Opinión

Tenemos una Semana Santa para poder presumir, pero no para sacar pecho por ello

Durante el resto del año son muchos los zamoranos que trabajan para que las cosas salgan bien

Cofrades zamoranos

Cofrades zamoranos / JOSE LUIS FERNANDEZ

Es difícil encontrar a un zamorano que no se sienta orgulloso de su Semana Santa. El que más y el que menos suele presumir de ello, porque cuenta con suficientes argumentos. Se trata de una semana mágica, donde ha desaparecido el desaliento y el pasotismo que suele prevalecer en nosotros. Y lo es, porque durante el resto del año son muchos los zamoranos que trabajan para que las cosas salgan bien. Para que las diecisiete cofradías consigan hacer que luzcan sus procesiones. Para prorrogar en el tiempo la preciada herencia recibida de sus antepasados.

Pero eso no es óbice para tener que pasarse en auto halagos. Resulta, cuanto menos, atrevido decir que es la Semana Santa mejor de España: la más lucida, la mejor diseñada, la que cuenta con mayor número de pasos y de participantes. O la que tiene mayor número de admiradores. Y digo esto, porque en estos días, en distintos medios se han podido leer y escuchar auto halagos que parecían salir más del corazón de una abuela para con su nieto, que del ejercicio de la razón.

Para poder asegurar cual es la mejor habría que haber visto, al menos una vez, las procesiones de las más de diez mil cofradías repartidas por toda España, al objeto de poder compararlas; cosa del todo imposible para cualquier ser humano, por muchos años que pueda llegar a vivir. O, al menos, conocer las veintiocho Semanas Santas que gozan del título de "Interés Turístico Internacional", como es el caso de la nuestra. Pero se da la circunstancia de que, con toda probabilidad, muy pocos semanasanteros podrán cumplir con esta última condición. De manera que lo que parece asomar por detrás de tanta lisonja no es otra cosa que la de mirarnos excesivamente el ombligo, actitud ésta muy peligrosa, si es que de verdad deseamos que nuestra Semana Santa continúe siendo una referencia.

El hecho de que se siga respetando nuestra idiosincrasia, no impide pensar en ir renovando determinados actos o puliendo ciertos detalles, dentro de una estrategia que pueda ser asumida por las cofradías

El hecho de que se siga respetando nuestra idiosincrasia, no impide pensar en ir renovando determinados actos o puliendo ciertos detalles, dentro de una estrategia que pueda ser asumida por las diecisiete cofradías. Sin ánimo de competir con ninguna, pero con el objetivo de llegar a ser mejor que cualquiera y donde el sentimiento de unidad sea la mejor referencia.

Pero claro, hay quienes piensan de otra manera, e incluso, juzgan con severidad otras Semanas Santas, como pueda ser la de Sevilla. Aunque lo cierto sea que, en otras partes utilizan formatos diferentes al de la austeridad que preside la nuestra. De hecho, poco puede dudarse de la buena organización, de la Semana Santa sevillana, pues, desde facilitar el cruce entre calles coincidiendo con los "fondos" –haciendo posible que no se colapse la ciudad– hasta el desfile obligado de las setenta hermandades por la "Carrera Oficial", son claros ejemplos de ello.

Y es que, desde el siglo IV, se tienen registros de la celebración de la Semana Santa por parte de la Roma cristianizada, lo que ha permitido contar con tiempo suficiente para introducir modificaciones. De hecho, se cambiaron las fechas de su celebración, por parte de la Iglesia Católica, en el Concilio de Nicea (Año 325 d.c.) por el simple hecho de que no llegara a coincidir con la Pascua Judía. Así que decidieron que fuera el Domingo de Resurrección el primero después de la primera Luna llena, o sea tras el equinoccio de primavera, que es cuando el Sol encontrándose sobre la línea del ecuador, hace que el día y la noche de ambos hemisferios tengan la misma duración. O sea que la Semana Santa se encuentra regida por el calendario Lunar.

De manera que cada año se celebra en unas fechas diferentes, que, por cierto, no van nada a favor de su lucimiento, porque, cuando no es por pitos lo es por flautas, la lluvia hace que se suspendan gran parte de las procesiones. Hay quien dice, medio en broma, medio en serio, que por qué no se celebra en una fecha cuya climatología no sea tan incordiante, para que puedan salir todas ellas en plenitud. Pero es que, parece ser, que la pasión y muerte de Jesús ocurrió en fechas próximas al dichoso equinoccio, y desplazarla a una fecha más próxima al verano no encajaría con la misma rigurosidad a la celebración de esta gran historia.

Por cierto que en otras latitudes existen curiosidades dignas de ser resaltadas, como el hecho de que haya más de cien Cristos y Vírgenes que tengan allí el título de alcalde o alcaldesa honorario.

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