Al grano

Pongamos las lágrimas a secar

Nunca abril vino más pinturero (y verde y amarillo)

Semana Santa de Bercianos de Aliste bajo la lluvia

Semana Santa de Bercianos de Aliste bajo la lluvia / Ana Burrieza

Celedonio Pérez

Celedonio Pérez

Hagamos un ejercicio de redención y pongamos las lágrimas a secar. La Semana Santa 2024 ya es historia e histórica: nunca había llovido con tanta pasión por estas tierras. Y sí, la vamos a recordar durante muchos años, por el agua y por el viento, un vendaval que a punto estuvo de llevarnos dios sabe dónde y que, pasado su climaterio, hemos descubierto que a su fuerza invisible encomendamos nuestras penas, se fueron con él. Adiós.

Zamora ha resucitado con fuerza, abril ha roto alforjas por una natura abierta a la luz. Miren el campo, mírenlo, por favor. Y disfruten con paisajes infinitos absorbidos por un calidoscopio de colores que despiertan los sentidos, los buenos, sobre todo. Nos lo han tenido que decir los viajeros que han venido del humo: viven ustedes en una tierra preciosa, fascinante, que suda agua por arriba y por abajo, manchada de verdes glaucos y olivares, un paraíso donde Cristo se recupera tras su crucifixión, el descanso del guerrero y del amante. Nadie quiere irse de aquí, que esto es la verdad y la vida.

Así ha sido la Semana Santa que acabamos de despedir con maldiciones, un descubrimiento para muchos. Se han suspendido procesiones, sí; hemos llorado de pena, también; pero limpiar los ojos ha merecido el desasosiego porque nos hemos topado con el milagro que no esperábamos, el de la sombra más luminosa, la Zamora en penumbra más receptiva, la belleza que no necesita de luz para deslumbrar.

Qué alguien lo haga, qué ponga carteles por aquí y por allá, qué anuncie que hay una tierra perdida en el mapa que sana los ojos con sus colores. Qué alguien lo grite por los cuatro puntos cardinales. Qué lo apunten las agencias de turismo: vengan, vengan todos a Zamora, se asomen a ver el parto de la naturaleza reseca, que los marrones han parido verdes intensos, tan intensos que duelen, que este abril va a hacer historia en la tierra vacía, que ha reventado por dentro y está vomitando hermosura.

Qué digan también que entre el milagro verde se han colado vetas de amarillo refulgente que en unas semanas devendrá en ambarino y después en dorado. Zamora, donde el verde pare amarillos pajizos, donde las miradas se bañan en balnearios de colores, la provincia donde la colza hace aflorar manantiales de sol, ese que cada año se cuela por las rendijas que abren la sequía en canal. Nunca la Tierra del Vino estuvo tan pinturera, se lo digo yo que la disfruto cada día. Y se va a poner más, que la belleza, cuando es natural, nunca para de crecer.

¿Todavía hay algún zamorano que cree que esta Semana Santa que acabamos de despedir ha sido mala?

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