Los 106 alumnos del IES Aliste contra la despoblación

Entre los 12 y 18 años, los estudiantes del instituto comarcal ponen rostro y nombre a las cifras que dibujan el territorio más envejecido de la Unión Europea, donde cada día un grupo de adolescentes y sus profesores se afanan por romper todas las estadísticas que hablan sobre ellos

Ser joven es un tesoro; aún más lo es en la fronteriza comarca de Aliste, y es que en toda la Unión Europea no hay otro territorio más envejecido que Zamora. Así lo dice la Comisión Europea, cuyos datos revelan que solo el 13,1% de la población de la provincia tiene menos de 20 años, cifras que se desploman en el noroeste zamorano, donde la población real de la frontera es de apenas 6,2 personas por kilómetro cuadrado según la investigadora Pilar Burillo, densidad muy por debajo de la línea roja fijada desde Europa para considerar a un territorio como «prioritario».

A pesar de los datos, cada mañana, las clases comienzan. Los 106 estudiantes y 27 profesores del IES Aliste acuden al centro con sede en Alcañices, muchos de ellos, en el transporte escolar que recorre con paciencia los pueblos desperdigados a ambos lados de la Nacional 122. El bullicio de los pasillos hace casi imposible diferenciar al pequeño centro de cualquier otro de su naturaleza, solo hay algo que delata al centro rural: el cuerpo docente y los estudiantes conviven con una cercanía que destaca por su naturalidad. «Aquí el trato impersonal no vale», dice María del Carmen Blanco Vidal, directora del centro, mientras sujeta un paquete de rotuladores e intercepta a algunos despistados para que dibujen en el nuevo mural que se ha instalado en la galería principal. Allí todo el mundo se conoce, «nuestros niños están con las mismas personas hasta los 18», relata sobre la pequeña burbuja social en la que conviven.

Rural e internacional

Los estudiantes también apuran los últimos segundos antes de entrar en clase; vociferan con el entusiasmo, la fuerza y la cercanía de cualquier niño; y es que los 106 del IES Aliste son chavales normales en un territorio empeñado en romper cualquier estadística, forzado a ser una excepción en cuestiones como la sanidad, el transporte o el empleo. Ante la falta de oportunidades estructural que recogen los informes, existe un equipo de 27 profesores empeñados en abrir puertas, como ya intuyen los cinco alumnos de segundo de bachillerato que cursan Economía y que se preparan para su siguiente etapa fuera del centro. Este instituto de alma rural les ha influido más de lo que sospechan, hasta el punto de que algunos de ellos han vivido experiencias que perfilarán el resto de sus vidas, seguramente, a miles de kilómetros de allí, como cree que ocurrirá María Isabel Fernández, de Tola, una joven que cambió la opinión sobre su futuro hace solo un año, cuando viajó a Austria como parte de un intercambio Erasmus+ organizado desde el centro.

La Unión Europea acreditó hace más de un año al IES Aliste como escuela Erasmus, una distinción que hace posible que desde entonces y hasta 2027 el instituto cuente con financiación extraordinaria de las arcas europeas para formar a sus estudiantes en proyectos internacionales. Estos intercambios «les ayudan a darse cuenta de que no por estar en Aliste estamos aislados del mundo», continúa la directora sobre un programa en el que «hay crecimiento a nivel personal y educativo», y gracias al que los estudiantes «salen, ven y tienen la opción de valorar con conocimiento».

Aquel viaje a Austria fue la primera vez que muchos de ellos salían fuera de España, una experiencia piloto que se ha repetido con otros cursos y que el año que viene seguirá tendiendo puentes a más estudiantes, todo ello, gracias al empeño de un claustro de profesores que se entierra en papeleo y burocracia para que en vez de viajes de fin de curso, los jóvenes alistanos disfruten de experiencias Erasmus+, que como en el caso de la de Tola, ha abierto nuevos caminos para el futuro: si la nota de la EBAU lo permite, la joven estudiará el Grado en Relaciones Internacionales.

