Hoy conocemos... Santa Colomba de las Carabias (Benavente y los Valles)

El propio Esla cruza por aquí sosegado, pero poderoso, retorciéndose en sucesivas revueltas, perdurando algún meandro abandonado

Plaza Mayor de Santa Colomba de las Carabias.

Plaza Mayor de Santa Colomba de las Carabias. / Javier Sáinz

Javier Sáinz

Durante la Edad Media y en nuestras tierras fue muy intensa la veneración dispensada a la mártir Santa Columba. Aunque existen cuatro bienaventuradas recogidas en el santoral cristiano con ese nombre, la que consiguió más popularidad fue Santa Columba de Sens. Obviando los diversos prodigios legendarios que se cuentan sobre ella, a ciencia cierta se sabe que había nacido en España, pero que huyó a Francia por temor a que la denunciaran como cristiana. A pesar de ese traslado, tampoco allí se libró de la muerte, siendo martirizada, cortándole la cabeza, durante la persecución de Aureliano, año 273.

Tal fervor y admiración hizo que, en la provincia zamorana, su nombre, levemente alterado como Colomba, fuera elegido para designar tres localidades. Entre ellas se diferencian por los apellidos que se agregan: “de Sanabria”, ”de las Monjas” y “de las Carabias”. Nosotros centramos la atención en la última, situada en plena vega del río Esla, a unos diez kilómetros al norte de Benavente. Intriga el significado de ese sobrenombre de “las Carabias”, sobre el que se ha afirmado que pudiera indicar pertenencia. No obstante, es posible que señale el origen norteño de sus repobladores tras la Reconquista, los cuales pudieran proceder del concejo asturiano de Caravia, situado en el oriente del propio Principado, cerca de Rivadesella.

Santa Colomba de las Carabias (Benavente y los valles)

Vista parcial de Santa Colomba de las Carabias. / Javier Sainz

Tal fervor y admiración hizo que, en la provincia zamorana, su nombre, levemente alterado como Colomba, fuera elegido para designar tres localidades. Entre ellas se diferencian por los apellidos que se agregan: “de Sanabria”, ”de las Monjas” y “de las Carabias”. Nosotros centramos la atención en la última, situada en plena vega del río Esla, a unos diez kilómetros al norte de Benavente. Intriga el significado de ese sobrenombre de “las Carabias”, sobre el que se ha afirmado que pudiera indicar pertenencia. No obstante, es posible que señale el origen norteño de sus repobladores tras la Reconquista, los cuales pudieran proceder del concejo asturiano de Caravia, situado en el oriente del propio Principado, cerca de Rivadesella.

En cuanto a datos históricos, se sabe de la existencia del lugar desde comienzos del siglo XI. Uno de los escritos más antiguos en los que se cita está fechado en el año 1002 y se encuentra en el Archivo de la Catedral de León. Otro diploma, ahora del 1016, informa sobre el reparto de bienes del conde Munio Fernández, correspondiendo a Pedro, su hijo mayor, los pueblos de Santa Colomba, Cimanes, Bariones y Matilla. Ese conde Munio fue uno de aquellos magnates levantiscos, que se sublevaron contra el rey Bermudo II, retornando después a su obediencia. En el año 1117 el pueblo vuelve a figurar en los documentos, en este caso los de la reina doña Urraca. Avanzando mucho en el tiempo, ahora en 1446, aparece incluido entre las propiedades de Alfonso Pimentel, III conde de Benavente, formando parte de la Merindad de la Vega de Villalmandos. Dentro de esa jurisdicción y dependencia se mantuvo largos siglos.

Santa Colomba de las Carabias (Benavente y los valles)

Iglesia de Santa Colomba de las Carabias. / Javier Sáinz

En cuanto a datos históricos, se sabe de la existencia del lugar desde comienzos del siglo XI. Uno de los escritos más antiguos en los que se cita está fechado en el año 1002 y se encuentra en el Archivo de la Catedral de León. Otro diploma, ahora del 1016, informa sobre el reparto de bienes del conde Munio Fernández, correspondiendo a Pedro, su hijo mayor, los pueblos de Santa Colomba, Cimanes, Bariones y Matilla. Ese conde Munio fue uno de aquellos magnates levantiscos, que se sublevaron contra el rey Bermudo II, retornando después a su obediencia. En el año 1117 el pueblo vuelve a figurar en los documentos, en este caso los de la reina doña Urraca. Avanzando mucho en el tiempo, ahora en 1446, aparece incluido entre las propiedades de Alfonso Pimentel, III conde de Benavente, formando parte de la Merindad de la Vega de Villalmandos. Dentro de esa jurisdicción y dependencia se mantuvo largos siglos.

