La fiesta de la hospitalidad en dos de los municipios más pequeños de España
Prado y Quintanilla del Olmo, en Zamora, se hermanan e intercambian iglesias y casas en su Rogativa del 1 de mayo
La fiesta de la fraternidad, de la hospitalidad y de la lealtad mutua. Eso es lo que celebran cada 1 de mayo dos de los municipios más pequeños de toda España: Prado y Quintanilla del Olmo, en la provincia de Zamora.
En la Rogativa de "San Uno" los vecinos de Quintanilla del Olmo llegan en procesión a la iglesia de Santa Marina, en Prado, para oír misa, y las gentes de Prado hacen el recorrido contrario hasta el templo de San Babilés, en Quintanilla.
Las comitivas, con sus imágenes de devoción, se cruzan en "la raya" de los términos municipales, un poco más cerca de Prado que de Quintanilla, donde cada año escenifican ese hermanamiento con un abrazo y el intercambio de bastones entre los alcaldes de los dos municipios, en 2023 Ana María Vidal García, por Prado, y Vicente Peláez Peláez por Quintanilla del Olmo. Lo mismo hacen los jueces de paz. Una manera simbólica de decirse "nuestro pueblo es vuestro pueblo". En estos pueblos de la Tierra de Campos los bastones no se alzan soberbios, amenazantes, engreídos; se intercambian en un ritual pacifista.
La comitiva de Quintanilla del Olmo la abrían las banderas Castilla y León, España, Zamora y la Unión Europea. Detrás, tres imágenes en procesión: una figura del Niño Jesús llevada por los más pequeños del pueblo, otra de san Isidro Labrador y por último la Virgen. Tras la imagen mariana los sacerdotes Miguel Morán García y Agapito Gómez García, que después cooficiarían la misa en Prado.
La procesión de Prado comenzaba con un sonoro repique en la torre de Santa Marina gracias a la colaboración de la Asociación de Campaneros de Zamora. El pueblo entero bajó hasta la raya entre los municipios con las imágenes de la Virgen, san Antón y san Isidro Labrador, con el cura Secundino Movilla López –pradeño de nacimiento– y un grupo de dulzaineros.
El encuentro es mucho más que un saludo protocolario entre los alcaldes y jueces, todos tienen amigos –e incluso parientes– del pueblo vecino a los que saludar y con quienes conversar brevemente.
Antes del intercambio de bastones los devotos cantan ante las imágenes marianas el Regina Caeli –reina del cielo en latín–, una de las antífonas mayores que se oran a la Virgen. Tampoco faltan los cohetes y algún "Viva Prado y Quintanilla".
Las dos procesiones continúan cada una hacia el pueblo vecino. Tras la misa se ofrece "el bollo", un aperitivo que los anfitriones dejan preparado para el disfrute de los vecinos del otro pueblo. Antiguamente el bollo se daba en las casas del alcalde y del juez de paz.
Según cuentan, casi todos los hogares de Prado quedaban con las puertas abiertas para los vecinos de Quintanilla del Olmo, y viceversa. Algo impensable en el mundo en que vivimos actualmente.
Pero Quintanilla del Olmo y Prado siguen siendo pueblos hermanos, a los que les une más de lo que les separa: la amistad, la amabilidad, la igualdad, el respeto por lo ajeno...
Y también la despoblación. Sumando los dos pueblos, en pleno invierno quedan menos de 50 personas residiendo allí. Pero en el puente del 1 de mayo las dos localidades vuelven a llenarse. Aunque oficialmente los patrones de estos pueblos son san Babilés (24 de enero) y santa Marina (18 de julio), la Rogativa y los días previos son la auténtica fiesta mayor de ambos pueblos, la "llamada de la tribu" a la que acuden los hijos y nietos de Prado y Quintanilla del Olmo desde las ciudades donde viven el resto del año.
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