Opinión

MaaS, la calma antes de la tormenta

Los sistemas de movilidad compartida no destacan por su rentabilidad, al menos en su concepción actual

Imagen recreada con IA

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La movilidad experimenta una metamorfosis silenciosa de producto a servicio, de tener a usar, y de poseer a compartir. Entramos en la era MaaS (Mobility as a Service, por sus siglas en inglés), donde la multimodalidad va a difuminar el enorme espacio que aún separa lo público y lo privado, al menos en las ciudades. Un previo a la verdadera revolución que amanece en el horizonte.

La digitalización del transporte afronta su máxima expresión. Y mientras proliferan plataformas que permiten al ciudadano cubrir esa necesidad, hay quien descubre con asombro que ésta, paradójicamente, no ha cambiado. Acabaremos por constatar, en un giro inesperado de los acontecimientos, que desplazarse es un medio y no un fin en sí mismo. Sarcasmo aparte, lo difícil es lograr el equilibrio entre tiempo, esfuerzo, coste y comodidad tal que se maximice el rendimiento y se minimice el impacto, sin perjudicar la economía ni anestesiar la experiencia. Una salida a este laberinto de minotauro es la MaaS, que propone un transporte accesible, integrador y sostenible. Un proceso que será más lento o más rápido, mediante medidas catalizadoras como las adoptadas en París (Eva Díaz, El Economista), pero que empieza a parecer inevitable. Ya se aprecia Ítaca entre brumas en el horizonte, aunque antes quede mucho mar por recorrer y muchas pruebas por superar…

La primera prueba sería lógicamente la viabilidad económica. No en vano, los sistemas de movilidad compartida no destacan por su rentabilidad, al menos en su concepción actual. Para mayor complejidad, hay que sumar a la ecuación los sistemas colectivos de transporte urbano regidos por criterios totalmente distintos. Integrar todo en una plataforma puede ser atractivo, al generar sinergias cruzadas que realimenten la demanda del sistema, pero, por otro lado, puede dinamitar una gestión compleja incluso por separado, con distorsiones intermodales difíciles de medir y calibrar. En mi opinión, adaptar lo que hay es un error que se cometerá, y la solución pasa por desarrollar innovadores modelos de negocio que evalúen la rentabilidad del sistema con métricas adaptadas a la nueva movilidad. Toca empezar de cero, considerando las externalidades del transporte, ingresos que combinen esquemas de suscripción y pago por uso, y subvenciones gubernamentales orientadas a lograr ese equilibrio mencionado anteriormente.

Considerar al vehículo como electrodoméstico en lugar de un miembro más de la familia no será inmediato, pero ya se observa esa tendencia en las nuevas generaciones

Un equilibrio que no se concibe sin considerar la accesibilidad, siendo ésta la segunda gran prueba. Debe ser una propuesta universal, es decir, que englobe a todas las personas independientemente de su edad, capacidad económica, o permeabilidad tecnológica, con desafíos como garantizar el acceso de bebés, ancianos y personas con discapacidad o priorizar situaciones de emergencia. Esto podrá requerir de políticas específicas, como tarifas reducidas para grupos desfavorecidos. Y si nos centramos en los usuarios, no podemos omitir afrontar la tercera prueba, que no es otra que garantizar la privacidad y seguridad en la gestión de datos, aspecto crucial pues sin ellos la MaaS es inviable. Habrá que establecer marcos legales y tecnológicos robustos que protejan la información personal y generen la consecuente confianza en la plataforma. Una plataforma que deberá integrar todos los modos de transporte, en lo que constituye la cuarta prueba a superar.

En efecto, integrar la multimodalidad no es un aspecto baladí. No sólo implica aspectos técnicos, como la compatibilidad de sistemas de información, sino acuerdos comerciales entre potenciales competidores con modelos de gestión radicalmente opuestos. Pero la realidad del mercado, tozuda como siempre, acabará por imponerse, forzando una colaboración entre agentes condenados a entenderse. El usuario es cada vez más exigente y ya no se conforma con la experiencia de la conducción. La quiere en toda la cadena de valor del viaje, pudiendo planificar, reservar y abonar viajes combinados en tres clics (three-click rule). La simplicidad, como ingrediente secreto de la MaaS. Por cierto, sin menospreciar la integración empresarial ni digital de la intermodalidad, conviene no obviar la estrictamente física en un espacio finito como todo entramado urbano. Un problema que, a largo plazo, podrá ser tan o más relevante que el resto, pues las necesidades de cada modo son tan intrínsecas e/o incompatibles como las de sus usuarios.

La quinta prueba es la desvinculación emocional respecto al vehículo privado como símbolo de status social. La MaaS tiene el potencial de reducir el impacto ambiental del transporte y optimizar los recursos monetarios destinados a la adquisición de vehículos mayoritariamente infra utilizados. Eso pasa por considerar al vehículo como electrodoméstico en lugar de un miembro más de la familia. Por supuesto, no será inmediato, pero ya se observa esa tendencia en las nuevas generaciones que han crecido junto a startups colaborativas (desde bla bla car hasta wallapop) donde el fin (objetivo/precio) justifica los medios (compartir/reusar), y cuya filosofía no dista mucho de otras corrientes (innovación democrática, economía circular, crowdfunding, etc.). Finalmente, la última prueba consiste en el propio despliegue por fases de la MaaS, porque las mayores distorsiones se van a producir precisamente en esas fases de convergencia de un sistema a otro, y la difícil gestión del cambio siempre tendrá detractores que, cual Simón del desierto, predicarán inculcando miedo desde columnas esculpidas con intereses opacos.

Muchos desafíos, tantos como la oportunidad que representa. Habrá quien diga que son demasiados, si bien, una efectiva colaboración público-privada permitirá superarlos y recuperar ciudades más habitables, más sostenibles e incluso mejor conectadas, antes de la llegada del vehículo autónomo, la verdadera tormenta perfecta que reinventará la movilidad tal y como la concebimos.

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