En lo que va de 2021, la delegación del Teléfono de la Esperanza en Zamora ha recibido más de 3.300 llamadas. Son diez al día. “Mucha gente se pone en contacto con nosotros por ansiedad, por soledad, porque no puede gestionar sus emociones o porque padece depresión”, explica el representante de la ONG en la provincia, Emiliano Acevedo. La cabeza pide auxilio. Ya lo hacía antes de la pandemia, pero insiste con más fuerza desde entonces. El suicidio de la actriz Verónica Forqué ha devuelto el debate a la escena mediática y ha incrementado el número de consultas.

El propio Acevedo constata esa realidad: “Después de lo ocurrido con Forqué tenemos más llamadas. Suele ocurrir, porque los medios de comunicación también hacen más propaganda del Teléfono de la Esperanza”, justifica el delegado de la organización. ¿Y qué busca la gente que recurre al abrigo de una voz anónima al otro lado del auricular? “Muchos quieren desahogarse”, apunta el representante de la ONG, que reconoce que, con la pandemia, “todo el mundo está más nervioso o más inquieto”. Peor, en general.

“Hay personas que se plantean incluso para qué vivir, porque sus problemas se han agudizado”, insiste Acevedo, que ha detectado un repunte del número de adolescentes y jóvenes que sufren estos problemas: “Antes, hablábamos sobre todo con personas de 50 años para arriba; ahora, tenemos chicos y chicas de 18, 19 o 20 años”, reconoce el delegado del Teléfono de la Esperanza en Zamora, que se muestra ciertamente pesimista de cara al futuro inmediato.

Servicio de psiquiatría en Zamora. | Jose Luis Fernández

Para Acevedo, la sociedad se encamina hacia otra pandemia: la de la salud mental: “Por lo que vemos en el Teléfono de la Esperanza, esto se puede agudizar”, advierte el delegado provincial, antes de reclamar un apoyo institucional mayor: “Lo dice la Organización Mundial de la Salud y lo decimos nosotros: necesitamos un programa estatal como el que sirve para luchar contra la violencia de género o los accidentes de tráfico”.

A juicio del representante del Teléfono de la Esperanza, las instituciones también deben hacer un esfuerzo para ofrecer servicios psicológicos y psiquiátricos desde los estamentos públicos: “Hay gente que no encuentra una salida”, lamenta Emiliano Acevedo, que igualmente se pone deberes para actuar dentro de sus posibilidades: “Vamos a intentar que, en Zamora, haya más cursos o talleres relacionados con la inteligencia emocional, para tratar de encauzar estas situaciones”.

Desde la perspectiva de la psicología, Verónica Mayado constata que el COVID ha venido a apuntalar un problema que ya asomaba antes del famoso marzo de 2020: “El aislamiento, la dificultad para movernos o la ausencia del contacto habitual no nos han facilitado las cosas”, resume la profesional, que ejerce en consulta tanto en Zamora como en Salamanca: “Todo esto nos ha obligado a dar un giro, a cambiar y a dar una respuesta distinta. Ante situaciones así, no podemos predecir cuál va a ser nuestra conducta, y eso supone un reto”, aclara.

En lo referente al citado caso mediático que ha conmovido a la sociedad española, Mayado entiende que la elección personal tomada por Forqué se percibe como algo antinatural, porque “va en contra de las inercias de supervivencia”, pero recuerda que los fallecimientos por esta causa “superan a las muertes por violencia de género”. Es decir, se trata de un problema con una gran incidencia y que, además, muchas veces se trata como un tabú que se extiende a cualquier conflicto mental que afecta a los individuos.

Más allá de esa cuestión, Mayado apunta hacia otra vía: “La sociedad nos manda mensajes en los que nos dice que debemos sentirnos bien a todas horas, y eso no es posible. Sucesivamente, te vas a encontrar con situaciones incómodas, y eso genera una trampa”, afirma la psicóloga.

Una trabajadora de una farmacia despacha varios medicamentos. | Ana Burrieza

Desde la medicina, psiquiatras como Carlos Llanes se enfrentan a diario a una realidad tan cruda como la que él mismo define: “El suicidio ha superado a los accidentes de tráfico como primera causa de muerte violenta en España, y padecer una enfermedad mental es el principal factor de riesgo a la hora de quitarse la vida”.

En esa línea, el psiquiatra del Complejo Asistencial de Zamora señala que las muertes por suicidio “son más frecuentes en personas de edad avanzada”, por lo que considera que el envejecimiento de la población “podría ser el principal factor de riesgo” en la provincia: “Aquí, la red de salud mental llega a cada rincón del territorio, y además contamos con una unidad monográfica del suicidio, así que la respuesta del sistema sanitario es buena; eso sí, intentamos mejorarla”, indica Llanes.

En todo caso, el psiquiatra advierte sobre las aristas que tiene el problema: “El suicidio es un fenómeno muy complejo, que depende de muchos factores y que no siempre se ajusta a un patrón predecible”. Con este condicionante, Llanes se suma a las voces que plantean la necesidad de “un abordaje desde diversos flancos como el que se ha hecho en las últimas décadas con la seguridad vial”. Ahí entran las “campañas de concienciación, la mejora de los recursos y la puesta en marcha de iniciativas completamente novedosas” para frenar la escalada actual.

Por lo pronto, el estudio de los casos desde el ámbito más profesional ha llevado a los psiquiatras a identificar algunos factores de riesgo, más allá del ya citado del envejecimiento. De hecho, en el otro extremo de la pirámide poblacional también hay problemas: “Se ven casos de jóvenes, que llevan a cabo actos muchas veces impulsivos”, describe Llanes. A partir de ahí, entran en juego cuestiones como las enfermedades físicas o psíquicas o la presencia de alcohol y de drogas. Aun así, este es “un cajón de sastre difícil de sistematizar”, por lo que los médicos abundan en la pertinencia de “prevenir y consultar con un sanitario ante cualquier signo de alerta”.

Para ello, Llanes estima necesario “vencer las reticencias que existen”. No es fácil afrontar según qué enfermedades como la depresión, una patología “de origen biopsicosocial”, Dicho de otro modo, que “tiene una causalidad multifactorial, y depende de cuestiones físicas y psíquicas, y también del entorno y las circunstancias”.

Precisamente, el contexto general de los últimos meses no ayuda en exceso a frenar el número de casos. También lo cree el psiquiatra del Complejo Asistencial, que matiza que “aún es pronto para conocer los efectos de la pandemia”, pero que deja patente que, “desde luego, no ha traído nada bueno”.

Ese empeoramiento del contexto conduce a un incremento potencial de las enfermedades mentales, pero también provoca un repunte de casos de ansiedad, problemas para conciliar el sueño o dificultades para afrontar lo cotidiano. Desde el ámbito farmacéutico, Ruperto Prieto atestigua que “cada vez es más común la compra de productos para dormir o para calmar los nervios”.

Prieto habla de pastillas que no precisan de prescripción médica, más allá de la venta habitual de ansiolíticos con receta: “El virus nos afecta, y aquí lo vemos con las olas. Llevábamos un tiempo más tranquilos, pero este nuevo incremento de los casos ha pillado a contrapié a la gente. Creíamos que íbamos a estar mejor en Navidad, pero la sociedad ve las noticias y eso le genera ansiedad. Sobre todo nos encontramos personas mayores que se van poniendo más nerviosas”, asegura el farmacéutico.

Este es el panorama que pintan las personas que ocupan su tiempo en ofrecer herramientas para paliar los problemas de salud mental que azotan a la sociedad. Como conclusión conjunta de todos sus testimonios, una idea: hay que perder el miedo a pedir ayuda.