Para ti, Catalina

La hostelera alistana, fundadora con su marido del Restaurante Remesal en Villardeciervos, recibe un homenaje de su familia

Catalina con su marido y sus dos nietos, Alejandro y Raúl

Catalina con su marido y sus dos nietos, Alejandro y Raúl / María José Remesal

Sara Alonso Vega

Dulzura, ternura, paz, alegría y calma. Todo es Catalina. Hay personas que tienen la capacidad de frenar tempestades, que tienen el don de tranquilizar solo con su presencia. Catalina también es una de ellas. Parece que esta cualidad es sencilla, pero no lo es. Es un don que nace del cariño hacia los demás. Una palabra suya, una risa, un abrazo… tranquilizan. Si estás bien, te saca una sonrisa, porque ella es así, alegre. Si estás mal, también, ayudándote a olvidar los problemas.

Definirla en una palabra es imposible. ¿Os habéis parado a pensar cuántas personas buenas tenéis cerca? Cerrad los ojos y pensarlo unos minutos… ¿a qué no hay tantas? Nosotros tenemos la suerte de tenerla. Sí, a ella: Catalina.

Catalina, alistana al frente del Restaurante Remesal de Villardeciervos

Catalina, alistana al frente del Restaurante Remesal de Villardeciervos / María José Remesal

Catalina es familia, hogar, vida. Hija de Aliste, hermana de ocho hermanos y hermanas, salió de su casa cuando aún era tiempo de juegos, sin embargo, a ella le tocó buscarse la vida y trabajar, algo que no debería hacer ninguna persona a esa edad. Benavente fue su primer destino, pero después, al igual que el de muchos españoles, tuvo que emigrar a Suiza. Con su marido, José Antonio, trabajó durante años allí, dejando a su hijo, Ángel, en España: no había otra opción. Con el tiempo, consiguieron, con mucho esfuerzo, volver a España y crearon lo que hoy es, para nosotros, su familia, y para mucha gente, nuestra segunda casa: el Remesal en Villardeciervos. Por esa época, también nació su hija, María José, quien ha tomado las riendas del Remesal (y que ha recogido su legado: hacer felices a todos los que acuden allí). Durante toda una vida, en el bullicio del bar, entre el tintineo de copas y el murmullo de conversaciones animadas, nuestra Catalina ha logrado que su comida y su restaurante sea hoy la casa de muchas personas que siguen yendo con el anhelo de continuar descubriendo y disfrutando del arte de sus manos en los platos. Y lo continúa haciendo. Los comensales se sienten como en casa, sentados a su mesa con platos que cuentan historias y bocados que son un viaje culinario. Una suerte compartida con nuestra familia, que seguimos disfrutando siempre que podemos de sus caldos, de su cocido, de su leche frita, de sus rosquillas, sus figüelas... Y es que Catalina no solo cocina con habilidad, sino que también cocina con amor y eso la convierte en una gran cocinera, una cocinera de verdad.

Lejos de las cocinas y del restaurante Remesal en Villardeciervos, un precioso pueblo de La Carballeda, Catalina ha ido construyendo su refugio, su casa. Cada rincón está decorado con esmero, aunque si hay algo que destaca son, sin duda, sus flores. Si, también tiene un don para cuidarlas. Su jardín rebosa de vida y color y cada flor parece crecer con una vitalidad única bajo su cuidado.

Catalina cuando era joven

Catalina cuando era joven / María José Remesal

Visitar a Catalina es como regresar al hogar después de un largo viaje. Sentados en la zona de atrás del jardín de su casa, en nuestro “chiringuito”, el tiempo parece detenerse. No hace falta más. Es una sensación única: allí se para el tiempo, se recuerdan historias y se es feliz. ¿Hay algo mejor que esa sensación?

Y con nuestra admiración, creemos que ha llegado el momento en el que todo lo que hemos recibido de ella, hay que agradecérselo. A nuestra manera. Lo mejor que sabemos. Por eso, a primeros de este año, llegaron las llamadas de teléfono, los mensajes de WhatsApp, la sonrisa en cada nuevo plan, la picaresca de la mentira piadosa, el miedo del descuido, en definitiva la organización de una fiesta para ella. Todos estuvimos de acuerdo en que nuestro objetivo era intentar hacerla feliz. Y lo que teníamos claro es que haríamos lo imposible por conseguirlo.

Y sí, Catalina, te mereces todo. Insistimos cuando decimos que eres dulzura, ternura, paz, alegría y calma. Y tenemos la suerte de tenerte a nuestro lado. Desde aquí, te damos las gracias por el caldo que, sin saberlo, nos has preparado, del “sí” inmediato de todos a esta fiesta que tanto te mereces, de la imaginación y locura de los que participamos en esta celebración y de lo que eso significa: somos una bonita familia. Te queremos más de lo que las palabras pueden expresar. Gracias por ser quien eres, por tu alegría contagiosa, por tu generosidad infinita y por tu amor incondicional. ¡Feliz cumpleaños, Catalina!

(*) Escrito en nombre de la familia Alonso Domínguez

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