Entrevista | Héctor Abad Faciolince Escritor

"El olvido por obligación política me parece totalmente inaceptable"

"Tenemos que convivir con la memoria de lo horrible que nos permite que no se repita y quitar la presencia permanente del recuerdo"

Héctor Abad Faciolince

Héctor Abad Faciolince / Miguel Ángel Lorenzo

Natalia Sánchez

Natalia Sánchez

El escritor y periodista colombiano Héctor Abad Faciolince ha visitado Zamora esta semana gracias a un encuentro con el poeta Tomás Sánchez Santiago en una librería de León. En esa ocasión el zamorano le habló de su tierra natal y Abad quiso descubrir la ciudad del románico, que le ha prendado. El autor del "El olvido que seremos", donde narra el asesinato de su padre, un defensor de los derechos humanos en Colombia, ha cumplido su palabra y ha mantenido un encuentro cerrado con los integrantes de los clubes de lectura de la Biblioteca Pública y otro abierto al público en general donde conversó con Tomás Sánchez Santiago.

–Toda su vida quiso ser escritor. ¿Es el autor qué soñaba en su infancia?

–No concibo la vida sin varias cosas: sin nadar, sin leer, sin escribir y sin querer a alguien sin querer a varias personas. Sin eso nada vale la pena. El orden no importa leer, escribir querer, nadar. Desde los once o doce años yo decidí que quería ser escritor fuera como fuera, un escritor bueno o malo, con éxito o sin éxito. Con lo que contaba era con la confianza de mi padre que sabía de ese secreto mío, de esa aspiración y él confiaba mucho en mí, mucho más de lo que yo confiaba o confío y he seguido escribiendo más con esa confianza ajena de él que con la mía propia. Nunca soñé con que la escritura me pudiera llevar lejos de Medellín y sin embargo es ella la que me lleva por tantos sitios, ahora por Zamora que tal vez nunca hubiera conocido si no fuera porque por lo que escrito. Todo lo que soy, se lo debo a haber escrito. Es una gran sorpresa haber logrado tanto con algo tan sencillo como tres dedos y un bolígrafo para escribir y un papel para poner en él lo que se me va ocurriendo.

ZAMORA. Héctor Abad Faciolince.

Héctor Abad Faciolince. / Miguel Ángel Lorenzo.

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–Habla de sencillez, pero usted para alumbrar una historia tiene que obsesionarse con ella.

–Creo que sin obsesión es imposible lograr algo que valga la pena. Solamente cuando ya vives y sueñas en el libro que estás escribiendo, es cuando el libro empieza a madurar dentro de ti. Y uno trata de contar cosas, por lo menos, es lo que en este momento estoy haciendo, ante todo, para entenderlas y para entenderme. En el intento de entender lo que pasa y de saber lo que pasa por dentro de ti, la escritura es una herramienta prodigiosa. Te tienes que sumergir en la escritura como en un lago oscuro y negro o incluso como el mar cuando vas a nadar. Escribir tiene algo de natación hacia un punto desconocido.

No concibo la vida sin varias cosas. Sin nadar, sin leer, sin escribir y sin querer a varias personas. Sin eso, nada vale la pena.

–Usted se inspira en la realidad.

–Parto de la realidad; de hecho, lo que estoy escribiendo ahora son dos archivos. Uno es "R" de realidad y otro archivo es "F" por ficción. El punto de partida en ambos es algo que me ocurrió. Lo que me sucedió en Ucrania el año pasado. Nunca sé bien qué es lo que explica mejor esa realidad vivida todavía por contar, simplemente esa realidad o dejarse llevar por lo que esa vivencia te genera en historias imaginadas. Y yo supongo que la realidad alimenta la ficción y luego la ficción te ayuda a entender la realidad.

Zamora. Charla entre Héctor Abad y Tomás Sánchez Santiago

Héctor Abad Faciolince / Ana Burrieza

Partir de la libertad

–¿Se considera un autor a contracorriente?

–No considero que parta contra la corriente como un programa o como algo esencial. De lo que yo parto siempre y en lo que quiero vivir siempre es en la libertad. Creo que el escritor, sobre todo el de novelas, tiene que ser siempre libre, libre de escribir todo aquello que se le ocurra y no importa si vas con la corriente del río o si vas contra ella, que es más difícil de nadar, pero más satisfactorio cuando lo logras. No me importa cuando me lanzo al agua de la escritura para qué lado estoy nadando. A veces, me dejó llevar y es descansado. A veces voy contra la corriente y es mucho más apasionante y a veces simplemente vas de un lado a otro tratando de que la corriente no me desvíe nunca de la libertad que busco.

