Opinión

Tan alto…o tan bajo

La afrenta, en su variedad de formas, da una amplia información sobre el emisor

Ilustración sobre insultos en redes sociales

Ilustración sobre insultos en redes sociales

León Felipe no se equivocaba. "¿Por qué habla tan alto el español?", se preguntaba el tabarés. El tono, bien levantado. Daba sus razones. Un defecto, para él, "viejo" y "de raza". Entonces. Hoy, posiblemente, reformularía sus palabras. Tal vez se expresase así, o de parecida manera: ¿Por qué insulta (o descalifica) tan alto el español? Con ardor antiguo. Siempre encuentra más motivos para vociferar que para dialogar en busca de entendimiento. En hemiciclos, tribunas, círculos, salones, estrados y otros púlpitos laicos, así como en tertulias, asambleas varias, corrillos, baretos y, por lo visto y escuchado, otros espacios de convivencia o coincidencia. ¿La ciudadanía se hace la sorda o acaba contagiándose de tal ambiente?

Como si la palabra gruesa fuera un argumento de fuerza, como si el dicterio representara un acto de fortaleza o valentía. La voz crispada, hiriente y a veces grosera, solo habla de la zafia tosquedad del individuo (o del grupo). De una forma de miseria, al menos intelectual. La argumentación de peso, reflexionada o juiciosa, aún en las grandes disidencias, no denuesta. La razón, ahí está su poder, no agravia.

El «insultador», digámoslo así, ya sea sanguíneo o frío, es un tipo de agresor que degrada la relación moral establecida entre los integrantes de una colectividad

La afrenta, en su variedad de formas (no las citemos por estética), da una amplia información sobre el emisor: su fanatismo, su ruda violencia verbal, su prepotencia, su dogmatismo, su dificultad para la coexistencia. Acaso su odio. En cualquier ámbito. ¿Se queda a gusto con su actitud agresiva, su atavismo renacido, su maloliente palabro? Las visiones y posturas divergentes, incluso encontradas, sobre cualquier cuestión, no deben conducir al menosprecio del otro o de los otros. Si solo nos fijamos en las diferencias, mal asunto. Eso encamina a posicionamientos maximalistas o excluyentes.

Qué sociedad tan pobre esa que consiente, y en algunas ocasiones jalea con ganas, la ofensa. Porque el "insultador", digámoslo así, ya sea sanguíneo o frío, es un tipo de agresor que degrada la relación moral establecida entre los integrantes de una colectividad. ¿Por qué se levanta tanto la voz? En las plazas, en los estadios deportivos, en los platós de televisión, en los clubes de esto o de lo otro. ¿Para que la oigan bien? Es muy posible, sin embargo, que esa misma voz enmudezca, indiferente o sumisa, ante el atropello o la injusticia al prójimo... Parece que se trata de un grave problema para la armonía social. No es el mejor ejemplo, o legado, que se ofrece a los jóvenes.

Está presente en todos los grupos, en todos los tiempos, se dirá como atenuante. Ya. Como viene de lejos importa menos la dignidad del otro. Estamos acostumbrados, ¿es eso? Por lo general, el infamador (¿con perdón?) ofende y se muestra, desde cierto primitivismo, ufano de su acción. "Ja, ja… Le dije de todo. Qué soba", debe decirse. ¿Qué diferencia el ruido o alboroto actual, que puede enrarecer la convivencia, del existente en otras épocas? Para empezar, su alta intensidad. Está ampliamente recogido en las hemerotecas, en las Redes Sociales, en las videotecas. A un paso, a un clic. No hay "borrado". Y, para continuar, su fuerte carga de animadversión.

Escasea la palabra discrepante que habla desde el respeto. No se valora lo suficiente la actitud (y la capacidad) de escuchar, la predisposición o generosidad en la búsqueda de avenencia. Hay días que, se mire donde se mire, ésta parece una tierra de cóleras, de furia que embiste ciega, de arrebatos, de fieras hostilidades, donde siempre hay un español que insulta con inmensa pasión, obeso de adrenalina, que puede empezar por la ofensa por antonomasia, ahí está él, buen hijo, y terminar no se sabe cómo, porque la retahíla siempre es larga, grasosa, sucia.

Tan alto… ¿O tan bajo, tan bajo? Deja rastro. Al menos, que rebajen los decibelios.

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