En la cómoda clase de cinco, el resto de los alumnos cuentan que se inscribieron en Economía contemplando las abundantes salidas laborales relacionadas con el mundo de la empresa, aunque por el camino, se cuelan también otras vocaciones en ciernes: Lucas Trabazos, de Alcañices, piensa en cursar algo relacionado con la Educación y Eduardo Bermúdez, de Trabazos, también fantasea con formarse en algo relacionado con el Deporte. Carlos Fernández, de Moveros, aún no tiene claro cuál será su siguiente paso, y se muestra indeciso sobre qué elegirá en solo unos meses. Por el momento esta pequeña clase de Economía se esfuerza en responder un «quiz» móvil y pizarra electrónica mediante, para ultimar el examen del día siguiente. En general, creen que tendrán que acabar yéndose de sus pueblos, las oportunidades allí no sobran.

Estudiar para volver

A pesar de la minada población en edad escolar, Zamora aún se cuela con asiduidad en los primeros puestos de las pruebas educativas y concursos escolares, prueba del talento que contiene el territorio. A pesar de ello, es una de las dos únicas provincias en España donde no se registró ni una sola patente en el periodo 2018-2019, los últimos datos disponibles en el Informe de Cohesión de la Comisión Europea, referencia que Bruselas utiliza como medidor de la innovación e investigación en el territorio. Sólo Cuenca comparte este dudoso mérito que señala la evidencia: en Zamora no existe el tejido capaz de retener a unos jóvenes que, a pesar de ser adolescentes, ya han reivindicado ante la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, el daño que los incendios y la ausencia de 60 kilómetros de la autovía Oslo-Oporto suponen para ellos. A pesar de la malparada provincia, Castilla y León sí está considerada por la institución europea como una región de «innovación moderada», donde en el mismo periodo Valladolid, Burgos y Soria registraron aproximadamente 20 patentes cada una.

«No hay mucho que hacer», resume Carlos Cerdera, de Rabanales, sobre algo que, para el grupo de once alumnos de primero de bachillerato, es quizá aún más importante que las oportunidades: el ocio escasea en el día a día de los adolescentes, y es que la mayoría viven en pueblos donde son los únicos de su edad. Algunos lo compensan echando kilómetros en bici por el campo, «demasiados caminos conozco», bromea Abel González, de Grisuela. Otros comparten diversión «con señoras», como explica entre las risas de la clase Erika Martins, de San Martín del Pedroso, que no se pierde por nada del mundo las clases de zumba en Alcañices de cada martes y jueves con amigas que defiende, son «estupendas». La música también es una buena opción, y el grupo Manteos y Monteras cuenta con numerosos miembros en las aulas del instituto, como el joven Álvaro Román, de San Vitero y algunos de sus compañeros de tercero de la ESO.

En mitad de la asignatura de Lengua Castellana y Literatura, los once chavales explican que aún tienen tiempo para decidir qué hacer tras el instituto, aunque las ideas ya han empezado a aflorar: Victoria del Portillo, de Figueruela, quiere ser ganadera y veterinaria. A pesar de que solo tiene 16 años, conoce qué es la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE) que el verano pasado devastó las ganaderías de Zamora. Ella piensa que podría estudiar y montar su propia explotación, y es que está al corriente de que a partir de ahora será obligatorio contar con un veterinario. La salud y la economía son los caminos que quizá recorrerán Néstor Cisneros, de Grisuela, y Mario Velasco, de Alcañices, aunque el tiempo dirá dónde nace la vocación, algo que Erika ya siente por los animales; ella también quiere convertirse en veterinaria para «estudiar y volver», explica sobre una formación con la que cree, podría dar un servicio «que hace falta»: cuando a un animal le sucede algo, Zamora es el lugar más cercano al que acudir.

