Entrevista | Alba Molinero Sastre Socióloga que sufrió anorexia

"Con trastorno alimentario, se aprende a vivir, el truco está en pararle los pies"

"Hay que hablar una manera madura con hijos e hijas, tratar miedos, complejos abiertamente en familia y acudir al psiquiatra si es preciso"

Alba Molinero Sastre, socióloga doctorada en Trastornos de la Conducta Alimentaria

Alba Molinero Sastre, socióloga doctorada en Trastornos de la Conducta Alimentaria / Cedida

Diecisiete años después de haber sufrido anorexia, "ese amigo al que hay que aprender a pararle los pies" sigue ahí, advierte Alba Molinero Sastre, una joven socióloga zamorana que desarrolló su tesis doctoral sobre los Trastornos de Conducta Alimentaria en la USAL. Lanza un mensaje de esperanza, se puede recuperar la vida, aunque "se tarda mucho en ganar el privilegio de volver a sentirte con derecho a ello". Reclama recursos especializados para ofrecer una atención multidisciplinar adecuada: "tan solo una de cada diez personas con TCA recibe tratamiento, poco más del 30% es el adecuado y multidisciplinar".

–Anorexia y Bulimia persisten, ¿qué continúa haciendo mal esta sociedad?

–Existe un factor multicausal. Si bien es cierto que los factores sociales poseen un peso importante a la hora de perpetuar la prevalencia de los Trastornos de la TCA, considero necesario profundizar un poco más en su raíz porque cada persona tiene su propia enfermedad, sus causas. En mi caso, no hubo influencia externa, tenía un cuerpo "normativo", no se salía de los cánones de salud o belleza. No solo encontramos conductas centradas en el peso y con un porcentaje mayoritario en mujeres, están aumentando los casos de vigorexia, más común en hombres, u ortorexia.

–Desde esa perspectiva, ¿cuál debe ser la reflexión?

–No hay que centrarse tanto en qué se está haciendo mal, sino en qué hace falta para que la influencia social en estas edades de inicio, cada vez menores, tan vulnerables, se reduzca lo máximo posible. Es tarea no solo de las familias, ni del sistema educativo, sino de una construcción social trabajada desde muy pequeños, para fomentar, sobre todo, la autoestima y el auto cuidado. Está muy de moda el trabajar las emociones, y considero que ponerle nombre y saberlas identificar y expresar es una herramienta muy útil para prevenir y detectar estas conductas en sus primeros estadios.

–Lejos de erradicar cánones de perfección física que contribuyen a perpetuar los TAC, se han extendido a los hombres. ¿Qué está pasando?

–Las tipologías respecto al ideal social de belleza se distribuyen mayoritariamente en trastornos restrictivos o purgativos, como puede ser una anorexia o bulimia, para las mujeres, en la actualidad se busca unos estándares más planos, con un cuerpo quizás más infantilizado. En los hombres, está más relacionado con el éxito de una figura musculada y cuyo extremo se correspondería con la vigorexia, entre otros. Una de cada diez personas con TCA es mujer, aunque hay varones que centran su TCA en un ideal de delgadez.

–Los expertos dicen que los atracones tratan de llenar vacíos, carencias.

–Es uno de los factores comunes en gran porcentaje del TCA, no solo en un trastorno por atracón como describes, en todas las tipología. Tienen un componente emocional brutal, por eso hay que recalcar la importancia de la educación emocional adecuada desde muy pequeños, no solo a nivel escolar, sino también en la familia.

–¿Cómo puede trasladarse ese trabajo a la familia?

–Fomentando hábitos como comer en familia; momentos de conversación que salven la vorágine en que se convierte el día a día, condicionada por el trabajo, el colegio, las horas extraescolares de los hijos y de las hijas. Hay que aprovechar cada situación para hablar de una manera madura con los y las más jóvenes, fomentar un espíritu crítico y, sobre todo, trabajar la autoestima sana.

–¿Cómo trabajar la autoestima?

–Hay que tratar abiertamente miedos y complejos y, si fuera necesario, acudir a algún especialista para trabajarlos con un profesional de la salud mental, a pesar de que tanto estos trastornos como acudir a esos expertos sigue siendo un estigma. A un nivel emocional, a veces, es más efectivo un abrazo, un “estoy aquí, pase lo que pase”, que un “tienes que comer porque si no te mueres” “tienes que comer porque le estas jodiendo la vida a tus padres”, ya que morirte no es un mal mayor, a veces puede llegar a pensarse como la solución más rápida, ese mal mayor es volver asentirte tan mal y tan deprimido.

"Solo una de cada diez persona con Trastorno de Conducta Alimentaria recibe tratamiento y poco más del 30% recibe el adecuado"

–¿Cómo se entra en esa espiral?, ¿qué recuerda?