La escritura es una prodigiosa herramienta para entender lo que pasa y de saber lo que pasa dentro de ti

–Esa libertad ¿choca con el mundo editorial?

–Yo toda la vida me he dedicado a oficios del libro. Mi primer oficio fue ser librero, fui corrector de pruebas, he sido traductor y he sido también editor, por lo puedo mirar desde la orilla del escritor y del editor. Los editores, al menos el papel del editor como yo lo concibo, es un buen lector que quiere construir un catálogo que le guste mucho. La relación con los editores tiene que ser muy libre. Yo tengo todo el tipo de experiencias desde fracasos, muchos sobre todo al inicio de mi carrera, y también tengo la experiencia de que sean muy generosos conmigo y me acepten casi todo lo que les doy. Casi prefiero un editor que me siga juzgando como un autor primerizo y que me haga el favor, si me equivoco, de no publicar algo que no esté a la altura de su editorial o a la altura de lo que yo he escrito antes.

De Colombia a España, pasando por Panamá

–Esa búsqueda de libertad es una constante en su vida. Usted llegó a España un 25 de diciembre procedente de Panamá tras haber abandonado su Colombia natal por conservar esa libertad tras el asesinato de su padre, Héctor Abad Gómez, un médico defensor de los derechos humanos.

–Sí (hace una pausa). La libertad muchas veces es escaparse, moverse por el mundo, eso es así en este momento con los refugiados de Ucrania o de Gaza que tienen que irse porque los matan. A veces es una cuestión física. Para mí en los últimos años la búsqueda de la libertad es una cuestión de soledad y de independencia en el momento de escribir. Pero sí hubo momentos en mi vida pasada en la que la libertad pasaba por cruzar las fronteras y por irme de un sitio que se había convertido en invivible. Por suerte, en los últimos años me he podido mover por el mundo con bastante libertad, la que sigo buscando y aspiro a tener siempre hasta que me muera. Ahora mismo vivo en la mitad del año en España y la mitad del año en Medellín.

ZAMORA. Héctor Abad Faciolince.

Héctor Abad Faciolince. / Miguel Ángel Lorenzo

–¿Cuál es la situación actual de su Medellín natal?

–Comparado con Europa Occidental seguimos estando muy mal en términos de seguridad y de asesinatos diarios. Solo la semana pasada en Medellín mataron a siete venezolanos, no sé por qué, y cogieron en un hotel a un norteamericano que había encerrado allí a dos niñas menores para estar con ellas. Pasan unas cosas en mi ciudad y en mi país que son inadmisibles todavía, pero comparado con lo que fue Colombia y lo que fue Medellín hace 30 años, hemos avanzado mucho. Depende de con lo que lo compares. Si comparo las ciudades pequeñas de Colombia con Zamora, estamos muy atrás. Si las comparo con ellas mismas o con otras ciudades de Venezuela o de México, estamos mucho mejor.

Éxito internacional

–¿Qué supuso la escritura "El olvido que seremos" la novela que le catapultó a nivel internacional?

–Es el libro que más lectores y más amigos me ha traído. Es el libro al que le debo casi todo y le debo incluso el hecho de que se interesen por otros libros míos. Fue un libro que tardé mucho en poder escribir casi veinte años y que casi veinte años después de haberlo escrito, ha tenido ahora un renacimiento gracias a la película que hicieron Fernando y David Trueba y unos actores casi todos los colombianos menos uno, otro español, Javier Cámara. Cada libro que yo escribo requiere un aprendizaje emocional, en cada libro que yo empiezo tengo que aprender a escribir otra vez, pero "El olvido que seremos" fue también un tratar de entender qué había ocurrido con mi padre y por qué lo habían matado. Además, ocurrió que mucha gente sintió que lo que se contaba tenía mucho de verdad esencial. Lo que yo he querido hacer siempre con todos mis libros ahí se cumplió. En todo caso espero que en todos mis libros respiren la misma libertad y la misma autenticidad que hay en "El olvido que seremos", si no lo consigo con el resultado, ese es, al menos, el intento.

Pasan unas cosas en mi ciudad natal, Medellín, y en Colombia que todavía son inadmisibles

–¿Le ayudó a perdonar la confección de ese volumen?

–El perdón es una palabra bonita muy cristiana, pero desde el mismo título del libro yo creo que era lo que me ayudó a olvidar o, al menos, a no tener la obligación permanente de recordar. Al liberarse de la obligación permanente de recordar, me liberó del rencor y el perder el rencor, que es algo que se parece a perdonar, da una gran tranquilidad. Te quita la obsesión de tener que pensar en la maldad de los otros, ya no les haces ese homenaje de pensar tanto en ellos y, en ese sentido, produce una gran serenidad que supongo que se parece al perdón.

