Hoy conocemos... Malva (Alfoz de Toro)

El nombre podría derivar de Marván, alguno de los mozárabes venidos del sur

La ermita del Tovar y la iglesia de San Miguel, dos antiguos templos muy valiosos

Vista general de Malva

Vista general de Malva / Javier Sainz

Javier Sainz

La conjunción de dos vallejos poco marcados, recorridos por regatos secos durante gran parte del año, sirve de asentamiento para el entrañable pueblo de Malva. Tras su enlace, el curso único generado, denominado arroyo de Boga, cruza a través de la calle Rey, una de las principales vías locales, saliendo después a espacios libres en búsqueda del lejano río Valderaduey, en el cual desemboca. Pese a su estado de estiaje casi continuo, en momentos de lluvias copiosas, de tarde en tarde, puede provocar situaciones comprometidas para el vecindario. Llano y despejado se presenta el término circundante, dividido en fincas trazadas con rigurosa geometría, dedicadas en su casi totalidad al cultivo de cereales.

Evocando la historia, se sabe de la existencia de la localidad desde el lejano siglo XI. Aunque no hay certeza segura sobre ello, se ha descartado que su nombre proceda de la conocida planta y flor homónimas. Hay más posibilidades de que pudiera derivar de Marván, alguno de los mozárabes venidos del sur durante la repoblación de la zona tras la Reconquista. Desde aquellos primeros momentos su topónimo se ha mantenido inalterado hasta nuestros días. Aparece en documentos del monasterio de Sahagún, de la catedral de León y del monasterio de Moreruela , con fechas de los años 1098, 1099, 1102, 1106…, los cuales testifican sobre ventas y legados relacionados con el lugar. En el 1107 se data una transacción realizada por Sarracín Vincienciz y su esposa María. Ese matrimonio vendió una heredad que aquí poseía, siendo el comprador Salvador Sarracinez, el cual entregó como pago dos bueyes buenos con sus respectivos aperos, cinco modios de trigo y un manto de excelente calidad. En momentos posteriores se registran donaciones al obispo de Zamora y a iglesias toresanas.

Malva (Alfoz de Toro)

Ermita de la Virgen del Tovar. / Javier Sainz

El casco urbano local estuvo formado antaño por inmuebles construidos casi por entero con tapial, reservándose el ladrillo para el recerco de puertas y ventanas. En nuestros tiempos la mayoría de las viviendas han sido rehechas de nueva planta o restauradas con esmero, dando una positiva sensación de bienestar. En la zona más céntrica, en una encrucijada que hace las veces de Plaza Mayor, se ubica el ayuntamiento. Ocupa un edificio inaugurado en el año 2001, dotado de un generoso balcón en su planta alta y un reloj público en el frontón de remate.

Notable protagonismo poseen los palomares tradicionales, antaño muy abundantes. Dos de ellos, bien cuidados, se hallan a las afueras, algún centenar de metros hacia el sureste. El uno es cuadrado, siendo redondo el otro, ambos techados con tejadillos escalonados, formando uno de los encuadres más estéticos y evocadores entre todos los posibles en estas tierras. En lo alto de una loma contigua perdura otro con formas de torre cilíndrica. Al observarlo con detenimiento advertimos fue un molino de viento, reconvertido más tarde como palomar, al que añadieron un tejado a una vertiente y un cortavientos a su alrededor. Sus muros en talud y su fortaleza general así lo señalan. Es muy posible que tuviera dos puertas, de las cuales una ha de quedar oculta tras los enfoscados. Solo con la imaginación podemos evocar las grandes aspas girando, para accionar las muelas interiores. Aunque nos pueda parecer insólito, no lo fue tanto en el pasado, ya que perduran restos de otros artilugios similares en la vecina comarca de Tierra de Campos, tanto en nuestra provincia como ya en la vallisoletana.

Malva (Alfoz de Toro)

Palomares en Malva. / Javier Sainz

Gran protagonismo urbano y social poseen los edificios religiosos y aún más lo tuvieron en el pasado. Además de los que perduran, se conoce la existencia de una ermita dedicada a la Vera Cruz, ahora desaparecida y de una segunda iglesia consagrada a San Juan. De este último templo permanecen ruinas grandiosas, aunque descarnadas, situadas sobre solares dominantes que sin duda realzaron positivamente el monumento perdido. Resisten la cuadrada cabecera, con un enorme arco de triunfo desafiante frente a la intemperie y el muro del hastial de poniente. Aunque señalan que la causa de la ruina fue un incendio, su destrucción se debió mayormente al abandono y la rapiña humana. Se sabe de la venta de la armadura de la capilla mayor, de par y nudillo, de estilo mudéjar, creada en el siglo XVI.

La sede parroquial de nuestros días es la iglesia de San Miguel, bien visible desde lejos por su esbelta aunque austera torre. Está formada por una capilla mayor cuadrada y una larga nave, construidas de ladrillo y cajetones de tapial. En el costado del mediodía se adosa un soleado pórtico, provisto de cuatro grandes arcos, de los cuales, en la actualidad, uno se halla tapiado. Esos vanos quedan cerrados con verjas sencillas de hierro. A su amparo se abre la puerta, tramada con grandes dovelas y enmarcada con alfiz.

