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Día de la Mujer en Zamora

8M en Zamora | Las mujeres imprescindibles de la pandemia: ¿Qué hubiéramos hecho sin ellas?

Ocho mujeres de sectores feminizados y generalmente menospreciados reivindican el valor de su trabajo, en primera línea de batalla durante la pandemia

8M en Zamora | Las mujeres imprescindibles de la pandemia: ¿Qué hubiéramos hecho sin ellas?Ana Burrieza

Han pasado de ser invisibles a ser imprescindibles. La pandemia del coronavirus ha puesto en valor el trabajo esencial desempeñado habitualmente por mujeres y generalmente invisibilizado o incluso denigrado como el de enfermeras, personal de limpieza, trabajadoras de residencias, maestras, psicólogas, cajeras de supermercado, costureras y peluqueras. En los momentos más duros, ellas nos han inmunizado, protegido, animado, educado, curado, abastecido, auxiliado y mimado. En otras palabras, nos han salvado. Ha sido necesaria una crisis mundial para que la sociedad haya reparado en la importancia vital de sectores asumidos en su mayoría por las féminas como la sanidad, la limpieza, la educación y los cuidados, pese a que ese reconocimiento social no haya ido acompañado de una mejora salarial.

Enfermeras

Me quedo con el reconocimiento de la parte humana”, se resigna la enfermera Rocío Páez, de 27 años. Ella fue el primer contrato COVID de Zamora. Como cuando Fernando Simón dijo que como mucho en España habría uno o dos casos de coronavirus, a ella le dijeron que la contrataban por si había que hacer “alguna” PCR. Durante los primeros días, cuando regresaba de hacer pruebas de detección, en ocasiones era aislada en un cuarto con tan solo una silla como mobiliario y notaba cómo no querían compartir ascensor o vestuario con ella por miedo al contagio. “Me sentía una apestada”, recuerda. “Fueron momentos muy duros sobre todo a nivel mental, con turnos de doce horas, viendo cómo se estaba muriendo la gente… era tanto estrés que no podía dormir y sientes que los altos cargos no te valoran”, reconoce.

Las enfermeras Rocío Páez y Lorena Fraile en el vacunódromo de Ifeza

En ese contexto, el apoyo entre compañeras fue esencial y entabló una gran amistad con Lorena Fraile, quien estuvo a punto de renunciar, y con quien no solo comparte profesión, sino también un tatuaje para tener grabado en su piel esta etapa, difícil pero llena de sororidad.

Tatuaje COVID de las enfermeras Rocío Páez y Lorena Fraile.

Tras las PCR, llegaron las vacunas y las enfermeras encarnaron la fuerza laboral que inyectó esperanza a miles de zamoranos. Pese a todo, la joven se siente agradecida y considera que la pandemia ha contribuido a reforzar la imagen del gremio. “Además de nuestro trabajo, hacemos una parte muy humana que no se valoraba y que ahora se ha empezado a apreciar. Hay gente que se da cuenta de que tú no tienes por qué hacerle una videollamada a su familiar… y se la haces”, ejemplifica.

Psicólogas

De igual modo, la crisis sanitaria ha ayudado a derribar tabúes en la salud mental e ir al psicólogo ha dejado de ser cosa de locos. Los prejuicios sobre acudir a terapia han disminuido, aunque a la gente aún le cuesta, como explica la psicóloga Paula Santos, emprendedora y gerente del centro Laborus Work Consulting.

Actualmente, la saturación del sistema está vinculada a los trastornos del estado del ánimo. Según sus palabras, la fatiga psicológica ha derivado en problemas de ansiedad y depresión. Y en las mujeres, el agotamiento se ha visto agravado debido a la sobrecarga de las tareas domésticas. Un reparto dispar que evidencia la falta de una igualdad real de oportunidades entre hombres y mujeres: “El papel de la mujer sigue siendo más ‘agotador’ que el del hombre porque todavía seguimos teniendo esa mentalidad patriarcal que perpetúa el rol asignado al género femenino, consistente en que además del trabajo remunerado tiene esas tareas fuera del ámbito laboral que en muchos casos siguen sin ser compartidas. Entonces, el desgaste se ve más en mujeres que en hombres y, del mismo modo, se ve una mayor fortaleza psicológica en ellas”.