No vivir en el pasado

–¿Es partidario de olvidar el pasado?

–Soy partidario de no vivir en el pasado permanentemente, soy partidario de recordar el pasado de señalarlo y si es necesario de denunciarlo, pero no creo que sea conveniente para la salud mental personal o para la salud espiritual de un pueblo todo el tiempo machacando sobre el pasado porque hay que mira también hacia el futuro.

El perder el rencor, que es algo que se parece a perdonar, da una gran tranquilidad

–El gobierno regional promueve en Castilla y León derogar la ley de la Memoria Democrática.¿Qué opinión le merece?

–Olvidar por obligación política me parece inaceptable. Yo creo que no podemos recetar ni la memoria perpetua ni el olvido. Tenemos que convivir con ambas, con la memoria de o horrible, que es lo que nos permite que esto no se repita, y con quitar la presencia permanente del recuerdo en uno mismo es decir que la vida no se convierta en un permanente mirar hacia el pasado. No soporto a los que quieren borrar el pasado tampoco soporto a los que solamente lo quieren subrayar. Hay que dejar ese pasado vivo, como fue y verdadero, pero tratar de mirar siempre hacia el futuro sin que el pasado te esté condicionando todo el tiempo en todo lo que haces.

Sobre el periodismo

–Usted ha afirmado que lo periodístico puede llegar a ser muy difuso a veces y puede ser visible a partir de dos términos: la verdad y la realidad.

–Hay gente que niega que se pueda alcanzar la verdad o que no pueda realmente aprender la realidad. Yo no sé si la realidad existe, lo que sí sé es que la mentira existe y mucho. A veces la mentira es muy evidente, y en el periodismo y en la opinión y en lo que se cuenta nuestra lucha debe de ser, ante todo, contra la mentira. Luchando contra la mentira uno puede arrancarle territorios a la verdad. La ficción en cambio no está en el terreno de la mentira. La fantasía es una manera indirecta de acercarse a la realidad, pero a esta en el periodismo no se puede acudir, solo la fantasía tal vez de la creación pero no a la fantasía de los hechos. En el periodismo de lo que más nos tenemos que cuidar es de las "fake news", de la manipulación de lo que pasa, sobre todo, en las redes donde entre la mentira, las noticias falsas y la ira que te hace pensar que la verdad es el insulto, es una peste. Es muy importante escoger a tus enemigos, pero en las redes sociales tienes adversarios tan perniciosos que empiezas a parecerte a ellos. Caes en la trampa de tener adversarios con los que no vale la pena ni siquiera hablar.

ZAMORA. Héctor Abad Faciolince.

Héctor Abad Faciolince. / Miguel Ángel Lorenzo

–En estos momentos está escribiendo sobre el ataque de un símil que sufrió en su estancia en Ucrania, pero ¿cuándo verá la luz el libro?

–Me trasladé a Kiev para asistir a su feria del libro porque presentaban uno de mis libros traducido al ucraniano y a presentar también una campaña que, con unos amigos de América Latina, habíamos empezado que se llama "Aguanta Ucrania", era contra la invasión de Putin. Cometimos la imprudencia de ir más cerca del frente para tratar de documentar lo que pasaba. Fue imprudente, pero no quiere decir que fuéramos un blanco legítimo, no éramos un blanco militar. A partir del misterio que en un mismo sitio algunos se hundan y otros se salven algunos, a partir de lo raro que es que una mujer de la edad de tu hija, una escritora muy valiente la maten enfrente a ti y tú, que tiene la edad de su padre, un viejo, sobrevivas estando a la misma mesa con ella. Para resolver ese lío estoy escribiendo un libro que son dos libros con las dos herramientas que tenemos los que hemos sido periodistas y novelistas. Intento resolverlo con la "R" de realidad, diciendo todo exactamente como lo puedo reconstruir con la verdad, y con "F" la herramienta de la ficción, es decir con lo que una experiencia así genera dentro de ti. La creación literaria se parece mucho a un sueño. Generas también unas fantasías, que tienen algo de pesadilla y algo de sueño, que te ayudan a comprender, tal vez si tienes suerte, qué fue lo que ocurrió realmente. Lo que ocurrió en eso que llamamos verdad o realidad, para ello estoy usando las dos herramientas que tengo y a ver qué pasa. Pretendo acabarlo este año. Resulta muy importante contar la realidad y contar el horror, pero si me quedo ahí demasiado tiempo me voy a hacer mucho daño porque cuando lo acabe voy a hacer el proceso de seguir viviendo, aunque esté viejo. Es un seguir hacia adelante y no rumiar.

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