En el pago de La Cierna, dentro del término local, hacia el sur, aparecen piedras y fragmentos de cerámica, por lo que se supone que se ubicó ahí alguna aldea desaparecida. Acaso sea Pobladura del Esla, la cual quedó yerma entre los años 1448 y 1528.

Santa Colomba de las Carabias (Benavente y los valles)

Fuente del Caño en Santa Colomba de las Carabias. / Javier Sáinz

Ya señalamos que la propia localidad se ubica en el medio de la vega del Esla, rodeada de tierras bien irrigadas, sumamente fértiles. Dista del actual curso del río alrededor de un kilómetro, pero al ser espacios llanos, sin apenas desnivel, padece el riesgo de inundaciones. Justo al lado de las casas existió en el pasado un cauce menor, denominado el Reguero, que encauzaba precariamente la escorrentía y los turbiones en momentos de lluvias copiosas. Hace unos cuantos años lo taparon, sustituyéndolo otro lecho, excavado artificialmente, un poco más apartado de la zona habitada. A su vez, para permitir los riegos existe una compleja red de canales, derivados de una acequia mayor que toma sus corrientes del río en Benamariel, unos 35 kilómetros aguas arriba.

El propio Esla cruza por aquí sosegado, pero poderoso, retorciéndose en sucesivas revueltas, perdurando algún meandro abandonado. En ciertos tramos ha sufrido drenajes y se han añadido malecones de contención, en un intento de proteger los sembrados y la propia población de los desbordamientos. Junto a sus riberas prosperan sotos arbóreos muy frondosos, a los que se les agregan las choperas plantadas para la producción maderera. Se origina así una pantalla vegetal sumamente grata, de notable efecto paisajístico.

1.- Plaza mayor. 2.- Iglesia. 3.- El caño. 4.- Vista parcial. 5.- Artesonado de la iglesia. | |  JAVIER SAINZ

Artesonado de la iglesia de Santa Colomba de las Carabias. / Javier Sáinz

El acceso más utilizado para llegar hasta aquí es un ramal que arranca de la carretera N-630, la cual cruza a un kilómetro y medio de distancia por el oeste. También se puede acceder desde San Cristóbal de Entreviñas y desde San Miguel del Esla. Sin embargo, hacia el oriente no es posible la comunicación, debido a que se interpone el lecho fluvial y a lo largo de un gran trecho no existe ningún puente. Paralela a la citada carretera general está marcada una ancestral ruta ganadera, denominada Cordel de León a Benavente, o Cañada Real, la cual sirvió también de itinerario para los viajeros antes del desarrollo de las nuevas vías.

El casco urbano tiene como eje la calle Mayor, trazada de norte a sur. De ella parten las demás travesías, irregulares en longitud y trazado. Tradicionalmente las casas se alzaron de tapial, pero en nuestros días casi todas se han rehecho de nueva planta, mostrando una notable calidad. En la periferia encontramos amplias y modernas naves que testimonian la pujanza de las explotaciones agrarias. El centro local es su Plaza Mayor, rectangular, bastante alargada. En ella se ubica la antigua casa consistorial, dotada de dos pisos y luciendo las banderas en su balcón. Antaño y hasta el año 1972 Santa Colomba contó con ayuntamiento propio, perdiéndolo en esa fecha para pasar a ser una pedanía del cercano San Cristóbal de Entreviñas. En ese edificio perdura una lápida que informa que tal plaza fue dedicada al Ministro de Trabajo don Rafael Calvo Ortega, en el año 1970. En su planta baja radica el Club Social y en frente, en otro inmueble, se halla la sede de la Junta Agropecuaria Local.

A esos céntricos espacios de la Plaza Mayor se asoma también la iglesia parroquial, cuyo titular es San Juan Bautista. Es un templo destacado en cuanto a su valor histórico y artístico, por lo cual ha merecido la declaración como Bien de Interés Cultural desde el año 2014. Su aspecto externo es sumamente sobrio, pues está formado por una cabecera cuadrada y nave más baja, con dos capillas laterales enfrentadas que hacen las veces de crucero. Sobre el costado de poniente se alza una poderosa torre, aligerada con dos vanos para las campanas en cada cara de su cuerpo alto. Excepto la señalada torre, construida de sillería pétrea, el resto de los muros se presenta enfoscado, ocultando, posiblemente, su entraña de tapial. La puerta, simple, queda resguardada por un pequeño porche delantero.

