Opinión

Todo el mundo se queja

No faltan ni los que se hallan a disgusto con su suerte, que es puro azar

Imagen euro incertidumbre

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Aquí casi todo el mundo se queja, hay que oírlos, lo que sería prueba visible de disconformidad o malestar social. Aparentemente parece que no es por vicio. Así, los parados de larga duración se lamentan en voz baja de que no encuentren trabajo duradero, a la vez que los ocupados protestan por el escaso tiempo de descanso y de ocio. Los ricos se duelen de la disminución de ganancias (no engordan lo suficiente), pero los pobres dicen que el exiguo jornal no les dura nada en los bolsillos, como si estuvieran rotos. Los intermediarios, comisionistas que median a su (propio) favor, levantan la voz porque se estrecha el margen de beneficios y los labradores levantan la vista a lo alto por la pertinaz sequía que dará paso al temporal de lluvias. Siempre pisando charcos.

En otros campos o terrenos, abonados a la demanda, los poetas se afligen quejumbrosos por la falta de lectores, los pacientes porque los hospitales ya no son hospitalarios, los curas porque muy pocos se acercan con sus cuitas y atribulada conciencia a los confesionarios, los profesores porque no les dejan ser maestros, los sindicalistas porque las subvenciones oficiales son escasísimas y eso atenta contra la dignidad humana, los más listos porque tienen que tratar con los más negados, los políticos porque no quieren ser esclavos de sus palabras, los asesores y consejeros porque merecían otros puestos (acordes con su valía). Más: los cerrados de mente no entienden que su manera de pensar no les entre en la cabeza a los otros y los sectarios, por su parte, claman contra el fanatismo de los otros, Un momento: los jóvenes, ¿qué? Que no encuentran modelos ni estímulos, pero les piden experiencia y valores... Los tibios, en su sitio, no se mojan. Equidistantes. Solo hablan de las actuaciones de los árbitros anti-caseros y de los impuestos municipales. Los indiferentes por naturaleza hacen como si nada les importara. Y no escasean las esposas, por lo que tengo oído, que reclaman a los maridos que les prestan atención. ¿O es al revés? El repertorio no acaba aquí. Existen más casos, que no se citan para no fatigar al lector.

Los ricos se duelen de la disminución de ganancias (no engordan lo suficiente), pero los pobres dicen que el exiguo jornal no les dura nada en los bolsillos, como si estuvieran rotos

Miras hacia atrás, con curiosidad, sin ira, a ver qué sucedía en otros tiempos, en los de nuestros antepasados, y compruebas en los viejos papeles que hay una asentada tradición, que ocurría algo similar, aunque se mantenía la fe en la Semana Santa y en la acreditada picaresca. Sucedía, por lo visto, que la gente exteriorizaba menos el malestar. El pueblo llano era muy sufrido. Se le inculcaba el amén en casa nada más nacer, ¿y qué iban a hacer? Obedecer. Por costumbre o por imposición, aunque la cosa iba por dentro. Si vas un poco más lejos, la memoria retiene, porque lo leyó en algún sitio, aquel quevedesco "No he de callar por más que con el dedo, / ya tocando la boca o ya la frente, / silencio avises o amenaces miedo". Eso está bien, pero había que tener ganas y fortaleza para atenerse a las consecuencias.

Los gobiernos de cualquier pelaje, de aquí y de allá, también se quejan. Incluso de los gobernados (además de la oposición, que nunca colabora). Quizá porque, en algunos momentos, la ciudadanía no aprecia su gestión con objetividad. Así, salvo unos cuantos, sin definir (indolentes, pasotas y similares), aquí casi todo el mundo se queja por unas cosas o por otras, con estos o con aquellos motivos o intereses. No faltan ni los que se hallan a disgusto con su suerte, que es puro azar. Pero pocos se preguntan cuánto hay de razón en el descontento expresado.

Casi todo el mundo… Hay alguna excepción. Existe un territorio fronterizo, rayano con el ensimismamiento, donde la sociedad, sin nervio o con mucho cansancio acumulado, no va más allá de los argumentos sentimentales, y, así, poco se hace por salir de la noche del pasado (despoblación y envejecimiento, para empezar). Camina hacia el futuro con los ojos clavados en la tierra. Sin abrir la boca.

La vida tiene estas cosas. Pero la nostalgia solo es el color desvaído del recuerdo de lo perdido.

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