Blanco García

"Hoy es un gran día para Zamora", sentenciaba la por entonces ministra de Cultura, Esperanza Aguirre, aquel 28 de julio de 1998, cuando se acercó a la capital a inaugurar la nueva sede del Museo de Zamora, en un moderno edificio construido junto al Palacio del Cordón. Pocos detalles sabría la política madrileña de las vicisitudes que se habían superado para lograr esta nueva ubicación, que llevaba la firma de los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Mansilla. Quien sí lo recuerda casi como si fuera ayer es la directora del museo, Rosario García Rozas, quien llegó a Zamora en mayo de 1986 y no vio este sueño cumplido hasta doce años después.

Esperada inauguración

Han pasado 25 años de aquella esperada inauguración y el museo no se ha quedado anclado, ni mucho menos, en el ayer —a pesar de que sus piezas solo hacen que recordarlo y también recordar a los zamoranos sus orígenes—, sino que cumple con el doble objetivo de seguir enriqueciendo su patrimonio y abrirse a los visitantes con propuestas de lo más variopintas, desde conferencias hasta talleres, pasando por visitas guiadas o exposiciones de artistas actuales consagrados.

Rosario García, entre los arquitectos Mansilla (izq.) y Tuñón. | Emilio Fraile

Rosario García, entre los arquitectos Mansilla (izq.) y Tuñón. | Emilio Fraile / B. Blanco García

"Hemos sido muy respetuosos tanto con el edificio como con la instalación museográfica", advierte la directora del museo, quien reconoce que las vitrinas son las mismas que hace 25 años, "pero quien vuelve a visitarnos puede descubrir muchas nuevas aportaciones, tanto arqueológicas como del terreno de las Bellas Artes", invita. En esta lista que no para de crecer, destaca García Rozas una de las últimas, llegada a Zamora el pasado octubre.

Piezas de renombre

Se trata de la tabla central del retablo de la capilla de Juan de Vega, perteneciente a la iglesia de Santa María de la Horta, y que, hasta la fecha, estaba en el Museo de León. También se acuerda la directora de otra tabla que pertenece al museo hace ya casi dos décadas, la de El Descendimiento, una pieza realmente valiosa en la colección, que estaba en el Museo del Prado y que, originariamente, pertenecía al monasterio de San Jerónimo.

La tabla de San Antonio de Padua, una de las últimas adquisiciones. | E. F.

La tabla de San Antonio de Padua, una de las últimas adquisiciones. | E. F. / B. Blanco García

Agradece por tanto García Rozas todas estas aportaciones, algunas llegadas incluso de particulares, que enriquecen la colección.

José María Mezquita, en la inauguración de una reciente exposición. | J. L. F.

José María Mezquita, en la inauguración de una reciente exposición. | J. L. F. / B. Blanco García

Las primeras salas del museo —que recorren desde la Prehistoria hasta el mundo romano o medieval— también han ido creciendo. "Todas las aportaciones de la arqueología urbana han venido al museo y han ido nutriendo nuestras colecciones", asegura, apuntando ejemplos como los campaniformes de Villafáfila o la amplia colección de cerámica andalusíde la propia ciudad.

Arqueología en la provincia

"También ha habido excavaciones en el castro de El Castillón de Santa Eulalia de Tábara y en Rabanales", enumera la directora. "Se continúa con investigaciones arqueológicas en la actualidad, que siguen aportando piezas, para completar nuestra colección. Siempre hay sitio para nuevas piezas", añade.

La tabla de «El descendimiento», una joya del museo. | Emilio Fraile

La tabla de «El descendimiento», una joya del museo. | Emilio Fraile / B. Blanco García

A pesar de este marcado carácter histórico para comprender el pasado de la provincia, las salas del Museo de Zamora también dan cabida a exposiciones con temáticas y técnicas totalmente diferentes, por lo que su sala temporal sorprende con pintura, escultura e incluso fotografía. Y con nombres más que conocidos, como ha sido una de las últimas propuestas, dedicada al pintor zamorano José María Mezquita.

