Hoy conocemos... Castro de Sanabria

Destaca la iglesia de San Isidoro, construida en el 1576

Imagen de la Virgen de la Vega

Imagen de la Virgen de la Vega / Javier Sainz

Javier Sainz

Cercano a Puebla, aunque perteneciente al ayuntamiento de Cobreros, el pueblo de Castro de Sanabria se acomoda dentro de un recogido valle, rodeado de lomas que lo aíslan de entorno circundante. A escasos cientos de metros de sus casas cruzan la carretera N-525 y la autovía de las Rías Bajas. Junto a esas vías de comunicación funciona un área de servicio muy frecuentada, dependiente en parte de Puebla, bien conectada con ella. Dispone de gasolinera, restaurantes, hotel, talleres, naves industriales…, que agregan una pujante actividad económica. No obstante, los inconvenientes del intenso tráfico, con su fragor, no alteran el sosiego local, protegido de ellos tras la barrera orográfica señalada.

Al parecer el nombre local procede de un hipotético asentamiento fortificado de la Edad del Hierro, denominado Los Castros, situado sobre un cerro que se alza al mediodía del casco urbano. Existe en su cima un escarpe rocoso que pudo servir de barrera defensiva en su costado septentrional, pero hubo de necesitar muralla en los otros laterales. De esos supuestos bastiones en nuestros tiempos no se aprecia resto alguno. Sí perdura una tradición que señala que allá arriba se asentó primeramente el pueblo, habiéndose trasladado posteriormente a la vaguada actual, más resguardada y accesible.

Sobre su historia, el primer documento conocido en el que se menciona la localidad está datado en el año 1103. En esa fecha un personaje denominado Jimeno Mudarráfez, nieto de Mudarrafe Garcíez, dona al monasterio de San Martín de Castañeda diversos bienes ubicados en los pueblos de la zona, incluyéndose una “corte” en Castro. Otra nueva cita, también relacionada con Castañeda, aparece en el 1181.

Castro de Sanabria ( Sanabria)

Iglesia de Castro de Sanabria. / Javier Sainz

El casco urbano se forma con tres distritos bien definidos, separados por fincas y sotos arbóreos. De ellos, probablemente el más antiguo sea el Barrio de la Iglesia, presidido por el templo parroquial. Más extenso y populoso se nos presenta el de Calle Real, que tiene como eje la vía así rotulada. A su vez, más moderno, como su nombre ya lo afirma, es el Barrio Nuevo, emplazado hacia el oriente, al otro lado del arroyo. En general se conservan numerosas casas tradicionales que exhiben los caracteres propios de la arquitectura de la comarca. Están construidas de piedra, granito mayormente, con techumbres de pizarra y balcones tendidos todo a lo largo de las fachadas. A ellas se les unen numerosas viviendas nuevas, de buena calidad, que agregan unas sensaciones de modernidad y pujanza muy positivas.

Como en tantos otros sitios, el monumento local más destacado es sin duda su iglesia, la cual tiene como titular a San Isidoro. Posee una cabecera cuadrada, sólida y potente, provista de recios contrafuertes en sus esquinas. A ella se adosa una corta nave con la espadaña de dos vanos erguida sobre el muro de poniente. Observando detalles, en el medio de la fachada oriental existe una cartela, con una cruz en altorrelieve en el medio. En ella se indica el momento de su construcción y quien regía la parroquia en esos momentos. La utilización de diversas abreviaturas, los distintos tamaños de las letras, complican en gran medida la comprensión de lo allí escrito, por lo que no es segura la lectura que fuimos capaces de hacer. Aún así, parece ser que se construyó en el año 1576, siendo rector Petro Espada.

Castro de Sanabria ( Sanabria)

Río Tera en Castro de Sanabria. / Javier Sainz

Dando la vuelta al edificio, dentro de un nicho o arco ciego existente en la base del campanario, se exhibe una atractiva escultura pétrea representando a la Reina de los Cielos, conocida como Virgen de la Vega. Sobre ella se afirma que antaño presidió una ermita que se ubicó hacia el sur, en los solares denominados Prado de la Virgen. Señalan también que aquel oratorio fue la parroquia del lugar primitivo, el que se asentó en Los Castros. Ese templo perdió esa categoría inicial al trasladarse la población al enclave donde se halla. Al parecer, se arruinó en el siglo XIX, para terminar por desaparecer totalmente. La señalada escultura mariana presenta a la Madre de Dios en pie, con sus manos recogidas por delante del pecho y con una corona imperial sobre su cabeza. Viste túnica y manto de mucho volumen, con plegados bien marcados. En conjunto emana una delicada ingenuidad, un intenso encanto.

Tras penetrar en los recintos internos, vemos que la nave se cubre con una armadura sencilla de madera, contando el presbiterio con una magnífica bóveda de crucería estrellada. Sus claves aparecen rellenas de tallas ornamentales, realzadas con policromía. Vemos así al sol, un par de estrellas, la paloma del Espíritu Santo, las llaves de San Pedro y florones de diversos diseños. Descuella el retablo principal, barroco, muy suntuoso, provisto de columnas salomónicas y complejos estípites, además de profusa hojarasca y cortinones figurados. Del mismo estilo es el precioso sagrario que ocupa su centro en la parte inferior. Arriba del todo, preside los espacios la imagen del arzobispo sevillano, el santo patrón. Completan la dotación escultórica dos retablos laterales, más sencillos. Pieza destacada es la pila bautismal, un gran cuenco de granito ornado en su exterior con una veintena de gallones y una franja de arquitos en su zona alta. Es pieza gótica, probablemente del siglo XV, bien cincelada.