Malva (Alfoz de Toro)

Ayuntamiento de Malva / Javier Sainz

En el interior, el presbiterio aparece cubierto con una cúpula, animada con sobrias nervaduras de escayola. Preside estos espacios el retablo principal, tallado en la segunda mitad del siglo XVIII. Es pieza de estilo rococó, provista de denso ornato y realzada con dorados rutilantes. Muestra a los lados las imágenes de San Francisco y de San Antonio de Padua, dejando para el ático la del arcángel titular, representado en plena lucha contra Satán. Contiene también un antiguo y valioso sagrario, renacentista, al parecer traído de la mencionada iglesia de San Juan. Consta de dos cuerpos, de los cuales, el inferior muestra el habitual relieve de Cristo resucitado en su portezuela, además de San Pedro y San Pablo ocupando nichos laterales. En su interior aparecen las delicadas pinturas del Calvario y la Santa Cena, obra del toresano Baltasar de Coca. Actualmente el vano central de este retablo está ocupado por la imagen de la Virgen del Tovar, efigie titular de la ermita, recogida aquí para protegerla del riesgo de los robos. Diversos retablos laterales completan la dotación artística del recinto. Resultan similares al mayor, de su mismo estilo, aunque de dimensiones más modestas.

La señalada ermita de Nuestra Señora del Tovar es sin duda el edificio más característico y querido del pueblo. Se ubica aislada hacia el oriente, subida en la cúspide de un cerro agudo, a unos trescientos metros de las últimas casas. Sobre su historia se sabe que en la Edad Media tuvo la categoría de parroquia y se denominó Santa María del Castillo, pues a sus orillas debió de alzarse la fortaleza de la que tomó nombre y de la que nada se aprecia en nuestros días. Debido a que las gentes desplazaron progresivamente sus residencias a zonas bajas, el templo quedó sin feligreses, perdiendo su categoría inicial, reducido a la condición de ermita.

1.- Vista parcial.
2.- Palomares.
3.- Ermita de la Virgen del Tovar.
4.- Artesonado de la ermita del Tovar.
5.- Ayuntamiento

Artesonado de la ermita del Tovar. / Javier Sainz

Pese a esos detalles documentados, la imaginación popular ha generado una hermosa leyenda. Aseguran que en tiempos remotos el paraje donde ahora se ubica el santuario era un yermo en el cual un pastor solía cuidar su rebaño. Ese zagal, observó que en días sucesivos una de las corderas se apartaba de los demás animales y tras un largo rato ausente regresaba ella sola. Intrigado, decidió seguirla, comprobando que se arrodillaba junto a una mata de cardos, conocidos por aquí como tovas. Con el propósito de reintegrarla con el resto de las ovejas, arrojó hacia aquel lado el cayado que portaba. Éste, al caer, produjo un sonido extraño y en ese mismo momento surgió un suave resplandor a la vez que comenzaba a oírse una dulce música. Confuso e intrigado, se acercó cauteloso y al apartar la maleza descubrió que allí se ocultaba una preciosa imagen de la Reina de los Cielos, la cual mostraba la señal del golpe recibido. Pleno de fervor y alegría, comunicó el hallazgo a la gente del pueblo y entre todos erigieron una capilla primera donde cobijar y dar culto a la Madre de Dios.

La escultura de la Virgen es una talla románica ancestral, probablemente del siglo XII, una de las más antiguas y valiosas de todas las de su tipo existentes en la provincia. Muestra a la Madre Celestial sedente, sujetando a su hijo en el centro de su regazo. En algún momento del pasado, probablemente en tiempos barrocos, esa efigie fue enmascarada, transformada en otra de vestir, tipo bastidor, que escondió dentro a la vetusta. Alrededor del año 1960 esa originaria fue redescubierta, tras quitar todos los añadidos. Una restauración, realizada en Valladolid poco después, reintegró las partes perdidas y disimuló otros daños.

La propia ermita del Tovar es un monumento destacable. Sus formas son sencillas, pero presentan una singular armonía, bien apreciable en su dominante soledad. Posee una cabecera cuadrada y larga nave, con una hermosa espadaña barroca sobre el hastial de poniente, de piedra, con tres vanos, fechada en el año 1764. A su vez, por el este se agrega el voluminoso camerino y al sur queda un pórtico de tres arcos, además de otras estancias menores anejas. La venerable antigüedad del edificio se aprecia en su puerta, construida con sillería de piedra arenisca y provista de un arco apuntado apoyado en impostas elementales.

Por el interior es por donde se muestra una mayor suntuosidad. Sus techumbres son de madera, descollando la armadura mudéjar de la capilla mayor, ochavada, del siglo XVI, enriquecida con policromía rococó. En su almizate se colocó un cuadro en el que se representa el Calvario. Esa cubierta sirve de dosel para el retablo mayor, barroco, provisto de cuatro columnas salomónicas y una pintura con la Natividad de María ocupando el ático. En el medio posee un gran vano, abierto hacia el camerino, trono de la imagen mariana. Una inscripción informa que: ”Este retablo se hizo y doró de limosna siendo cura don Marcos Alfaxeme costeado por Thome Morillo. Año 1724”. En un dosel lateral se da culto la preciosa efigie del Santo Cristo, talla gótica de fina ejecución, dotada de un rostro muy hermoso e impactante.

Este santuario adquiere todo su esplendor y significado en la fiesta del Dulce Nombre de María, que tiene lugar el 12 de septiembre. Hasta aquí acuden numerosos devotos, adquiriendo una impactante solemnidad la procesión con la venerada escultura de la Virgen.

Todo lo señalado evidencia la importancia de la localidad en el pasado y la valía de los vestigios acumulados por el tiempo, los cuales, bien explotados pueden servir de base para un futuro venturoso. A la riqueza agrícola tradicional se añade en nuestros días la pujanza proporcionada por un restaurante aquí establecido, el cual, con su buen hacer, ofreciendo comidas tradicionales, ha conseguido hacerse con una merecida fama.

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