La pregunta es insistente. Abuelo, ¿por qué? Los nietos quieren saber más, las preguntas al hombre que nació en el pueblo ahora sumergido se suceden con insistencia hasta coronar un relato desmenuzado de lo que fue Argusino, con una desgarradora moraleja de rebeldía hacia aquellos "hombres brutos" que arrasaron el pueblo. "Argusino 50 años después", el último trabajo del documentalista sayagués Jesús Villar, toca las entrañas de aquel vergel condenado a la desaparición para embalsar las aguas del Tormes en pos del desarrollo hidroeléctrico.

Cibanal ha sido el escenario del estreno del documental incluido en los actos del 50 aniversario de la desaparición del pueblo, organizados por la asociación "Argusino Vive". Entre los numerosos espectadores, los protagonistas de la crónica sentimental armada por Jesús Villar con el sugerente sonido de las olas del embalse como un mar de fondo que pareciera la voz de los sepultados bajo las aguas. Estaban los abuelos -José Manuel Pardal y Adoración Vega- y los dos pequeños que hacen de sus nietos -Rocío Vega y Jaime Paredero-, "culpables" éstos últimos de que el director cambiara el guión para adaptarlo a la espontaneidad y el desparpajo de dos niños curiosos y preguntones, ansiosos por saber cómo era el pueblo del abuelo, quién vivía allí, a qué se dedicaban, a qué jugaban los niños, por qué desapareció Argusino, quién les echó de sus casas.

"Nos obligaron a marchar, por las buenas o por las malas", responde el anciano en esa larga conversación con los nietos, a la vera del embalse, sobre las eras y huertos, entre las cortinas y montoncillos de piedras del cementerio, ahora al descubierto por el bajo nivel del embalse. "Los señores poderosos detuvieron el agua del río, dicen que por el progreso de España" reflexiona sin perder la vista del mar de agua.

Además del poco tiempo, el director ha sorteado oros problemas; "un viento terrible, el calor, un sitio muerto, despoblado y triste", reveló Jesús Villar en la presentación del documental. También el lógico cansancio de unos niños que han sido "el mejor descubrimiento; los directores de cine en general temen hacer películas con los niños y yo solo puedo decir que me ha parecido maravilloso" confesaba Villar en la noche de Cibanal, delante de hijos de Argusino, personas mayores muchas, que no pudieron reprimir las lágrimas mientras visualizaban la película. "Lo malo de esto es que muchas cosas no han cambiado" lamentaba una sayaguesa con los títulos de crédito de fondo, tras los 50 minutos de duración del documental que se pasará también esta semana en Villar del Buey y Salce.

La historia comienza con el abuelo leyendo un reportaje de La Opinión de Zamora sobre Argusino. Curiosos, los nietos quieren saber, y es así como van lo más cerca del pueblo que pueden, rozando las aguas del Tormes, entre los montones de piedras que deja asomar el embalse. Allí se desarrolla el relato del documental con el abuelo describiendo un paisaje imaginario que fue real hasta que en 1967 "gente muy poderosa" decidió pulverizarlo. "Vinieron con la Guardia Civil, cargados con fusiles a meternos miedo" se sincera el abuelo ante la mirada atónita de los pequeños, una esponja frente el rosario de recuerdos desplegado por el abuelo.

¿No podían haber hecho un pueblo nuevo? preguntan cargados de lógica. "Nos dieron cuatro perras" y a marchar. ¿Volvieron a estar todos juntos?, "nunca más" sentencia el abuelo sin disimular la tristeza por un desarraigo nunca buscado.

Con el permanente sonido de fondo de las olas del embalse, el documental de Jesús Villar consigue trazar una fotografía sonora de lo que fue Argusino, con sus 151 casas, de las cuales 108 estaban habitadas. La fuente de la Molina, las aceñas, los batanes, el tejar, la fragua, la carpintería, el potro de herrar, la tienda de ultramarinos, la iglesia, las escuelas... Abuelo ¿a qué jugabais? interesan los nietos. "A la resbaladera, que era nuestro tobogán, al cautivo, la calderona, la rueda zumbadera; y las niñas al corro la patata, la gallinita ciega ...".

¿La rueda zumbadera? Y es cuando el abuelo prepara el artilugio con una cuerda atravesando una piedra lisa y la empieza a agitar con velocidad hasta que produce un sonoro zumbido. Un espectro en los tiempos que corren. Pero a buen seguro que hoy muchos nietos de aquellos hijos de Argusino hoy están agitando con fuerza el juguete con el que Jesús Villar les obsequió al final del documental.

Antes el abuelo había contado a sus nietos que los últimos de Argusino quizás fueron la señora Manuela y el señor Rafael. Y antes también esos niños habían empezado a levantar piedras. "Abuelo, si nos ayudas empezamos a construir un pueblo nuevo, unos batanes, un ayuntamiento y una iglesia, y haremos una plaza para que jueguen los niños y para los días de fiesta, y unas escuelas. Y yo estaré siempre vigilando para que nunca más vengan los hombres brutos a derribarlo. Y en la plaza plantaremos un olivo y en el campanario de la iglesia pondremos unas campanas que suenen bien fuerte y que se oigan desde muy lejos para que todos sepan que Argusino sigue muy vivo".

Pues "los hombres brutos ahogaron las calles, las casas, la iglesia y hasta los pozos de los muertos pero no pudieron ahogar el corazón de este pueblo". Y se hizo un aplauso cerrado.