Los profesores coinciden en que el nivel en clase es bueno y que todos serán capaces de entrar en las carreras que deseen, síntoma de una educación que se ofrece en grupos reducidísimos. El curso anterior solo hubo dos repeticiones en un instituto de 106 matriculados. La directora es tajante al respecto: «no se pueden tener clases de 13 alumnos con notas de las clases de 30», explica sobre algo que sería síntoma «de que hay algo que falla» en una educación prácticamente personalizada, seña del mundo rural. A pesar de ello, en Aliste también hay barreras: Tan solo el 57% de la población de Zamora vive a 15 minutos andando de un centro de educación primaria, la tercera peor cifra de la España peninsular, solo por detrás de Lugo (51,2%) y Ourense (52,3%), mientras que la media europea se establece en un 63,9% y la estatal sube hasta el 82,4%. Las distancias a la universidad también son mayores en comparación con sus colegas europeos, y es que, en Zamora, hay un 15% de población que vive a más de 45 minutos en coche de un campus universitario; en España la cifra baja hasta el 6,4% de media, y en la Unión Europea, solo afecta a un 2% de la población.

Sanidad y la N-122

A la pregunta de qué sería aquello que les gustaría tener en la comarca, el grupo de Francés de cuarto de la ESO responde de manera acelerada: los canales de Brujas y las tiendas de dulces y gofres que conocieron el año pasado en su viaje a París y Bruselas son al principio las respuestas más repetidas. El jolgorio recordando las anécdotas en los Campos Elíseos y el percance en una hamburguesería no dura mucho; la Nacional 122 se hace en seguida con el protagonismo. «No sé si cuando seamos mayores de edad estará la Autovía», duda Laura Dacosta, de Samir, sobre la mortífera vía por la que transitan camiones camino a Portugal y que ellos recorren cada día para acudir a clase, viajar a Zamora a extraescolares o cruzar la calle en Alcañices.

La normalidad de esta situación se deshace curso a curso, y al igual que sus compañeros de bachillerato, los jóvenes de cuarto de la ESO ya son críticos con las necesidades que atraviesan sus pueblos: piden una autovía, consultas médicas en sus consultorios y no volver a ver la Sierra arder nunca jamás. «Se quema todo lo que quieres», relata Daniel Vega, de Vide de Alba, mientras cuenta cómo sus vecinos más mayores necesitan ver al médico más de una vez al mes. Por ello, él quiere convertirse en enfermero, para quedarse en la comarca «y ayudar a las personas», una vocación cada vez más complicada: Zamora es la cuarta provincia de España, la segunda peninsular, donde mayor distancia hay que recorrer para ir a consulta. Casi 21 minutos de trayecto separan a los pacientes de los facultativos, según el último Informe de Cohesión de la Comisión Europea publicado en abril.

Aún así, el grupo de jóvenes no cambiaría Aliste por nada del mundo. Diana Alcolea se incorporó al centro hace un par de años, cuando sus padres cambiaron Madrid por Sejas. «Eran insoportables», bromea sobre las aulas abarrotadas de cuarenta estudiantes de la capital, una experiencia muy diferente a la que ahora comparte con Sheila Fernández, de Ribas, Elías Genicio de Rabanales, Nerea Rodríguez, de Gallegos y Laura y Daniel, con quienes también tiene un programa de radio como parte de las actividades de la clase de Francés.

Esta actividad es una de las muchas que se dan en el centro: «escape room» en el laboratorio, arquitectura en matemáticas o aprender música a través del videojuego Minecraft son algunas de las programaciones diarias que se viven en el día a día de este instituto, donde hay siempre algo diferente que hacer, también en el recreo, que es el rato más deseado por la docena de niños recién llegados desde sus pequeños colegios rurales para cursar primero de la ESO: en solo unos meses han pasado de compartir aula con unos pocos compañeros a jugar partidos de «Ultimate» con todo el instituto, el inicio de una etapa en el IES Aliste que los cambiará para siempre.

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