Las abejas, el termómetro del cambio climático en Aliste

La campaña apícola avanza en Viñas de Aliste, donde el calendario de floraciones se tambalea año tras año y amenaza con perder el equilibrio

Manuel Casado Nistal, de la Colmenita de Aliste, sopla las abejas para protegerlas durante la recolección de miel.

I. B.

El cambio climático también ha llegado a Viñas de Aliste, donde las colmenas, año tras año, dejan ver el rastro de los estragos de un clima cada vez más extraño.

Manuel Casado Nistal es uno de los apicultores que desde hace semanas ha empezado a castrar las colmenas para la Colmenita de Aliste, días en los que sabrá si el trabajo de los últimos meses ha dado sus frutos.

Este año, de momento, "parece la bomba" en comparación con el pasado, explica este afanado apicultor que aún recuerda el verano anterior, cuando la sequía y los incendios echaron a perder el monte de gran parte de la comarca y algunos apicultores de la provincia colgaron las botas para siempre. Esta temporada la sequía había vuelto a acechar, pero en el último momento, las lluvias llegaron para aliviar el verano.

Manuel Casado Nistal, apicultor de Viñas de Aliste.

Manuel Casado Nistal, apicultor de Viñas de Aliste. / JOSE LUIS FERNANDEZ

"Estos bichitos son los que más notan el cambio climático", sopesa el alistano sobre sus colmenas, un termómetro que le chiva cómo va el año, si llueve, si hay floraciones, si el invierno viene cálido o si la humedad es la que debería ser cada primavera. Esta vez solo había castrado seis colmenas cuando ya había recogido más miel que todo el año pasado, cuando como muchos otros compañeros, se quedó sin género que vender.

Por el momento, y aunque aún queda mucho trabajo por delante, el apicultor estima recoger 14 kilos por colmena, una campaña alentadora después de dos años de sequía. Aun así, no fue hace mucho cuando vio el último mensaje de un colega que anunciaba que vendía la explotación. Al final "se compuso el campo", aun así, Manuel ha plantado girasoles como apoyo para alimentación de sus abejas.

En Viñas, el de la colmenita es el único apicultor, aun así, lamenta el pillaje de otras abejas, que debilita a su rebaño alado.

El apicultor pasará las semanas que quedan por delante a cargo de las cuatrocientas colmenas que fabrican la miel de la Colmenita de Aliste, marca bajo la que vende su producto. Además de recoger la miel, protegerlas de las enfermedades y depredadores es también parte de las labores durante la recogida. Las jornadas de Manuel estos días empiezan en la nave, donde prepara sus herramientas para salir un día más al campo. En un todoterreno, carga los cuadros limpios de miel para dejar en el lugar de los que recoja, un soplador y el tradicional ahumador; algo de medicina para la varroa y las vestimentas de apicultor completan el equipaje para la jornada.

Manuel Casado Nistal, apicultor de Viñas de Aliste.

Manuel Casado Nistal, apicultor de Viñas de Aliste. / JOSE LUIS FERNANDEZ

Las abejas conviven con muchos elementos a contracorriente. En Viñas, el de la colmenita es el único apicultor, aun así, lamenta el pillaje de otras abejas, que debilita a su rebaño alado. Cuando hay poca comida en el monte, los enjambres buscan alimento en otras colmenas, a las que saquean y que incluso pueden contagiar de varroa. Los apicultores trashumantes que llegan cada año a Zamora hacen aún más difícil el oficio.

El opérculo es la señal que marca la humedad correcta; de lo contrario, la miel podría fermentar.

Tras unos minutos de viaje, el apicultor llega a uno de sus colmenares. Poco a poco examina los cuadros de miel, que solo están listos para recoger cuando las abejas los han sellado: El opérculo es la señal que marca la humedad correcta; de lo contrario, la miel podría fermentar. Este trabajo empieza siempre por los lados, explica Manuel, ya que los cuadros que hay que recoger de cada colmena son los que se encuentran a los extremos "en el centro suele estar la reina", continúa sobre las normas de un oficio que consiste en retirar lo sobra.

Manuel Casado Nistal, apicultor de Viñas de Aliste.

Manuel Casado Nistal, apicultor de Viñas de Aliste. / JOSE LUIS FERNANDEZ

Cuando en ocasiones nefastas no hay miel, la mano del hombre interfiere para alimentar las colmenas con mezclas de fructosa suficiente consistentes como para permitirles resistir durante el invierno, pero no tan ricas como que la reina ponga 2.000 huevos diarios, como sucede con el alimento de la primavera. El precio de estos piensos para abejas se ha encarecido de una manera salvaje en el último año, cuando la bolsa de alimento azucarado ha pasado de valer menos de un euro a casi dos.

Manuel Casado Nistal, apicultor de Viñas de Aliste.

Manuel Casado Nistal, apicultor de Viñas de Aliste. / JOSE LUIS FERNANDEZ

El vidrio también ha subido, y este apicultor recuerda como sufrió el desabastecimiento después de la pandemia, cuando tuvo que presentar su miel en envases de plástico porque "no había otra cosa". El aumento del coste de producción -de en torno a un 50%- no ha repercutido tanto como debería en el precio del producto en el mercado "no hay una lonja, es oferta y demanda", sopesa el trabajador rural sobre un mercado copado por siropes procedentes de China bajo la falsa etiqueta de miel.

Manuel examina cada cuadro y valora si puede llevárselos o si esa miel debe quedarse en la colmena "depende de lo que pesen... a veces no le puedo quitar ninguno", explica mientras evalúa el estado de la cámara de cría, donde la nueva generación de abejas aún está creciendo.

