Hoy conocemos... Santa Eufemia del Barco (Tierra de Alba)

En el actual término local de Santa Eulalia es donde ahora se incluyen las ruinas del mencionado San Vicente, el que fuera villa cabecera

Santa Eufemia del Barco.

Santa Eufemia del Barco. / Javier Sainz

Javier Sainz

Existió en el pasado, en la provincia de Zamora, una jurisdicción señorial denominada Marquesado de San Vicente del Barco. En ella estaban integradas las localidades de San Pedro de las Cuevas, Santa Eufemia del Barco, Losilla de Alba y San Vicente del Barco, villa esta última, que actuaba como centro y de la cual tomó nombre la demarcación. Se agregaban además las amplias dehesas de Paramillo y San Ildefonso. Su historia arranca del año 1629. En esa fecha el rey Felipe IV concedió el título de marqués a Fadrique de Vargas Manrique de Valencia, vizconde de Villatoquite. Ese aristócrata desempeñaba los cargos de mariscal de Castilla y corregidor en Burgos y Madrid, siendo a la vez caballero de la Orden de Santiago. Más tarde, en el año 1771 Carlos III otorgó el honor de Grandeza de España al marqués de aquellos momentos, Pedro Antonio Fernández de Villarroel. En nuestros días y desde el 1994 esa dignidad la ostenta don Fernando José Martínez de Irujo, hijo de la Duquesa de Alba.

Anteriormente esos espacios debieron de pertenecer a los templarios, dueños de la Tierra de Alba desde su donación por el rey Alfonso IX en el 1220. Con la supresión de tan poderosa orden militar, en el año 1312, todo el distrito revirtió en la corona, siendo cedido a diversos señores feudales, hasta pasar a manos de Enrique Enríquez. En esa estirpe de los Enríquez se mantuvo a lo largo de los siglos, detentando el título de condes otorgado por Enrique IV en 1449. Desconocemos como se desgajó de aquel señorío unitario el sector oriental sobre el que se fijó el mencionado marquesado de San Vicente. En lo eclesiástico, desde antiguo la comarca entera estuvo integrada en la Vicaría de Alba, perteneciente hasta finales del siglo XIX a la archidiócesis de Santiago de Compostela.

Santa Eufemia del Barco (Tierra de Alba)

Ruinas de San Vicente del Barco. / Javier Sainz

Choca la pomposidad y abolengo de antaño con la humildad de los pueblos actuales. Aquel territorio del marquesado constituye el actual ayuntamiento de Santa Eufemia. Como cambio importante sufrió la desaparición del pueblo de San Vicente, el cual fue abandonado al afectarlo directamente las aguas del embalse de Ricobayo.

Centrados en el señalado Santa Eufemia, su casco urbano se ubica en una ladera orientada hacia el poniente, dentro de un angosto vallejo recorrido por el arroyo del Molino o Valdemariña. Este curso acuático se forma unos diez kilómetros más arriba, por encima de Marquiz, para entregarse en el río Esla después de discurrir por un cañón angosto y sinuoso anegado en su último tramo por una cola del embalse. Las casas se escalonan por la cuesta, asomando unas por encima de las otras, generando estampas paisajísticas sumamente gratas. En general, la mayoría de los inmuebles han sufrido una intensa modernización, superándose con ello la precariedad de antaño. No obstante perduran edificios tradicionales, construidos con una rústica mampostería formada por bloques desiguales de esquistos, con morrillos de cuarzo intercalados. Para los tejados se combinó la teja común con lajas de pizarra.

Santa Eufemia del Barco (Tierra de Alba)

Antiguo puente sobre el arroyo. / Javier Sainz

Ubicada sobre solares dominantes, la iglesia destaca por su mayor solidez y envergadura. Está consagrada a la santa que da nombre al pueblo. Fue ésta una virgen y mártir muy venerada antaño, natural de Calcedonia, ciudad asiática cercana a Bizancio. Su conmemoración es el 16 de septiembre, momento en el que tienen lugar las fiestas mayores locales.

El templo presenta una cabecera cuadrada bastante voluminosa, a la que se agrega una nave más baja. La puerta, sólo funcional, queda resguardada por un pequeño porche. Sobre el costado de poniente se yergue la espadaña, dotada de tres vanos, remate triangular y clásicos bolones en las esquinas. Para este campanario se utilizó sillería de granito, siendo de mampuesto todo lo demás. En su cumbre se alza una hermosa cruz de hierro, con los brazos en forma de flor de lis y una veleta en la que se recortó la figura de una serpiente. Es en verdad un magnífico trabajo de forja, realizado posiblemente por algún hábil herrero local.

El interior resulta sumamente modesto, pero limpio y cuidado. Preside los espacios un retablo mayor de estilo neoclásico, con columnas lisas, entronizando en su centro la imagen de la santa titular. Se muestran también aquí otras esculturas procedentes de la destruida iglesia de San Vicente del Barco, que antaño fue la matriz.

Santa Eufemia del Barco (Tierra de Alba)

Ayuntamiento de Santa Eufemia del Barco. / Javier Sainz

Sobre la historia del recinto religioso se sabe que la sede parroquial originaria se hallaba aislada hacia el oeste, al otro lado del arroyo. Debido a su apartamiento, en 1785 decidieron construir una iglesia nueva dentro del pueblo, mucho más accesible, que es la actualmente existente. Con ello la antigua quedó abandonada, para desaparecer al fin.

