Al grano

Viviendas baratas (casi regaladas)

¿Para cuándo un debate nacional sobre reordenación del territorio en el que vivimos?

Archivo - Un cartel de 'Se Alquila' en un edificio de viviendas

Archivo - Un cartel de 'Se Alquila' en un edificio de viviendas / Eduardo Parra - Europa Press - Archivo

Celedonio Pérez

Celedonio Pérez

No sé si el bosque no deja ver los árboles o que los intereses creados —y quienes los alimentan en los medios de comunicación— no quieren remover el potaje por si acaso. Escribo de uno de los grandes problemas nacionales y en el que, lagarto, lagarto, hay coincidencia entre los unos y los otros, del dilema de la vivienda. O sea de sus precios que están disparados, tanto los de compra como los de alquiler. En esto, como en tantas cosas, nos engañan, nos conducen como los perros de carea a los rebaños, usando las dosis de miedo adecuadas para que vayamos por donde quieren llevarnos. A usted y a mí, a su vecino y al mío nos toman por tontos, se lo digo yo, pero lo hacen tanto que nos estamos acostumbrando y hasta nos gusta y es que uno, al final, claro, prefiere ser tonto que salirse del carril, que en la intemperie siempre hace frío.

Primero hay que decir que vaya por Dios, que cuando estalló la crisis en 2007 y 2008, sí esa en la que nos bajaron los sueldos por decreto, se nos dijo que sobraban viviendas, que la construcción era un dispendio, que había que parar de edificar casas vacías, que basta ya de vivir por encima de nuestras posibilidades, que había que crear bancos malos para que se hicieran cargo de las viviendas que no se vendían. El Estado, que podía haberse hecho con casas baratas, nada, se puso a silbar. Y ahora nos dicen que no hay, que se han evaporado, que se han ido de turisteo. Tontos.

Voy a escribirlo ya: el precio y el alquiler de viviendas son caros, muy caros, en algunas zonas prohibitivos; y en otras, sí, sí, están tirados, casi regalados. Vaya usted a mi pueblo y se compra la mitad de las casas por menos de 50.000 euros unidad, y me atrevo a decir que ocurre los mismo en todo el ámbito rural de la España vaciada. ¡Pero si más del sesenta por ciento de las edificaciones están vacías, se están muriendo de soledad!

O sea que seamos claros. El problema del precio de la vivienda solo existe en las ciudades, sobre todo en las grandes, en las mastodónticas. Y que es consecuencia de que todos queremos (o nos han obligado a) vivir en los mismos sitios, apiñados y revueltos, expuestos a pandemias y a tensiones. ¡Qué ya no caben ni los coches por las calles!

¿Y entonces, qué hacemos? Pues habría que abrir un debate nacional sobre reordenación territorial (y no, no estoy hablando de los soberanismos supremacistas y chantajistas de Cataluña y el País Vasco), potenciar las pequeñas ciudades, incentivar el reparto del trabajo y, por tanto, de la población. Ah, no, que de eso no se puede hablar, que hay muchos intereses creados. Tontos.

Suscríbete para seguir leyendo