La Opinión de Zamora

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Un resistente contra el olvido de Argusino

José Manuel Pardal atesora un pequeño museo de recuerdos de su pueblo sumergido bajo las aguas hace 55 años y ahora lo quiere reproducir en una maqueta

José Manuel Pardal toma medidas del pueblo de Argusino I. G.

Desde que las aguas del Tormes enterraron para siempre Argusino, la obsesión permanente de José Manuel Pardal es preservar su memoria. Muchos han sido los gestos y actos de los hijos y descendientes de este pueblo de Sayago, sacrificado hace 55 años en plena efervescencia hidroeléctrica, por mantener vivo su territorio identitario.

Pardal escribe mucho sobre recuerdos y vivencias del pueblo donde nació. Sobre su padre, Manuel Pardal, el último herrero y tamborilero; el abuelo, Paco el batanero; una escuela pletórica de vida, ofertorio y las fiestas. O la última misa celebrada en condiciones verdaderamente dramáticas. “El sacerdote Victoriano Martín dio orden de que se parara el desmontaje del tejado para que los vecinos pudieran despedirse de su iglesia”.

José Manuel Pardal en su pequeño museo de la memoria de Argusino I. G.

Desde que Manuel Pardal fue destroncado de Argusino no volvió a ser el mismo. La familia se acomodó en Villar del Buey, montó la fragua, pero “mi padre quedó tocado, la depresión no lo abandonó hasta el fin de sus días”. Nunca más puso los pies en las cercanías del pueblo sumergido.

Y todo ese desgarro hizo mella en este argusinejo que, a diferencia de su padre, nunca llegó a irse de aquel Argusino que en el año 1967 quedó reducido a escombros para dar paso al gran mar bautizado como embalse de Almendra.

El poso doliente que dejó la sobrecogedora salida de los argusinejos y la destrucción de las 151 casas y todos los edificios emblemáticas como la iglesia de Santa María Egipciaca –todavía es un misterio el destino de las imágenes– quiere encontrar reposo. “Mi resentimiento no viene tanto por la decisión de hacer el embalse, lo que realmente me sigue doliendo es la actitud con aquellas personas”.

José Manuel Pardal y Manuel Garrote recorren las ruinas de su pueblo, Argusino

Por eso, a José Manuel Pardal todo lo que guarde la memoria de Argusino le parece poco. Su próximo empeño es la construcción de una maqueta que reproduzca con la máxima fidelidad un pueblo dinámico y floreciente, como era antes de ser borrado del mapa.

Este empresario jubilado, afincado en Tarragona, ha aprovechado el afloramiento de Argusino a lo largo de este otoño para recabar datos, corroborar muchos de los que ya tiene, y medir el perímetro metro a metro. Las casas, por dentro y por fuera, las calles, plazas, la iglesia, el cementerio, las eras, bodegas, la fragua de su padre… Este sayagués, hijo de la emigración, ha vuelto a escrutar los rincones de Argusino. Quiere tomar “referencias sanas” para pasarlas al papel y de ahí a la maqueta que inmortalice el perfil desdibujado por el agua.

Han sido constantes las idas y venidas al pueblo en el que nació el 22 de junio de 1945 y vivió hasta febrero de 1963. “Quedaban cuatro años para que la gente se marchase, pero yo me fui a buscarme la vida” cuenta mientras recorre un territorio sembrado de escombros que Pardal se resiste a reconocer. “Yo todavía veo el pueblo entero”.

Escolares de Argusino con el maestro Elisardo González Corral Cedida

Hacía 41 años que Argusino no resurgía de esta manera. “Va a ser muy difícil que se repita esta situación” explica Pardal sobre la excepcional bajada del embalse, provocada por el trasvase de agua a Portugal, en cumplimiento del Convenio de Albufeira. Por eso se aferra a este momento histórico.

“Estoy tomando medidas reales para hacer una maqueta lo más fiel de mi pueblo”. El celo con el que ha protegido la memoria de Argusino le ha hecho atesorar cuantiosa documentación, como un plano extraído a partir de las fotografías del vuelo americano de 1956. “Esa imagen no representaría más de lo que era una caja de cerillas, pero en doce ampliaciones y conociendo las calles he podido hacer una reproducción bastante exacta”.

José Manuel Pardal junto a la reproducción del batán de su abuelo I. G.

Antes de este nuevo desafío, José Manuel Pardal ha ido creando su propio universo de Argusino. Enseres y cacharros de la casa donde nació, hoy dan vida a un pequeño museo de la memoria donde no falta la reproducción del batán de su abuelo, situado en la margen sayaguesa del Tormes.

Un pequeño ingenio de más de 300 piezas, algunas realizadas con material original del batán de Argusino que data del siglo XVIII y cuyo último propietario hasta su desaparición, en 1967, fue la familia García. Francisco García Vicente y su hijo Faustino García Pascual, abuelo y tío de José Manuel Pardal, fueron los últimos bataneros.

Ahora, mientras cocina la maqueta del pueblo, trabaja en la reproducción del molino de rodezno que aprovechaba las aguas del Tormes con trozos recuperados.

¿Por qué no se va nunca de Argusino? “Hay una serie de vivencias que te tienen atado. Soy un poco obsesivo, pero era tanto el cariño que le tenía a los abuelos, a la casa, a mis padres. Por eso me encanta ver las escrituras y conocer nuestra verdadera historia. Por respeto me interesa esto y no quiero se pierda la memoria de mi pueblo”.

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