Toques de campanas con alma en Zamora

Gonzalo Muñoz y Dani Brime recuperan el toque manual de dos campanas de Santa María de Benavente, tras 40 años con la sonería mecanizada

Los dos campaneros en la torre de la iglesia de Santa María. / E. P.

Los dos campaneros en la torre de la iglesia de Santa María. / E. P.

Dos de las ocho campanas con las que cuenta la torre de la iglesia de Santa María del Azogue de Benavente han vuelto a sonar a fiesta, con alma, manualmente. Y lo han hecho gracias a la iniciativa de dos jóvenes, Gonzalo Muñoz y Dani Brime, de 16 y 15 años de edad después de más de 40 años en que se llevó a cabo la electrificación del campanario de este emblemático templo ubicado en el centro de la ciudad de Benavente. Con sus toques a fiesta han permitido a vecinos y visitantes volver a escuchar un sonido que hace siglos ya se escuchaba en el mismo lugar. Lo hicieron en las Fiestas de la Veguilla y esperan poder volver a tocarlas en más ocasiones.

Dani Brime retira una de las redes para mostrar la campana. | E. P.

Dani Brime retira una de las redes para mostrar la campana. | E. P. / Eva Ponte

Estos jóvenes pertenecen a la Asociación de Campaneros de Zamora y en su relato por la iniciativa de recuperar el toque manual de las campanas de Santa María no dejan de sonreír. Disfrutan de su afición. La misma de su infancia temprana. Dani recuerda que "desde pequeño me gusta. La primera vez que me ilusioné por ello fue en la catedral de León. Las veía desde abajo y le pedía a mi madre subir. Tenía un amigo que es de Revellinos, se llama Luis León, que me invitó a tocar con él cuando tenía 5 años". Gonzalo explica que él "iba a visitar las ciudades y ver las campanas de las iglesias dar vueltas, me hacía mucha ilusión. Me centré después más en el sonido. Siempre miro hacia arriba cuando oigo las campanas".

Gonzalo (izquierda) y Dani (derecha) con una de las cuerdas. | E. P.

Gonzalo (izquierda) y Dani (derecha) con una de las cuerdas. | E. P. / Eva Ponte

Antes de subir a la torre muestran el ordenador donde están programadas las sonerías del reloj producidas por tres campanas que suenan de modo automático cada cuarto de hora y dan puntualmente cada hora. Para los oficios religiosos se hacen sonar cuatro campanas. A diario suena una, el domingo cuatro campanas, los festivos tres y en caso de difuntos dos campanas. Hay también registrada la melodía que suena cada día a las 12 por el Ángelus, explican los jóvenes.

La subida por 61 escalones en forma de caracol llevan a la torre de sección cuadrada de grandes dimensiones "para ajustarse en su base al ancho del crucero", según relata la historiadora Elena Hidalgo en su libro "La iglesia de Santa María del Azogue".

Explican que "sabíamos que había campanas que no se tocaban. Toda la gente que subía decía que era imposible por las redes que están puestas para evitar que entren las palomas en el campanario. Nosotros hemos conseguido hacer un sistema para poder quitar y poner las redes con el fin de que, cuando sea posible, podamos tocar las campanas".

Los dos jóvenes con una de las campanas que han vuelto a hacer sonar manualmente. | E. P.

Los dos jóvenes con una de las campanas que han vuelto a hacer sonar manualmente. / Eva Ponte

Para tocar las campanas ya tienen cogidas las medidas a sendas cuerdas. Se guían por unos nudos que han realizado para saber dónde agarrarlas mejor. Una de las campanas es la que voltea, la única que lo hace en Benavente y lo hace de modo automático y ahora también puede hacerlo manual. Aseguran que el volteo es lo que más les gusta de tocar las campanas, "porque da mucha alegría", señala Dani, aunque en esta no pueden hacerlo mucho "porque quemamos el motor", explica Gonzalo.

Han logrado sujetar la cuerda al badajo de un modo peculiar, con una abrazadera. La otra campana, explican, "la trajeron del Monasterio de San Román del Valle, según nos han explicado. Esta suena también con el reloj". Observan con una sonrisa las campanas, las que hacen sonar de modo manual y las otras. Y tras volver a colocar las redes para evitar la entrada de las palomas quedan para ir un rato a Revellinos a hacer lo que más les gusta, tocar las campanas y mantener este patrimonio cultural que participa en las emociones de la comunidad.

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