Visita al almacén del museo, en la iglesia de Santa Lucía. | Ana Burrieza

Visita al almacén del museo, en la iglesia de Santa Lucía. | Ana Burrieza / B. Blanco García

Otra de las zonas que siempre tiene una buena respuesta del público cuando se abren sus puertas es el almacén visitable de Santa Lucía, donde se pueden descubrir las piezas de mayor tamaño, como bustos o lápidas funerarias.

El artista José Luis Alonso Coomonte, en un taller infantil. | Emilio Fraile

El artista José Luis Alonso Coomonte, en un taller infantil. | Emilio Fraile / B. Blanco García

Y, por supuesto, el museo está abierto a conferencias, talleres infantiles o conciertos, como el que precisamente se celebró este viernes para conmemorar estos 25 años de arte zamorano, con la actuación de Ensemble Semura Sonora. Un museo abierto a la población para seguir aprendiendo juntos del pasado y con un gran futuro por delante.

Concierto ofrecido en el patio interior del Museo de Zamora. | J. F.

Concierto ofrecido en el patio interior del Museo de Zamora. | J. F. / B. Blanco García

Dos décadas de espera

En octubre de 1974 se cerraba el Museo Provincial de Bellas Artes de Zamora, ubicado en el convento de las Marinas. En agosto de 1975 se demolía ese edificio de la calle Santa Clara para construir la delegación de Hacienda, no sin quejas de parte de la sociedad ante la decisión de la administración y la dimisión del director del museo. Las obras se trasladaron provisionalmente a la iglesia de La Encarnación y de allí se reubicaron en la iglesia de Santa Lucía, ya en diciembre de 1989. Tres años después había llegado a la ciudad como nueva directora Rosario García Rozas, quien tuvo que esperar hasta julio de 1998 para ver el edificio actual del Museo de Zamora hecho realidad. "Fueron unos cuantos años y bastantes avatares", reconoce.

Obras para acondicionar la zona junto Palacio del Cordón como nueva sede del Museo de Zamora. | LOZ

Obras para acondicionar la zona junto Palacio del Cordón como nueva sede del Museo de Zamora. | LOZ / B. Blanco García

"Había un proyecto inicial, pero no fraguó, varias empresas quebraron por distintos problemas y se interrumpieron las obras. Fue complicado hacer borrón y cuenta nueva", resume. Pero llegó el proyecto estrella, después de que el Ministerio de Cultura encargara varios estudios directores. Se le adjudicó el reto a los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Mansilla y se retomaron los trabajos, que duraron de 1993 a 1995, para dar como resultado final un edificio que ha recibido varios premios de arquitectura. Mientras tanto, se había acondicionado una instalación provisional "donde se exhibían una serie de obras que habían ingresado tras el cierre del museo en 1974 hasta la fecha, además de tener una pequeña sala dedicada al propio proyecto del nuevo museo, con una maqueta que todavía conservamos y unos cuantos planos y paneles que explicaba las obras que se estaban ejecutando", relata García Rozas.

Entrada del Museo de Zamora, tras su inauguración.

Entrada del Museo de Zamora, tras su inauguración. / LOZ

Aunque, definitivamente, las obras concluyeron en 1996, comenzaba entonces otra ardua labor, la del proceso de montaje y acondicionamiento interior del edificio, que duró hasta poco antes de su inauguración en julio de 1998. "Cuando se trasladaron los fondos a la iglesia de Santa Lucía, ya empezaron a practicarse corrientes de la nueva museografía, como era el tema de los almacenes visitables. Así que la iglesia se acondicionó para que albergara los fondos y se pudieran mostrar al público", detalla la directora, quien destaca los grandes atriles de madera que todavía resisten, soportando las grandes piezas de piedra. Una corriente que ha permanecido en el museo y que le otorga un sello particular que convence y triunfa.

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