Castro de Sanabria ( Sanabria)

Interior de la iglesia de Castro de Sanabria. / Javier Sainz

Si caminamos ahora por la larga y sinuosa calle Real, encontramos numerosas casas tradicionales, animadas con largos balcones. A su vez, en una espacie de encrucijada o plazuela existente en su centro hallamos uno de los cruceros más hermosos de todos los existentes en nuestras tierras. Además resulta bastante antiguo, ya que está fechado en 1784. Como base posee un par de escalones y un sólido podio. Sobre él se yergue un esbelto pilar poligonal, monolítico, decorado con estrías diversas, de unos dos metros de alto, coronado por complejas molduras que hacen las veces de capitel. Arriba se yergue el habitual signo cristiano en el que se cincelaron la corona de espinas, los clavos y la cartela del INRI, aparte de una especie de recuadro donde suponemos se colocó algún azulejo o talla con la supuesta imagen, ahora perdida. Aunque ciertos estudiosos lo relacionan con un ramal de camino de Santiago, su existencia se ha de deber a su carácter protector, actuando como defensa de la localidad frente a los diversos males que acechan.

Siguiendo calle adelante, ya en el extremo septentrional, en contacto con fincas libres, se emplaza la ermita del Santo Cristo de la Piedad. Es un santuario grande y bien mantenido, el cual presenta sus muros impecablemente enjalbegados, excepto en zócalos y esquinas, donde se mantiene libre la piedra. Consta de una cabecera cuadrada muy prominente, a la que se agrega una nave más baja, pero bastante larga. La portada posee un arco moldurado, creado con dovelas bien talladas. Queda protegida por un soleado alpende que posee dos recias columnas como sostén. Asomando sobre los tejados se yergue una espadañuela de un solo vano, con pilastras rehundidas y pináculos ornamentales. Buscando otros detalles, en la pared del oriente se abre una ventana muy decorada, con su vano enriquecido con aristas, un par de espirales y un corazón en el frontón superior. En ese mismo costado existió un portalillo bastante rústico, ahora desmontado, cuyo destino fue el proporcionar refugio a los devotos frente a las lluvias y nevadas cuando acudían a orar anónimamente. Y es que guarecía un vano ideado para divisar desde afuera la imagen venerada y dirigir hacia ella las plegarias. Finalmente, para el muro del camerino se cinceló un medallón ocupado por una cruz.

Castro de Sanabria ( Sanabria)

Castro de Sanabria ( Sanabria) / Javier Sainz

El interior resulta muy grato. Las miradas quedan prendadas del presbiterio, techado por una suntuosa cúpula, decorada con motivos geométricos, pero incluyendo también un relieve representando la subida de Cristo a los Cielos. El retablo presenta un intenso barroquismo, dotado de detalles muy originales, como los cortinones simulados que forman el marco, sujetos por graciosos angelillos. En su nicho trilobulado central se expone la efigie titular del Crucificado, noble y hermosa, bien proporcionada, correcta en cuanto a los detalles anatómicos. Muestra al Redentor ya muerto, portando un paño de pureza anudado en el costado de la derecha. Pensamos que es una perfecta escultura renacentista, realizada por un buen tallista. Completan el retablo dos relieves colocados a ambos lados, representando a Jesús atado a la columna siendo azotado por dos esbirros, en uno de los costados y como Ecce Homo, en el otro. Arriba se muestra a la Verónica exhibiendo el paño con el rostro divino impreso en él. Desde lo alto, rodeado de nubes, preside el busto de Dios Padre.

Por las formas que se perciben, este oratorio debió de levantarse en el siglo XVII o comienzos del XVIII. Las fiestas más excelsas que aquí se viven tienen lugar en torno al día de la Ascensión. La jornada más solemne es la del sábado, en la cual suben la figura de la Virgen desde la iglesia y tras la misa realizan una emotiva procesión, desfilando por diversas calles. Así, Cristo, acompañado de su madre, ha de extender su protección sobre la localidad y sus habitantes. El domingo se repite la salida procesional, devolviendo a la Virgen a la parroquia.

Si el conjunto edificado del pueblo es sumamente atractivo, el entorno natural que lo rodea no lo es menos. Los sotos arbóreos ocupan amplias extensiones, quedando entre ellos prados fecundos. El término local tiene como lindes, por el oriente, el cauce del río Tera, el cual discurre por un valle profundo, limitado por cuestas escabrosas. Se originan por allí enclaves de una bravura destacada, con las corrientes fluviales saltando entre las piedras que forman su cauce. A su vez, hacia el mediodía cruza el río Castro, afluente del propio Tera, el cual toma nombre del pueblo, aunque dista varios centenares de las casas. Interesante por sus connotaciones legendarias es el pago de La Majada. Existe ahí un sitio que tradicionalmente se le ha llamado Mesa de de los Franceses. Piensan que sobre él establecieron los soldados de Napoleón un puesto de señales, relacionado con otros puntos de observación habilitados tanto en la Sierra Segundera como en el Sierro de San Juan u otras estribaciones montañosas.

En cuanto a los servicios que precisan los vecinos, dependen de la cercana Puebla. También acuden a las concurridas ferias y mercados de El Puente.

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