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¿Un rayo de esperanza para nuestras liebres?

Las poblaciones del lagomorfo dejan atrás la tularemia y la mixomatosis y sus números se recuperan

Ejemplar de liebre en una imagen nocturna.

Ejemplar de liebre en una imagen nocturna. / J. A. H.

José Alfredo Hernández

De vez en cuando -pero sin abusar- una buena noticia. Tras una sucesión de annus horribilis marcados por epidemias como la tularemia (también llamada "fiebre de la liebre") y la mixomatosis (desde 2018), esta primavera se atisba un esperanzador repunte de las poblaciones de liebre ibérica (Lepus granatensis). Durante los pasados meses de marzo y abril, rara ha sido la jornada de campo por el sur y el este de Zamora durante la que no hemos observado, al menos, un ejemplar de esta especie. Por supuesto, muy poca cosa comparando con las liebres que se solían ver hace algunas décadas pero casi opulencia vista la penuria de los últimos años.

"Donde menos se espera, salta la liebre". La carrera ágil, rauda, urgente de este carismático lagomorfo siempre se ve precedida por una expresión de sorpresa y secundada por una sonrisa ilusionada. Y es que la liebre ibérica es algo más -muchísimo más- que una mera especie cinegética. Se trata de un endemismo ibérico, es decir, una especie que sólo se puede encontrar en nuestra península y además un elemento clave de nuestros ecosistemas. Desde los campos cerealistas a los pastizales de alta montaña y diversidad de medios forestales. Pero además se trata de uno de los mamíferos salvajes ibéricos con mayor presencia y arraigo en nuestra cultura popular e imaginario colectivo. “Correr como una liebre”, “dar gato por liebre”, “unos corren a la liebre y otros sin correr la alcanzan”…

No sólo se trata de las enfermedades mencionadas. Existen múltiples factores de amenaza que explican la preocupante regresión de sus poblaciones y que se deben de tomar en seria consideración antes de que sea demasiado tarde: pérdida de hábitat por la desaparición de cultivos tradicionales y el desarrollo de cultivos agrícolas intensivos, muerte por atropello, uso de rodenticidas en zonas agrícolas, uso abusivo e indiscriminado de productos fitosanitarios, caza furtiva y gestión cinegética inadecuada, entre otros. Si no se tienen en cuenta todos estos factores, la leve recuperación que estamos percibiendo ahora puede quedarse en agua de borrajas, en flor de un día. No lo olvidemos si queremos seguir pegando un brinco de sorpresa y soltando una carcajada de alegría cada vez que en una linde, una pradera o un labrado o incluso en lo más espeso del monte, inopinada y vital, salte la liebre.

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