La Culebra, un año después del incendio: "Esto no se olvida, queda para toda la vida"

Los vecinos de Ferreras de Arriba recuerdan los fatídicos días que vivieron hace 12 meses por un desastre que ha trastocado su economía

Árboles talados en Ferreras de Arriba tras el incendio. | Araceli Saavedra

Árboles talados en Ferreras de Arriba tras el incendio. | Araceli Saavedra / Araceli Saavedra

En el pueblo de Ferreras de Arriba entraban de 600.000 a 800.000 euros de la venta de castañas y de setas en una temporada, dinero que revertía en los establecimientos del pueblo, desde el bar a la tienda o la farmacia.

Así lo resumía un vecino que se dedicaba precisamente a la compra de los frutos de temporada pero que ahora "nos hemos tenido que dedicar a la construcción" como salida laboral, algo que "también se acabará". Con las cuatro lluvias que han caído sale algo de seta, pero durante un año o dos no volverán a brotar en las zonas quemadas.

Lamentan la situación en que ha quedado la ya de por sí ajustada economía local y lo que viene, "en diciembre estará toda la madera sacada y aquí no quedará nadie, aquí no va venir nadie", sospechan en la tertulia del bar.

Reprochan que "ahora no viene a ver cómo quedó esto ni la delegada que huyó a Bruselas ni la que hay ahora. Están desaparecidos". La desconfianza se ha asentado en el pueblo, sobre la reforestación "ni van a sembrar ni van a hacer nada, eso cuesta mucho dinero y no van a gastar nada". "Nos vamos a tener que colocar todos en un retén de la Diputación, ¿de qué vamos a vivir?", se preguntan.

Las indemnizaciones que recibieron por las colmenas, 1.000 euros en el caso de Teodoro Crespo Moldón, han sido objeto de tributación en la declaración de Hacienda. "Me preguntaron si había cobrado una subvención agraria de 1.000 euros y era la indemnización". Y por subir en el tramo de ingresos "el resultado es que me han pagado 1.000 euros y tengo que pagar 1.600 euros en la declaración de la renta. Por los beneficios me cobran y las pérdidas me las como yo", dice Teodoro.

Zona calcinada  por el incendio de junio del año pasado en Ferreras de Arriba. | Araceli Saavedra

Zona calcinada por el incendio de junio del año pasado en Ferreras de Arriba. | Araceli Saavedra / Araceli Saavedra

Juan Carlos es el vendedor de la ONCE que recorre desde el Valle del Tera hasta Villardeciervos y que también ha visto los problemas de cerca. "Para ganar lo mismo tengo que hacer más kilómetros", y en su caso toda su zona de trabajo fue azotada por los dos incendios, dice el vendedor, natural de Pozuelo de Tábara. Desde 2016 recorre una amplia zona, "todo el círculo del Valle del Tera, Tábara, Santibáñez de Tera, Pueblica, Villardeciervos, Otero de Bodas, San Pedro de Ceque, en un día no lo doy hecho todo". Reconoce que no tiene competencia, pero porque nadie quiere ir por los pueblos, "hay que caminar mucho".

"Esto no se olvida, queda para toda la vida", afirma María Rosario Ferreras, de 85 años, que 366 días atrás no abandonó su casa de Ferreras de Arriba cuando se evacuó todo el pueblo por el incendio. Su hija Begoña le había dicho que prepara una bolsa, que tendrían que marcharse. Y con esas preparó un pequeño neceser para ir a casa de su hijo en Zamora. Hizo el camino a casa de su hija andando y viendo el resplandor, "pero no había humo", en esas horas no se cruzaron con nadie.

En casa de su hija esperó una noche "sin dormir", y a la mañana siguiente decidió que volvía a su propia casa. Lo primero que hizo fue darle de comer a los conejos y se encontró con una patrulla que le preguntó que por qué no había evacuado. Rosario cuenta esas horas con más tranquilidad en su rostro, aunque está convaleciente, en comparación a su preocupación y sus lágrimas hace un año cuando trataba de colocar una manguera detrás de su casa para mojar el terreno cuando la columna de humo negro daba mala espina.

El vendeedor de la ONCE Juan Carlos, en el bar de Ferreras de Arriba. | A. S.

El vendeedor de la ONCE Juan Carlos, en el bar de Ferreras de Arriba. | A. S. / Araceli Saavedra

"Nada, no se ha hecho nada. Aquí siempre han abusado de la gente", opina Rosario, y relata cómo antaño por 12 pesetas pasaban "todo el día tapando hoyas". Había "hombres que trabajaban destajo y había que cavaban 100 hoyas en un día". Y si alguna oveja, cabra o res se metía en las zonas acotadas como el Casal, como castigo "tenía que hacer 100 hoyas más". Su vecina Josefa Canas viene todos los días a estar con ella un rato. A ella la evacuaron a Zamora a casa de una hija, "pero pensando con lo de aquí". Los pocos castaños que se salvaron estaban en una finca de Josefa que, por cosas del destino, "había mandado arar para el lado del Valle" y el fuego pasó de largo.

Le geografía del pueblo era muy diferentes cuando se plantaron los árboles a lo de ahora. En el monte del Gobernador se repartieron tierras entre las familias y se plantaron castaños, los que se han quemado en el incendio, y al otro lado del valle se dieron quiñones para que se plantaran frutales, centeno, maíz para los animales o huertas. A los vecinos se les regalaron las plantas, "salían carros de manzanas".

Rosario Ferreras y Josefa Cana, vecinas de Ferreras de Arriba. | A. S.

Rosario Ferreras y Josefa Cana, vecinas de Ferreras de Arriba. | A. S. / Araceli Saavedra

El incendio comenzó un miércoles en el mismo Ferreras con dos chispas, la primera en la Lleira la apagaron un par de vecinos en un roquedo. La segunda ya fue otro tema, cayó detrás del repetidor en zona de arbolado y "no nos atrevimos a subir con los coches por si no volvíamos a bajar". Llamaron a emergencias y contestaron "estamos desbordados", y no acudió nadie. La opinión es unánime: con dos pasadas de agua del helicóptero se hubiera controlado lo que horas más tarde creció descontrolado. Constatan "que no había nadie en la zona y quien estaba en el pueblo pero de vacaciones" no los movilizaron.

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