Homenaje en tu décima ausencia

Higinio Vázquez

¿Quién era Pedro para Higinio? Es cierto que había una admiración mutua sostenida, y también cierto que yo era su chivo expiatorio profesional y artístico. Llegué a Madrid en septiembre de 1955 para quedarme, Pedro arribó unos meses antes. Nace la profunda amistad con una complicidad total. Nos acompaña, un poco después, el pintor Jerónimo Hernández, alma cándida donde las haya formando un trío inseparable que deambulaba por la ciudad como migrantes en el desierto. Estas urbes te dan todo al tiempo que te deshumanizan.

Pasan dos años, y el 15 de septiembre de 1957 alquilo un local-estudio en la calle Vicente Caballero, que será centro de reunión. En él, cada sábado charlando, a veces añorábamos el susurro de las aguas de nuestro Duero. Creo que yo era el confesor de ambos, qué decir del amigo Pedro: alma noble, espíritu abierto de rebosante bondad. Destaco como mejor de sus cualidades, su generosidad

Perdura en mí su voz debajo tenor cuando me invitaba a comer. En su estudio, él de cocinero, la música de fondo era Bach, yo no llegaba a ella.

En sus últimos años en su estudio Constanza se pasaba la semana sin hablar con nadie, no me extraña que al bajar a la calle dialogase hasta con las moscas.

Llenaría un denso libro hablando de las vivencias y anécdotas vividas. Contaré solo una:

Un día caminando en el coche, N-I dirección Burgos, años 90, le dije "Pedro tendré que comprar uno con el volante a la derecha para oírte mejor". No dejaba de hablar. Me contesta que yo era "el desahogo de su espíritu". Tenía que escucharle. Comprendo el porqué de esta necesidad.

La vida, su soledad, su silencio, son los verdaderos cómplices de nuestra existencia acompañada de la sagrada y bendita salud.

Pedro: estas líneas y otras de amigos son como homenaje a tu décima ausencia a tu persona.