Es en el interior donde se aprecia la valía del conjunto. Sus muros aparecen pulcramente enjalbegados, por lo que se genera una grata luminosidad. En cuanto a las techumbres, para el presbiterio crearon una hermosísima armadura leñosa ochavada, del siglo XVI, de estilo mudéjar, formada por una compleja trama ornamental basada en estrellas de diez puntas. De su almizate central penden preciosos mocárabes, uno más grande en el medio y ocho, menores, alrededor. Estas piezas colgantes se realzaron con dorados, dejando todo lo demás en el color natural de la madera. Admira la rigurosidad geométrica de todo ese armazón.

El artesonado sirve de dosel para el espléndido retablo principal, del cual se sabe que fue ensamblado en el 1700 y dorado cuatro años después. Sobre su autoría se atribuye al escultor benaventano Francisco Díez. Es una compleja estructura barroca provista de seis columnas salomónicas cuajadas de pámpanos y racimos, sujetando los correspondientes frisos, impostas y tableros, rellenos todos ellos de intrincada hojarasca. Dejan un nicho en el medio a modo de pedestal para la imagen del santo patrón, vestido de pieles, representado como anacoreta. Sobre ménsulas laterales, le acompañan San Joaquín con la Virgen niña y San José con Jesús de la mano. Desde el ático preside un Crucificado. Muy hermoso es a su vez el sagrario, barroco nuevamente, el cual se remata con el simbólico pelícano coronando la cúpula del expositor. Todo ello queda realzado con dorados rutilantes y algún toque de policromía

Barrocos son también los retablos laterales, de los cuales el del lado de la epístola acoge una venerada imagen de la Virgen del Rosario. Más antiguo y valioso es otro, situado en el muro septentrional, acaso de finales del siglo XVI. Se caracteriza por poseer columnas con los fustes estriados en zigzag y relieves de santos en sus basas y calles laterales. En el gran nicho central entroniza la imagen del Santo Cristo de la Luz, talla gótica, fina y estilizada, posiblemente del siglo XIV. Tiene por detrás una composición pictórica en la que representaron las figuras de la Virgen y de San Juan, además de una vista ideal de Jerusalén.

Interesante y significativo es un voluminoso capitel recogido aquí tras rescatarlo de la antigua casa rectoral, en la que estuvo empotrado aprovechado como reloj de sol. Trabajado en piedra arenisca, se halla muy erosionado en nuestros tiempos. Aún así se aprecia su decoración formada por palmetas, muy típica del arte prerrománico, por lo que pudiera fecharse en el siglo X. Noble, aunque desnuda en su ornato, es la pila bautismal, con formas de copa pétrea, apoyada sobre un pie cilíndrico bien desarrollado.

De nuevo en el exterior, caminando hacia el sur por la calle Vista Alegre o por la propia calle Mayor, llegamos a un jardinillo acogedor en el que se ubica un bien dotado parque infantil y otro biosaludable destinado a personas mayores. Los árboles allí existentes proporcionan una sombra gratificante, pudiendo extenderse las miradas hacia la contigua vega.

Avanzando en esa misma dirección un poco más accedemos a los espacios donde se localiza el Caño. Encontramos ahí dos fuentes contiguas. Una de ellas está construida con piedra, con formas de pilar cuadrado coronado con un copete escalonado. En uno de sus laterales se lee, aún con claridad, la inscripción que informa: “Hízose siendo alcalde don Felipe Hidalgo, año 1889”. Y es que en esa ya lejana fecha realizaron un sondeo que rindió un copioso chorro acuático. Con el discurrir de los tiempos el conducto se fue cegando. Debido a ello, alrededor de 1975 se ejecutó otra perforación, a orillas de la antigua, consiguiendo generosos caudales. Para encauzarlos dispusieron dos caños en una fuente nueva y otros dos agregados a la antigua. En total son cinco los chorros entregando agua de una notable calidad. Frecuente es ver a gentes que acuden hasta ahí para llevarla a sus casas en garrafas.

Pese a la pujanza bien apreciable, se carece aquí de comercios. Por ello, para los diversos servicios las gentes locales se desplazan al cercano y bien surtido Benavente.

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