La Opinión de Zamora

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Zamora se vacía

El agua desaparece del paisaje en un verano marcado por el fuego y la sequía, cuyas consecuencias económicas y sociales podrían ahondar aún más en la despoblación

Las compuertas de Ricobayo durante este fin de semana y la sequía presente en el entorno.| José Luis Fernández

Despoblación, incendios y sequía. Zamora afronta un nuevo reto por su supervivencia en un verano marcado por la escasez de agua, que deja paisajes cada vez más vacíos.

La gran masa de agua de Ricobayo se encuentra reducida . Cifras bajas incluso para el verano, pero más allá de los embalses, los acuíferos y la humedad del suelo también se han visto esquilmados. La sequía agrícola que se ha abalanzado sobre la provincia ha repercutido de manera directa en la producción, y por lo tanto, en el mantenimiento económico de las zonas rurales. Una carencia que ha ido más allá de playas de pantano minimizadas y ha dejado estampas de campos pobres.

El secano de la provincia se ha tambaleado, y más allá de la agricultura, la ganadería también sufre la merma de cosechas de cereal, que ha incrementado los costes de las explotaciones familiares que aún arraigan población al territorio, y que en el mejor de los casos han recurrido a los pastos que no han sucumbido a los incendios.

El mantra de “no hay agua” sobrevuela los campos zamoranos, y la producción de secano ha disminuido un 35% de media, según datos de la Junta de Castilla y León. Algunos agricultores han sufrido hasta un 50% de pérdidas por la escasez de lluvias, resultado de un lejano anticiclón: la ciencia dice que el anticiclón de las islas Azores está íntimamente ligado a la sequía actual de Zamora, según el estudio internacional que marca esta sequía como la peor en los últimos 1.200 años en Europa.

Playa fluvial de Rionegro, prácticamente sin agua. | Araceli Saavedra

Sin agua, todo ha cambiado en la provincia. La trashumancia llegó en mayo a Sanabria de manera precipitada, cuando la primera vacada de 250 cabezas ascendió hasta los pastos de la Sierra Segundera ante la escasez de alimento en el municipio de Asturianos. Como un dominó, la economía también ha encajado el golpe que ha hecho que el ecosistema de una provincia se tambalee.

Agua que sustenta también el turismo. Los veraneantes han multiplicado los consumos domésticos en las comarcas. Los cortes de agua se repiten por Aliste, pendiente de cuidar unos acuíferos en riesgo por las consecuencias a largo plazo del incendio, y que de momento, se nutre también de sondeos con capacidad para abastecer consumos domésticos, pero no piscinas ni huertos.

Un vecino cruza el puente en Rihonor de Castilla, a sus pies, el cauce casi seco. | Araceli Saavedra

Las perforaciones también son finitas, y las primeras restricciones del verano llegaron en Arcenillas, con varios pozos esquilmados a sus espaldas, a la espera de que las obras de abastecimiento que conectarán al municipio con el suministro de Zamora lleguen el próximo año. De momento, las garrafas de agua, las potabilizadoras portátiles y los camiones cisternas se pasean por la provincia para paliar averías, cortes por sequía o para llenar los bebederos de ganadería y fauna, que buscan agua

Las actuaciones para asegurar las infraestructuras de agua han costado a la provincia en los últimos cuatro años alrededor de una decena de millones de euros, un presupuesto que se prevé que continúe creciendo, pues la gestión del agua disponible se sitúa como acción clave para luchar contra las sequías, que se auguran cada vez más comunes y duraderas.

La playa de Rionegro del Puente es uno de los ejemplos de que el paisaje zamorano sufre el calor de manera diferente a lo usual. A penas unos centímetros de agua se agolpan en la poza de La Carballeda, donde el baño no es posible.

Embalse de Cernadilla que se encuentra al 10% de capacidad vista desde Sandín. | Araceli Saavedra

Muchos manantiales superficiales amenazan con desaparecer de manera definitiva, y los sondeos cada vez buscan pozos más lejanos. A mayor sequía, también crece la concentración de minerales, presentes de manera natural en el suelo de Zamora pero que encarecen el proceso de potabilización de los ayuntamientos más humildes.

Los cientos de riachuelos que discurren ahogados en sequedad dejan un hueco hondo y angosto en Zamora, la huella de un agosto árido, en un año que quedará para la historia de la provincia como el que vació de vida el campo, arrasado por fuego y sequía.

Más de 380.000 litros repartidos en cuatro días

Desde el 15 de agosto se han procurado 23 envíos de agua a quince localidades de Zamora. En total, 32 camiones cisterna han viajado para abastecer al norte de la provincia, seca, sin capacidad para ofrecer el suministro mínimo a la población.

Cuatro días en los que la Diputación de Zamora ha repartido 384.000 litros de agua entre las localidades de Carracedo de Vidriales, Peque, Cunquilla de Vidriales, Junquera de Tera, Barrio de Lomba, Quintana de Sanabria, San Miguel de Lomba, Rionegrito, Santiago de la Requejada, Linarejos, Cerezal de Sanabria, Arrabalde, Santiago de la Requejada, Pedroso, Lobeznos, Rihonor de Castilla.Como respuesta, el control sobre el agua ha crecido en la provincia.

La necesidad de gestionar el recurso ha dado con nuevas ordenanzas municipales en todas las comarcas, donde los contadores en la vía pública y el cobro de las facturas han sido tomadas como medidas necesarias en pueblos donde el agua corría, como era natural, a borbotones y sin descanso. La actualización de la red y de las infraestructuras son, además de la pedagogía en el ahorro de agua, las actuaciones que desde las instituciones se pueden llevar a cabo en la materia.

Recordar que el agua es para las personas, y no para limpiar coches, llenar piscinas de manera regular, inundar huertos o promover fiestas del agua, es la tarea que se encomienda a la sociedad zamorana.

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