–Es curioso cómo la mayoría de los recuerdos que provienen de estos años, al formar parte de un trauma, están bastante difusos y tras una puerta cerrada dentro del mismo subconsciente, si bien es cierto que hay ciertas situaciones detonantes que “abren” la puerta para que no olvidemos que nunca se irán del todo. Era una niña normal, me definían como risueña, trabajadora, aplicada y muy buena, siempre preocupada por los demás y por no llamar la atención, pero me faltaba algo, me miraba al espejo y veía a una persona que no me agradaba, que no quería acogerse a sí misma a pesar de que lo hacía con las que veía solas en el cole o en mi entorno. Sentía que era siempre, a pesar de lo mucho que me esforzaba, nunca era suficiente, ni para mí ni para nadie. No controlaba la situación, nada en mi vida.

–¿Cómo comenzó su TAC?

–Fue muy progresivo, comencé por tirar el bocadillo en el recreo, no pasaba nada; después, fue el desayuno por la pila del fregadero y así hasta comer una manzana al día. La gente me contaba las costillas pero yo no lo veía, llegue a pesar 32 kg con 1,80 metros de estatura. Yo no veía el problema.

–Las familias viven aterradas.

–Mi familia estaban viviendo un infierno. Recuerdo muchas broncas en casa, pero nadie me entendía que yo estaba bien, no sentía hambre “no necesitaba comer”, y cada vez que sumaba calorías (me aprendí de memoria todas las calorías de cada alimento y preparación en la cocina), sentía que estaba haciéndolo bien, controlaba algo, y era tener una ingesta menor que el gasto calórico.

–Los padres y las madres, ¿cómo pueden detectar los síntomas?

–Se observan cambios, sobre todo, en el comportamiento, personas muy alegres que comienzan a retraerse, a estar de mal humor, dejan de tener cosas en común con amigos de toda la vida, de hacer planes, date cuenta que la mayoría giran en torno a la comida: salir de cervezas, cumpleaños…, es algo a evitar. Empiezan a comer solos o solas en casa, a controlar cantidades de comida, se alteran cuanto salen temas como la comida o el peso, están muy a la defensiva; haces juicios de valor sobre tu propio cuerpo y el de los demás. Llega un punto que piensas que la gente que te quiere esta en tu contra y solo quieren verte “gordo” por envidia o a saberse, es una idea totalmente distorsionada y dañina.

"Yo no sentía hambre, no necesitaba comer, sentía que lo hacía bien cada vez que contaba calorías, controlaba algo: tener una menor ingesta que gasto calórico"

–¿Cómo lograr que se dejen ayudar?

–Mi psiquiatra me dijo el día que acudí a él voluntariamente con mis padres: dejarse ayudar o pedir ayuda implica recorrer un 50% de la recuperación. Yo lo hice por ellos, no soportaba más verles tan hundidos y desesperados, y preferí estar peor yo. Quizás el resto del camino no va a ser nada fácil, es más, habrá dos pasos para adelante y uno para atrás, y numerosas recaídas a lo largo del tiempo, pero se aprende a vivir con ese “amigo” que te acompañará siempre, el truco está en saberle detectar y pararle los pies cuando asome.

–¿Los consejos sobran?

–No creo que a una persona con una carga y un estrés emocional tan fuerte, con una distorsión tan brutal en la cabeza, se le puedan dar consejos y, sobre todo, por “gente que no sabe por lo que estás pasando, ni quiere entenderlo”. Tiene que ser una decisión personal, normalmente, después de tocar fondo, o tras haberlo visto desde los ojos de alguien que ha pasado por una situación similar, de ahí la importancia de los testimonios en positivo, ver que se puede volver a tener una vida “normal”.

"Un "estoy aquí, pase lo que pase" es mucho mejor que un "tienes que comer porque, si no, te mueres" porque para un afectado por trastorno alimentario la muerte no es el mala mayor"

–¿Faltan recursos?

–No existe especialización en la sanidad pública. Solo existen ningún recurso especializado para los TAC, solo en Valladolid y Burgos, con equipo multidisciplinar, pero no hay plazas suficientes. Primero se aplica un tratamiento ambulatorio y, si este no fuera suficiente, como en la mayoría de los casos, uno hospitalario en la unidad de agudos de psiquiatría, donde conviven personas con diferentes enfermedades psiquiátricas. Recuerdo comer con una persona con una camisa de fuerza cerca, otra que lanzaba mandarinas, muchos gritos, muchas miradas de castigo, y tenía solo 14 años, no es lugar para un niño o una niña. Rompo una lanza a favor de la humanización pediátrica tan necesaria y escasa en este tipo de patologías, en las que es mayor la proporción de personas afectadas que aparecen en estadísticas porque no se les ha detectado o jamás se podrá.

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