La zona urbana local más activa y moderna es la situada en la parte alta, por la cual cruza la carretera que comunica con Perilla de Castro por el un lado y con Losilla y Carbajales de Alba por el otro. Allí se sitúa una zona arbolada, con un parque infantil y otro biosaludable para personas mayores. Bien cerca se halla el bar, principal punto de reuniones. Existen también unos amplios espacios libres, que actúan como plaza mayor. En ellos se ubica el ayuntamiento, el cual ocupa un edificio nuevo, de una sola planta y líneas sumamente gratas. Dispone de generosos soportales todo alrededor, con un bloque central prominente en el que se exhibe el reloj público, además de mostrar las preceptivas banderas. Por detrás se emplaza el voluminoso frontón cubierto, que hace las veces de salón de usos múltiples. Notable protagonismo visual posee asimismo el depósito del abastecimiento doméstico de aguas.

El pueblo en su conjunto se halla bien urbanizado y cuidado con esmero. Los recursos para conseguir ese mantenimiento proceden en gran medida por los dineros que se obtienen de los diversos eólicos colocados sobre las cimas de la Sierra de Cantadores. Existe a su vez un proyecto para la explotación industrial de las jaras, ideado para la obtención de aceites aromáticos. La mayor parte de las gentes en edad activa se dedican a la agricultura de secano y a la ganadería, existiendo amplias y modernas naves en zonas periféricas. Como una notoria peculiaridad, funciona una importante granja de caracoles. En ella se producen y crían esos moluscos para su venta a restaurantes, comercios y también a gentes particulares.

Santa Eufemia del Barco (Tierra de Alba)

Iglesia de Santa Eufemia del Barco. / Javier Sainz

Ya señalamos que la cabecera municipal de antaño radicó en San Vicente. Aún así existió una Casa de Juntas situada en despoblado, enclavada sobre un otero equidistante de las cuatro localidades. Al parecer allí se reunían los vecinos cuando habían de tratar asuntos comunales. De ese inmueble apenas perduran restos visibles.

En el actual término local de Santa Eulalia es donde ahora se incluyen las ruinas del mencionado San Vicente, el que fuera villa cabecera. Ya señalamos que este lugar hubo de abandonarse como consecuencia del llenado del embalse de Ricobayo, perdurando en nuestros tiempos un conjunto de paredones descarnados, pero aún vistosos y emotivos. Para acceder hasta allí hay que tomar un camino en dirección este, el cual parte desde las proximidades de una laguna existente al norte de las últimas casas. El recorrido es de menos de dos kilómetros y cruza por el medio de tierras despejadas, para descender después hacia el cauce embalsado de Esla. El pueblo se ubicó en la cima de un cerro con laderas muy pronunciadas, con una caída de unos doscientos metros hacia el lecho fluvial originario. Por esa situación es posible que el núcleo histórico ocupara los solares de algún castro prerromano. Allá abajo funcionó una barca para salvar el cauce, de gran importancia en el pasado. Actuaba de enlace estratégico entre Montamarta y Zamora con la Tierra de Alba y el oeste de la provincia. Era propiedad del marqués, el cual la arrendaba por largos periodos de tiempo. Funcionaba de sol a sol, todos los días del año, excepto en los momentos de grandes riadas. Trasladaba tanto a personas como a caballerías, con carros si era preciso y también rebaños de ganado en periodos de trashumancia. Para su uso había que abonar un peaje.

Ese núcleo urbano de San Vicente siempre fue pequeño, constreñido en su abrupta orografía. En 1791 residían allí 7 vecinos, con 24 personas adultas. Con el cierre del embalse únicamente desaparecieron unas pocas casas, las situadas en las cotas más bajas. Las demás quedaron en una especie de angosta península, en situación un tanto incómoda. Por ello sus habitantes las fueron abandonando progresivamente, hasta dejar el lugar totalmente vacío en el año 1950. En su mayoría, sus vecinos se mudaron al cercano Santa Eufemia, donde construyeron nuevos hogares, trasladando gran parte de los materiales aprovechables de las viejas casas. En nuestros días allí sólo perduran muros desportillados, sin rastro de tejados, cerrando solares en los que prosperan zarzas y escaramujos. Sucumbió también la iglesia, sobre la cual se sabe que a finales del siglo XVIII se había construido de nueva planta. A pesar de esas obras seguía siendo muy pequeña, por lo que el párroco pretendía ampliarla. Únicamente el mayor grosor de la pared sobre la que se alzó el campanario permite distinguir sus restos de los demás edificios. Resiste el viejo cementerio, solitario hacia el poniente, con las tapias circundantes todavía firmes, aunque la maleza oculta los rastros de viejas tumbas.

Visitar esos restos, donde parece que aún deambula algún espectro humano, produce una intensa melancolía. Cuando los rayos de sol inciden sobre las rojas paredes todo el conjunto semeja inflamarse, generándose intensos contrastes cromáticos con el verdor oscuro de las jaras que allí prosperan y el azul de las aguas embalsadas contiguas.

Además de lo ya señalado, en estudios realizados en el año 2022 han descubierto interesantes pinturas rupestres en el llamado Teso de la Mina, en su cara rocosa oriental, la que mira hacia el curso del río. Pertenecen al llamado Arte Esquemático, apreciándose figuras antropomorfas y de animales, además de trazos abstractos, como barras, puntos, huellas de dedos… Se presentan sobre abrigos y viseras en las peñas allí existentes, formando cinco paneles diferenciados. Su cronología abarca desde el Calcolítico a los comienzos de la Edad del Hierro. Dada su importancia están consideradas Bien de Interés Cultural.

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