Personal de limpieza

Ejemplo de ello es Marta Jurado Ramos, empleada de Eulen. Minimizar el riesgo de propagación del virus recayó sobremanera en el personal de limpieza y ella sintió sobre sus hombros la responsabilidad de reducir los contagios. Por eso, durante meses se afanó en desinfectar cada pomo, cada baño y cada palmo.

En pleno confinamiento se encargó de limpiar el Mercadona de las Tres Cruces y cuando regresó a los colegios la presión aún fue mayor porque los niños estaban sin vacunar. “De ti dependía de que se contagiaran o no, entonces tenías que andar con un cuidado exhaustivo”, expresa. Admite que la factura emocional fue más dura que la física y lamenta que siempre haya gente que se crea superior. Marta reconoce abiertamente haber sentido complejo de inferioridad por su profesión, “jamás reconocida ni económica, ni socialmente, ni nada de nada”, asegurando que siempre son consideradas como “el último eslabón”.

Marta Jurado Ramos, profesional de limpieza.

Trabajadoras en residencias de ancianos

Junto a ellas, el trabajo de las auxiliares de residencias cobró protagonismo. La residencia de ancianos DomusVi de Villaralbo fue una de las pocas que se libró de la entrada del virus en pleno confinamiento, por lo que la situación no fue tan crítica como en otros centros. No obstante, el aislamiento preventivo, la soledad por la prohibición de las visitas familiares y la incertidumbre hizo mella. Pero ahí apareció Alba Prieto con sus 35 primaveras. Esta pizpireta animadora sociocultural levantó el ánimo de usuarios y compañeras. Trasladó el bingo a los pasillos para alegría de los residentes, los sacó a pasear a la terraza para estirar las piernas por turnos, practicaron gerontogimnasia, colorearon dibujos y jugaron a la mímica.

Todo ello con una sonrisa que camuflaba su miedo. Se aisló de sus padres y se fue al pueblo para disminuir el riesgo de contagio. Un objetivo al que contribuyeron el humor y la música. En colaboración con la ONG Músicos por la Salud, una artista les cantaba vía online los éxitos de Isabel Pantoja, las coplas de Manolo Escobar o las canciones de Karina, además de las populares saetas en Semana Santa. Toda una terapia experimental que hizo olvidar por momentos la pandemia. “Yo solo pensaba en desconectar del exterior, animar y divertir”, explica.

Maestras

Quienes también se divirtieron fueron los niños de 3 y 4 años del CEIP Alejandro Casona gracias a su profe Ana Belén Navarro Pascual. Los más pequeños no podían contener la risa cuando se veían a todos a través de una pantalla en una clase virtual, mucho más diferente y fría que su aula del cole, con sus cuentos, sus juguetes y sus mascotas.

Al principio era difícil captar su atención, pero su alegría suplió la frialdad de la pantalla y todos estábamos deseando vernos”, reconoce Ana Belén, quien a sus 49 años se reinventó como el resto del profesorado para impartir clases online. De regreso a las aulas, su mascarilla obligatoria dificultó su expresión facial, sus muecas y la modulación de la voz, tan importantes en la educación en edades tempranas, pero siente que su trabajo tuvo recompensa y ahora la comunicación con las familias es mayor.

Cajeras de supermercados, peluqueras y costureras

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Entre otros sectores feminizados y en primera línea de batalla, como las trabajadoras de Ayuda a Domicilio, también cabe citar a las cajeras de supermercado, quienes no fueron incluidas dentro del personal esencial prioritario en vacunación, como recuerda Mari Luz. En la reapertura comercial, las peluqueras parece que fueron de primera necesidad, pero no tanto como para bajarle el IVA al 10%, como apunta Pilar del Campo. Y como dice el refrán, las buenas costureras cosieron bien de cualquier manera, aunque fuera trajes con bolsas de basura como señala Leo Hernández, cuya madre cobra la mínima pensión porque toda su vida trabajó de ama de casa y nadie la aseguró.

Sin duda, la sociedad está en deuda con todas. Y es que, ¿qué hubiéramos hecho sin ellas? O, mejor dicho, en presente, ¿qué haríamos sin ellas?

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