La capilla que albergó a los restos de los comuneros
El canónigo José Ángel Rivera de las Heras aproxima al retablo del oratorio de San Pablo en la charla que cierra el ciclo de conferencias sobre el patrimonio de la Catedral
Muchos la conocen por ser la capilla que acoge la imagen de Nuestro Señor Luz y Vida que hiciera años atrás el escultor Hipólito Pérez Calvo, pero se trata de la capilla de San Pablo de la Catedral de Zamora. El retablo que alberga lo analizó el viernes el canónigo y experto en Historia del Arte, José Ángel Rivera de las Heras, en la última de las charlas organizadas sobre patrimonio cultura del primer templo diocesano de Zamora.
En el año 1645 el chantre, que era la persona encargada del canto en la Catedral del Zamora, Diego del Val, adquirió al Cabildo la conocida en ese momento como la capilla bautismal, y la dedicó a San Pablo.
El eclesiástico quería que fuera el lugar para su enterramiento y el de sus padres y la dignificó mandando hacer un rico retablo.
La obra la ejecutó el artista salmantino Cristóbal de Honorato el Viejo, a partir de ese año, y lo policromó el dorador toresano Cristóbal Sánchez en 1649, indica Rivera de las Heras.
El retablo presenta el banco, la parte baja, dedicado a La Anunciación efectuado a partir de estampas de Jan Sadeler el viejo y de Hendrick Goltzius por dibujos de Maarten de Vos.
La increíble parte central presenta a San Pablo cayendo del caballo cuando va camino de Damasco y la realizó utilizando una estampa del grabador Jan Sadeler El viejo con dibujo del pintor flamenco Frans Pourbus el viejo, y la parte superior, al Apóstol Santiago en la batalla de Clavijo, según describe el sacerdote José Ángel Rivera de las Heras.
El experto en patrimonio de la Catedral remarca la importancia de "la autoría" del relieve de la conversión de San Pablo, que únicamente ha tenido que ser limpiado con motivo de la exposición Edades del Hombre.
También apunta que Cristóbal de Honorato el Viejo efectuó más piezas en la diócesis zamorana, como la escultura de San Juan Bautista del retablo mayor de la iglesia de Almeida de Sayago, el relieve de la Anunciación situado en el ático de la portada principal de la iglesia de la Encarnación en la capital y para Muga de Sayago efectuó tres piezas un crucifijo, un relieve del Padre Eterno y la figura de San Vicente, que es el titular de la iglesia.
Además, el canónigo Diego del Val, que murió en el año 1649, fundó el Colegio Seminario San Pablo para la formación de cantores que serían al coro catedralicio con el nombre de "seises" y en la inscripción de su sepulcro, situado enfrente del retablo, figura que también creó "el hospital de San Pablo para cura de sacerdotes pobres y educación de ocho colegiales para servir en el coro ....".
El conjunto del oratorio
Sobre el conjunto de la capilla, Rivera de las Heras, en la publicación titulada "La Catedral de Zamora", califica de "original" su portada renacentista realizada por un artista posiblemente burgalés, mientras que la policromía y las labores de dorado de la portada la efectuó el toresano Cristóbal Sánchez.
La capilla está cerrada por una reja efectuada por el vallisoletano Juan de Bosques entre 1647 y 1649. La estancia, de planta rectangular, tiene una bóveda de crucería en cuya clave aparece el escudo del fundador.
Entre las singularidades de ese oratorio figura que los restos de los comuneros Antonio Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, los comuneros, se depositaron en ella el 17 de noviembre de 1822 hasta que "según los historiadores los realistas acudieron tumultuosamente a la Catedral y sacando la arqueta la quemaron públicamente, arrojando las cenizas al río Duero", recoge el historiador del arte.
Ciclo divulgativo
Con el acercamiento al retablo de esta capilla, bastante desconocida, toca a su fin la serie de charlas impulsadas este curso para poner en valor el patrimonio que atesora el primer templo diocesano, una serie de conferencia divulgativas que ha profundizado en aspectos como la labor como promotores artísticos del cardenal Mella, del obispo Diego Meléndez, los lucillos sepulcrales o los tapices flamencos, que han suscitado el interés del público que, sin duda, las aguardan nuevamente en otoño.
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