La Buena Muerte en Zamora: medio siglo de recogimiento

La Hermandad del Cristo de la Buena Muerte llegó a la Semana Santa de Zamora con el marchamo de la austeridad, la innovación y la plástica de aquellos monjes de Zurbarán

En la procesión, antigua cruz de la imagen principal de la Buena Muerte en la que se colocan los nombres de los hermanos muertos.

En la procesión, antigua cruz de la imagen principal de la Buena Muerte en la que se colocan los nombres de los hermanos muertos. / LOZ (Archovo)

Llegaron con el aire fresco y renovador que otorga la juventud, pero con el sólido poso que concede el haber bebido de la esencia de la Semana Santa de Zamora, de la sobriedad, del silencio, del recogimiento y de la devoción que ya era tradición en sus propios hogares, explica su actual abad, Félix Gómez Rodríguez. Es uno de aquellos chicos de entre 17 y 18 años, uno de los tres amigos que se propusieron “innovar” dentro de la Pasión zamorana. Con ellos nació en 1974 la Hermandad Penitencial del Cristo de la Buena Muerte. Junto a Gómez Rodríguez, Millán Gómez Ballesteros y Baltasar Alfonso Lorenzo dieron vida a esa nueva organización.

La magnífica talla del crucificado de tamaño natural, otrora remate de algún retablo, según el estudio del historiador zamorano Florián Ferrero, es la imagen principal de la Hermandad de la que toma el nombre. Con ella procesionaron los hermanos por primera vez el 23 de marzo de 1975, tras barajar otras imágenes. Y lo hicieron bajo el mando del primer abad Gómez Ballesteros que impulsó la creación del coro con integrantes de Voces de la Tierra, con auspicio de José Ramos Amigo, para entonar el Dies Irae remplazado en 1984 por el "Oh, Jerusalem" de Miguel Manzano en la plaza de Santa Lucía, incluida en el recorrido a raíz de la interpretación de esta composición musical.

La imponente imagen, la única que se procesiona inclinada en Zamora, cada Lunes Santo a partir de las doce de la noche por las calles del casco antiguo, fue rescatada para ese primer desfile por los fundadores, por los "hermanos cero" ahora, desde la informatización, con los números uno, dos y tres. El Cristo estaba en una hornacina en la puerta oeste de la iglesia de San Vicente, actualmente cegada. En ese templo permanece en el altar mayor para su abvocación. El Obispado de Astorga autorizó su vinculación a la hermandad como imagen principal, rememora Gómez Rodríguez, abad desde 1978.

Los hermanos portan al Cristo de la Buena Muerte. | Archivo

Los hermanos portan al Cristo de la Buena Muerte. | Archivo / Susana Arizaga

La primera fotografía de la talla recogida en el Catálogo Monumental de la Provincia de Zamora de Manuel Gómez Moreno, que data de 1925, deja constancia de su gran deterioro que, posiblemente, se agudizaría con el traslado desde la iglesia de Santiago del Burgo, donde permaneció años, a la de San Vicente, recoge el libro editado por la Hermandad con motivo de su 25 aniversario, obra de Florián Ferrero.

"Tenía una abertura a lo largo del pecho bastante profunda. En la zona izquierda, el perizonio o paño de pureza se encontraba desprendido. El brazo izquierdo estaba desencajado y le faltaban varios dedos de las manos", detalla el historiador. La cruz tampoco parecía ser la suya, indica el experto zamorano. Tras la primera restauración del escultor zamorano Hipólito Pérez Calvo, la talla pasa por las manos de Julio Mostajo y Mariano Nieto en las dos últimas décadas del siglo XX.

Del origen del Crucificado, poco se sabe, salvo que el prior conventual de los Franciscanos Descalzos lo depositó en el año 1855 en Santiago el Burgo antes de que la orden abandonara Zamora tras 273 años asentada en la capital. Las imágenes que se entregan junto a este Cristo datan del siglo XVI y no se sabe si esta formaba parte del convento de Santa Clara, el último de la orden en la ciudad.

La sobriedad de la imagen resalta a la luz de las teas de cera y parafina que los hermanos portan, entre la singular túnica con cogulla de estameña blanca que visten, ideada en parte, por Alfonso Lorenzo, con la referencia de la indumentaria del cuadro de San Hugo en el refrectorio de los cartujos de Zurbarán. El taller de la Rosa de Oro dio la forma definitiva a la túnica, indican fuentes consultadas.

Complementan la vestimenta, una faja de arpillera ceñida a la cintura y las sandalias franciscanas, aunque algunos hermanos optan por ir descalzos. Del cuello cuelga un crucifijo que es réplica del Cristo de la Buena Muerte. La antigua cruz sobre la que iba la talla, con marcas de haber soportado otra imagen, forma parte del desfile para recordar el nombre de los hermanos fallecidos grabado en las placas que van sucediéndose una tras otra a lo largo y ancho del madero.

La estética, sin duda, es una de las grandezas de esta procesión que impresiona en todo su recorrido tras salir de San Vicente con la iluminación pública apagada para dar paso a los hermanos que caminan guiados por la única luz de sus antorchas. La imagen del Cristo de la Buena Muerte se magnifica en las sombras alargadas sobre los edificios de las angostas calles que conforman su recorrido.

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