El Zangarrón de Sanzoles, cuando la emoción se pinta de colorines

El Zangarrón conquista las calles de Sanzoles, un vestigio vivo de todas las culturas muertas de la historia del pueblo

Celedonio Pérez

Celedonio Pérez

Emoción. Eso es lo que encierra el Zangarrón de Sanzoles. Y destapa por su poros cuando se abren ensanchados por el movimiento y empujados por el sudor. Y familia. Y amistad. Y tradición. Y fiesta. Y alcohol. Y frío, un frío acerado, doliente y doloroso.

Todo eso y más cupo en la mascarada más de invierno que nunca que sacudió al pueblo de Tierra del Vino con más fuerza aún que en la tarde-noche de Navidad. Alejandro Sánchez Nieves fue el protagonista, el diablo bueno que volvió a defender a su gente, el que limpió las filas de meticones, el que volvió a pasear ese espíritu de concordia que une a una villa que a veces circula en dos direcciones.

Cuando la emoción se pinta de colorines

Cuando la emoción se pinta de colorines / Celedonio Pérez

Es lo que tiene el Zangarrón de Sanzoles, que es un libro abierto para quien quiera leer. Y en sus páginas cabe casi todo: un cuento que se inicia en el Neolítico, cuando los tótems y los espíritus de los muertos eran el motor de la existencia, sigue por los celtas devenidos en vacceos, el dios Jano y las saturnales romanas, la oscuridad de colorines de la Edad Media y la colonización de la Iglesia Católica. Y emoción.

Cuando la emoción se pinta de colorines

Cuando la emoción se pinta de colorines / Celedonio Pérez

Nadie puede decir que no está avisado. La mascarada de Tierra del Vino es un vestigio vivo de todas las culturas muertas que han pasado por el pueblo. Queda ahora la devoción a San Esteban protomártir, el patrón de los mozos y el orgullo de ser sanzolano henchido a base de carreras y vergajazos. Cada familia tiene su Zangarrón y algunas muchos; una, la de los Michicas, más que nadie.

Cuando la emoción se pinta de colorines

Cuando la emoción se pinta de colorines / Celedonio Pérez

Solo una escena: el Zangarrón, recién vestido por José Javier Sánchez como un torero a punto de debutar en Las Ventas, posa con sus padres y familiares. El reloj ya ha brincado por encima de las siete de la mañana y fuera hace un frío del carajo, tres bajo cero marcan los móviles. La careta aún permanece colgada por los pelos, el cierre de la ceremonia tendrá que esperar hasta que fluya el sudor. Mientras, los ojos brillan. Los que más los de Jesús, Ana, María, Teya, Pedro, Teodoro... Lloran sin manchar el lacrimal, de emoción. Hay quien sin ser familia, también lo hace, como Valentina.

Cuando la emoción se pinta de colorines

Cuando la emoción se pinta de colorines / Celedonio Pérez

El misterio de esta celebración hay que buscarlo en lo que no se ve, en lo que se siente. Y se siente mucho, tanto como ayer hizo Carmen Ortega Sánchez, que buceó tan abajo que casi se queda sin respiración, de emoción, claro. Es lo que tiene el Zangarrón, una mascarada que cura los males del alma. Que hay quien siente en un minuto más que otros en toda una vida.

Cuando la emoción se pinta de colorines

Cuando la emoción se pinta de colorines / Celedonio Pérez

Otro momento fuera de marco que acabó desbordándose. No he visto abrazos más sentidos ni menos convencionales. Estrujones que brotaron tan limpios como un manantial en agosto, así fueron. Juan Sánchez acabó las venias al santo con el pendón leonés sin tocar el suelo. Mérito tiene sin duda, pero quienes se le echaron al cuello le agradecieron su entrega y sus ganas, también su devoción por lograr una tarea, sintieron como si hubiera acabado los trabajos de Hércules. Y es que hay tareas manchadas de emoción. Pocas como la que ayer concluyó Juan Sánchez con éxito.

Cuando la emoción se pinta de colorines

Cuando la emoción se pinta de colorines / Celedonio Pérez

Ayer, entre la niebla meona, se cerró un ciclo, el de la quintada de Alejandro, que cumplió con creces su función de Zangarrón, Marcos, Paula, Noa y Lucía, la quintada de 2023 que ya es historia de Sanzoles. Sus padres pusieron en hora el reloj de los recuerdos. Fuera todavía resuena la flauta y el tambor de Tanis, que ayer estrenó atuendo. No hacen falta días relucientes para pintarlos de rojo en el calendario. El de ayer fue gélido, pero habrá muchos que lo recuerden como uno de los más calientes de sus vidas. La canción de Pizarrín, cantada por María y los sanzolanos, para enmarcar. Y emocionarse.

Cuando la emoción se pinta de colorines

Cuando la emoción se pinta de colorines / Celedonio Pérez

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