Si tienen suerte y la vetulina no logra llegar nunca a Viñas, las larvas seguirán creciendo hasta convertirse en ejemplares adultos, cuando tendrán que vérselas con las avispas europeas, a las que es fácil ver rondar las colmenas de Casado Nistal.

En las colmenas hace calor a pesar de que es septiembre. La temperatura es otro de los factores claves en el oficio, donde se temen los inviernos cálidos que promueven la varroa, así como el exceso de frío que hace que las crías se pudran y la loque invada la colmena. Para que la nueva generación de abejas nazca sana, la larva debe tener una temperatura de 32 grados que debe mantenerse a toda costa: las abejas se aglutinan para aumentar la temperatura en torno a la cría, o se colocan en la entrada de la colmena y baten sus alas para ventilar. El apicultor puede encalar las colmenas para ayudarlas a bajar en hasta tres grados su temperatura. Si tienen suerte y la vetulina no logra llegar nunca a Viñas, las larvas seguirán creciendo hasta convertirse en ejemplares adultos, cuando tendrán que vérselas con las avispas europeas, a las que es fácil ver rondar las colmenas de Casado Nistal.

Manuel Casado Nistal, apicultor de Viñas de Aliste.

Manuel Casado Nistal, apicultor de Viñas de Aliste. / JOSE LUIS FERNANDEZ

"Ahora nos dicen que las dejemos porque les hacen competencia a la vetulina", explica el apicultor que se resiste a ver como la depredadora se come a tan si quiera una de sus miles de polinizadoras. "El caso es que hace daño, pero no se puede comparar con la velutina, que mata toda la colmena para comerse las larvas". Las polillas son otros de los peligros que afrontan "aunque eso es de toda la vida" este año hay más de lo normal. La polilla entra en la colmena y pone allí sus huevos, que eclosionan con el calor y se alimentan de la cera, dejándola inservible y que habrá que retirar para la siguiente campaña "antiguamente se decía que era la manera natural de regenerar la colmena", explica el alistano sobre la sabiduría popular.

Manuel también protege a las colmenas de sí mismo. En el oficio han incorporado a sus labores los sopladores de aire, unos aparatos que, aunque ruidosos, ayudan a limpiar de abejas los cuadros de miel "para no espachurrarlas al abrir y cerrar las colmenas", explica este apicultor sobre una técnica que, aunque poco vistosa, permite "no maltratarlas".

En el entorno también se nota la presencia de las colmenas, y a unos pasos, las zarzas silvestres están más cuajadas de moras de lo habitual, una señal infalible que demuestra que cientos de miles de abejas viven cerca.

El agua también debe estar presente en la apicultura. Las fuentes y riberas son lugares excelentes para las colmenas de Manuel, quien también acusa a los pozos de sondeo de haber perjudicado los caudales naturales que, de siempre, habían atravesado Viñas de Aliste. Ahora el paisaje es menos verde y el monte cada vez está más seco. En el entorno también se nota la presencia de las colmenas, y a unos pasos, las zarzas silvestres están más cuajadas de moras de lo habitual, una señal infalible que demuestra que cientos de miles de abejas viven cerca.

Manuel Casado Nistal, apicultor de Viñas de Aliste.

Manuel Casado Nistal, apicultor de Viñas de Aliste. / JOSE LUIS FERNANDEZ

Tras la recogida, Manuel regresa al pueblo para sacar la miel "que no se puede envasar así como así", explica. Lo primero, es quitar el sello de la miel "el cuchillo, cuanto más caliente mejor", aconseja sobre un proceso que, en Viñas, se hace todo a mano. El de la Colmenita de Aliste no utiliza la carísima máquina que adquirió hace años y que reposa en una esquina de la nave "no funciona con la miel tan densa de Aliste". Los ingenios modernos no están listos para la miel negra y espesa que Manuel deja escaparse a tajos, y que requiere manos y paciencia.

Con un vistazo Manuel sabe si lo que hay en el panal es romero, brezo o castaño, las mieles predominantes del monte alistano. Una vez cortado el sello, el panal se introduce en el extractor, donde la miel sale por fuerza centrífuga y se respeta la cera del cuadro, que puede reintroducirse de nuevo en la colmena. La miel que hasta hace solo unos minutos aún estaba a un par de kilómetros, en las colmenas, aún mantiene parte de la temperatura: está a 28,3 grados. Él la deja decantar de 15 a 20 días "Yo no la filtro directamente, le quito la cera por arriba y luego la echo al madurador otros dos días a que acabe de decantar".

Este oficio ocupa los días de Manuel durante las cuatro estaciones, porque, aunque en invierno la colmena esté dormida, el apicultor tiene muchas horas por delante en su taller

Este oficio ocupa los días de Manuel durante las cuatro estaciones, porque, aunque en invierno la colmena esté dormida, el apicultor tiene muchas horas por delante en su taller para preparar los miles de cuadros para la llegada de la primavera, donde el ciclo, volverá a empezar para este apicultor estante.

Manuel Casado Nistal, apicultor de Viñas de Aliste.

Manuel Casado Nistal, apicultor de Viñas de Aliste. / JOSE LUIS FERNANDEZ

En unos meses volverá a experimentar ese momento antes de abrir una colmena, cuando compruebe si el trabajo duro ha tenido su efecto: "si tienen miel y ves que las colmenas están bien sientes que lo que has hecho merece la pena", confiesa. El equilibrio se mantiene en el calendario de las colmenas, que se conforman como sociedades muy sensibles a los cambios del mundo exterior.

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