En la alegre primavera: in memoriam de Luciano Huerga

El cielo de la mañana era azul cuando hice esta fotografía en la Mota

Luciano Huerga.

Luciano Huerga. / Juan Antonio Gil

Juan Antonio Gil

El cielo de la mañana era azul cuando hice esta fotografía en la Mota. Era primavera y se avecinaba la campaña electoral. La última y también la más dura para Luciano, como supe poco después. No estaba posando; la tomé al descuido. La original es en color, pero la convertí a blanco y negro y quemé el fondo porque me gustó su expresión, que le definía tal y como yo lo veía, sin distracciones. Se la envié como recuerdo. No pensé en publicarla hasta ahora.

Luciano Huerga.

Luciano Huerga. / Juan Antonio Gil

Maruja Torres escribió que no siempre las imágenes valen más que mil palabras en periodismo. En la invasión de Granada, en una avanzadilla, los soldados americanos se tiraron al suelo para cortar una alambrada. Los cámaras los grabaron y retrataron de frente. Sin embargo, junto a la valla, había una puerta por donde habían entrado los medios de comunicación. Fueron portada de las grandes cabeceras y de las televisiones de medio mundo, aunque la imagen era un paripé: ni los soldados ni los periodistas corrían peligro. Creo que le conté está anécdota. Sonrió con la misma expresión, con la misma limpieza que yo percibo en esta imagen. Se aprecia retranca sana. Ningún doblez, y menos impostura; una serenidad madura y confianza natural.

Recuerdo la misma sonrisa con la que hablaba con complicidad a niños y mayores; su energía incombustible en el trabajo; su sentido del humor incluso en muchos malos momentos; su dedicación y su cariño hacia su madre pese al cansancio de una larga y dura jornada; su entrega honesta, íntegra y sin tacha a Benavente.

Las cosas nos parecen a menudo más grandes de lejos que de cerca, decía Julio César. Tal vez sea así. Tal vez, ahora que ya no está, lo vea más grande que "cuando la juventud le ofrecía la alegre primavera".

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