Argusino asoma sobre las aguas del embalse de Almendra en un otoño histórico, como hace 41 años que no se recordaba. Con la drástica bajada de nivel del gran mar de interior que brota del río Tormes, aflora mucho más que un desigual y confuso montón de piedras. El accidental paisaje descubre las entrañas de un pueblo desbaratado, porque así lo quisieron los mandamases que obraron el gigantesco ingenio hidráulico.

Entre tal laberinto de escombros, solo contados hijos de un Argusino que se niega a ser un fantasma guardan en la memoria el perfil de las 108 casas habitadas por 370 almas. Los calles, los colmados, la iglesia, la pared del buzón donde se depositaba la correspondencia, el campanario, la escuela, las eras, el Ayuntamiento, el Corral de Concejo, el batán.

José Manuel Pardal identificaen la fotografía la casa de la calle principal que está delante reducida a escombros. | | LOZ

José Manuel Pardal es una de esas memorias vivas que, pese a la distancia física impuesta por el destierro, nunca se ha ido de Argusino. Este argusinejo de origen, sentimiento y convicción lleva toda su vida reconstruyendo el paisaje de su infancia. Es la razón de que cruce España de este a oeste cuantas veces sea necesario para retener un instante más el perfil de un pueblo borrado del mapa en el año 1967 bajo las aguas del embalse de Almendra.

Nunca es desaprovechada su vuelta desde Tarragona, donde se buscó las habichuelas. Siempre hay algo que descubrir en Argusino, cuyas calles memoriza con la disciplina de un escolar.

Por eso, nadie como él para hacer realidad el proyecto “Reconstruyendo Argusino”. Una ruta sentimental que ayuda a identificar espacios emblemáticos a través de fotografías antiguas colocadas delante de cada uno de ellos.

Imagen de la iglesia delante de los escombros. | LOZ

El cementerio, una procesión por la calle Alfonso XII, la primera vivienda, la calle principal, las escuelas. Las fotografías instaladas a lo largo y ancho de Argusino evocan también fiestas y tradiciones como el baile de mediodía, después de la misa del Ofertorio, que se celebraba el tercer domingo de septiembre. La ruta permite hacer una parada frente a la Iglesia, que se distingue por el voluminoso montón de piedras.

Significativo es el acceso al interior del templo de Santa María Egipciaca con una fotografía donde aparece el retablo, las imágenes, los reclinatorios. José Manuel Pardal describe cada rincón como si lo tuviera delante. “Es que no veo ruinas veo a mi pueblo” confiesa desde la emoción.

Fotografía del interior de la iglesia desde dentro. | LOZ Irene Gómez

Este argusinejo ve escenas cotidianas en la calle Palacio, desde luego recrea su casa en la calle Salsipuedes, hasta la habitación donde nació, puede casi identificar a los hombres y mujeres trillando en una de las eras que conservan casi impolutos los suelos de piedra. O la última boda que se celebró en Argusino. “Éramos muy fiesteros”.

Pardal ha rescatado fotografías del archivo personal y de las que compró al fotógrafo de Fermoselle, Bernardo. Verdaderas joyas, porque desgraciadamente no quedan muchos testimonios gráficos del pueblo sayagués. El 50 aniversario de la desaparición de Argusino, en el año 2017, también brindó la oportunidad para que la Asociación “Argusino Vive” rescatara imágenes desconocidas que hoy ocupan espacios del callejero de Argusino.

Todo ese conjunto de imágenes forman parte de la ruta interpretativa que se irá enriqueciendo hasta que el nivel del embalse lo permita. En pocos días ha subido dos metros y eso significa que Argusino volverá poco a poco al fondo de las aguas, el indeseable destino impuesto hace 55 años.