¿Nuevas carreras de coches en Zamora?: No, es la "caza del zorro"

Una quedada de vehículos con emisoras analógicas a las afueras de la capital y de madrugada alertó a vecinos que desconocían el juego legal

Un grupo de radioaficonados y acompañantes durante una «cacería» en Zamora.

Un grupo de radioaficonados y acompañantes durante una «cacería» en Zamora. / Cedida

«¿Qué estáis buscando, al zorro?». La pregunta de uno de los policías municipales de Zamora desplazados hasta la calle de Villaralbo puso fin a la desconfianza ciudadana que acababa de alertar: «Hay un coche que circula de modo sospechoso, con una antena en el techo».

La hora intempestiva, las tres de la madrugada, y el sigilo con el que transitaba el vehículo por una zona apartada de la ciudad levantó los recelos de algún vecino, que no dudó en trasladar su desasosiego a la Policía Local, no fuera a ser que tanta precaución al volante guardara alguna intención poco legal.

Las carreras de coches cuyos conductores se desafían con motores tuneados en polígonos industriales y en la periferia de la capital, como el lugar en el que se encontraba el turismo indicado, procuró la rápida intervención de los agentes, vigilantes desde hace meses para impedir ese tipo de quedadas.

Los policías se encontraron en esta parte del barrio de Pinilla, de escasa circulación a esas horas, con cuatro turismos, pero el motivo de esta quedada era bien distinto. Nadie perseguía un subidón de adrenalina pisando el acelerador a fondo, sino a «un zorro. Estábamos ya acabando, era el penúltimo», explica el organizador de estas curiosas «monterías» a cuatro ruedas, el zamorano José Manuel Martín. La docena de personas, entre conductores y ocupantes, más próximas a la madurez que a la juventud, andaban de «caza, con mucha paciencia, buscando» con mucho tiento, siguiendo las pistas que recibían hasta alcanzar al objetivo.

Ni escopeta ni animal salvaje

¿De dónde salió el cánido?, la lógica pregunta de quienes son ajenos al mundo de la radioafición tiene una respuesta, cuando menos, curiosa. Ni hay animal salvaje ni hay escopetas. La incógnita la despejan esas curiosas antenas que coronan los capós de los automóviles participantes en la inusual batida en este mundo ajeno a lo digital.

A través de ellas, «el zorro», en realidad un radioaficionado, va lanzando datos por su emisora de radio analógica para que otro de los intervinientes en el juego legal pueda localizarle, concreta Juan Manuel Martín, uno de los veteranos en esta afición que prácticamente ha pulverizado la llegada de las nuevas tecnologías, «la telefonía móvil», concreta.

El juego de «la caza del zorro» entre los radioaficionados se asemeja al tradicional juego del escondite o el «pilla pilla»: uno de ellos, «elegido por sorteo, busca un lugar y se convierte en el «zorro escondido». El resto irá recibiendo a pinceladas para rastrear la ubicación, señales o datos radiados que detectan con su «s-meter», equipo con escala de decibelios que indica la proximidad del «zorro».

Un grupo de radioaficionados y acompañantes de Zamora durante una quedada.

Un grupo de radioaficionados y acompañantes de Zamora durante una quedada. / Cedida

«Vamos despacio, uno conduce y otro controla la señal». Quien primero encuentre al compañero será el siguiente «zorro perdido». Hasta ocho cacerías por noche suelen hacer, cuenta Martín, el mismo que promovió la actividad de la madrugada del 23 de abril.

Cada quince días, una "montería"

La hora de inicio suele ser las 23.00 horas «cuando la intensidad del tráfico decae, y se realiza el juego en zonas en las que no entorpezcamos la circulación». Los participantes, todos de la capital, salen con una relativa frecuencia, cada quince días, para saciar la añoranza de aquellos encuentros memorables de los años 80, hasta bien entrados los 90, del siglo pasado, «en pleno bum» de esta práctica que reunía a participantes llegados a Zamora de todos los puntos de la comunidad autónoma e, incluso, del país, y viceversa, añade este radioaficionado, «Eco Alfa One Hotel Lima o, lo que es lo mismo (EA1-HL)», código que le identifica como el titular de la licencia que le enganchó a este peculiar mundo en 1988.

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Forma parte de esa treintena de radioaficionadosaún activos en la capital que un día llegaron al millar en la provincia, «en los tiempos buenos. Hubo radioclub con 130 socios». En las competiciones, «se daban premios, trofeos, y llegaba a haber hasta 80 vehículos jugando». Las quedadas se hacían con otras asociaciones.

El marchamo de estos radioaficionados sigue intacto: «Una fantástica camaradería, compañerismo y solidaridad». Muchos pertenecen a la Red Radio Emergencia (Remer) «incorporada a Protección Civil, colaboramos, pertenecemos a la Subdelegación del Gobierno».

A ellos se acude cuando las nuevas tecnologías se caen «en situaciones de emergencia, siempre estamos dispuestos para entrar en acción».

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