Entrevista | Pepe Viyuela Actor y humorista

"Me gustaría ser tan payaso en la vida real como me permito serlo en escena"

"Debemos mirar más a esa cara amable del ser humano, descuidando nuestra parte de agresividad y violencia"

Beatriz Blanco García

Beatriz Blanco García

"La risa en verso" es la obra que este domingo (19.00 horas) unirá en el escenario del Teatro Ramos Carrión a Pepe Viyuela, el barítono zamorano Luis Santana y el pianista Víctor Carbajo en una propuesta singular que lleva más de un año recorriendo la geografía española y recupera versos de poetas españoles de diferentes épocas con un nexo común: el humor. El polifacético actor logroñés reivindica el oficio del payaso, ese que reconcilia al espectador con el ser humano, y en cuya piel se siente más cómodo.

–Llega a Zamora con "La risa en verso", que aúna poesía, música y humor. ¿Puede considerarse un hombre del renacimiento, artísticamente hablando, por ser capaz de llevar a escena todo esta variedad?

–La verdad es que son cosas que están íntimamente ligadas. Lo que he conseguido, junto a Luis Santana, es añadir un ingrediente que hace que todo resulte un poco más atractivo, sobre todo en estos momentos tan convulsos y complicado. Una pizca de humor, mezclado con música y, por supuesto, con poesía, logran darle mayor contenido a las piezas elegidas. Es una propuesta original en el sentido de que rara vez se escucha un recital dedicado específicamente al humor, aunque todo lo que se va a escuchar lo han hecho ya otros. Lo único que hemos puesto de nuestra parte ha sido escoger un ramillete de poemas y canciones para juntarlos con el objetivo de que la gente pase un rato divertido.

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–¿Cómo es compartir escenario con un barítono y un pianista?

–Ya no resulta raro, porque últimamente lo hacemos con bastante frecuencia, desde hace más de año y medio. Entre Luis (Santana) y yo ideamos este espectáculo porque nos parecía que podía ser una buena propuesta de poesía y música con humor, al que le dimos preferencia para intentar hacer pasar a la gente muy buen rato. Está funcionando muy bien por donde va y nosotros también estamos disfrutando mucho, así que parece la combinación perfecta.

Pepe Viyuela

Pepe Viyuela / Cedida

Habitual en el teatro zamorano

–Ya es habitual verle en las programaciones teatrales de Zamora. Hace dos años vino con "Esperando a Godot" y algo menos serio apareció con "Encerrona" meses más tarde. ¿Qué recuerdo tiene de este público, cómo le recibe?

–Yo a todo el público le tengo un gran respeto, porque es a quien me debo y de quien recibo todo lo que tengo, todas mis satisfacciones y buenos recuerdos. Pero del de Zamora tengo la idea de ser un público entrañable, acogedor y respetuoso. Cuando vengo a esta ciudad, no puedo decir que me siento como en mi casa, porque no lo es, pero confieso que me siento muy cómodo y me alegro cuando veo que Zamora está en el listado de cualquiera de mis giras. Además, en esta ocasión, vengo con Luis Santana, y esta sí que es su casa, así que estoy muy contento por ello.

–En la sinopsis de esta obra se señala que la risa es un antidepresivo natural. ¿Es algo más necesaria de nunca esta medicina?

– Necesitamos reconstruirnos, porque con lo que se nos golpea en las noticias de cada día es extremadamente duro. Hay partes del ser humano que son más amables y creo que conviene mirar hacia ellas y ver que, de la misma manera que somos capaces de destruir, lo somos de construir, así que podemos atender por un momento más a esa parte positiva, a esa cara amable del ser humano, que aglutina la solidaridad y el afecto, descuidando un poco más nuestra parte de agresividad y violencia. Creo que espectáculos de este tipo, aunque no deben servir para olvidar dónde estamos, sí que pueden hacernos conscientes de que el lugar en el que estamos también puede ser de otra manera, que podemos sonreír y abrazar, en vez de disparar y odiar. Dediquémonos a lo mejor que tenemos para hacer la vida más agradable. En ese sentido, el humor, la poesía y la música son herramientas muy útiles para generar convivencia y bienestar.

El lado cómico de la poesía

–¿Esta obra también puede ser una forma de desterrar esa imagen de sobriedad que tiene la poesía?

–Con esa intención está pensado este recital, porque, normalmente, se piensa en la poesía como algo muy sesudo o intelectual. Sin embargo, nosotros la presentamos como muy popular y cercana. Creo que reconcilia a la gente con la idea de que la poesía puede ser divertida, que puede entretener y con ella se puede pasar un rato muy divertido. De esta manera, nos alejamos de la idea de la gravedad de los recitales para disfrutar del teatro y salir, en la medida de lo posible, un poco más contentos.

Cartel de "La risa en verso"

Cartel de "La risa en verso" / Cedida

–El recital incluye versos de Quevedo o Lope de Vega. ¿Qué tienen sus obras para que, siglos después, sigan haciendo reír y reflexionar?

–Lo que tienen es ese espíritu de deseo de mejora que existe en cualquier obra artística. Por muy pesimista que sea lo que veamos en un cuadro o escuchemos en una sinfonía, en el fondo, todas ellas tienen el componente de la creatividad. Y la creatividad humana es lo que nos diferencia del resto de seres vivos. De la misma manera que podemos crear cosa horribles, podemos crear momentos hermosos. El hecho de que haya habido personas con talento en otras épocas y que hayan escrito cosas que nos siguen haciendo reír es lo que nos reconcilia con el ser humano. Por ejemplo, ahí está Quevedo, que lo pasó muy mal en su vida, pero que supo reconstruirse a través de la poesía y del humor. Así que nosotros también lo podemos hacer, aunque no seamos capaces de escribir unos versos tan geniales como los suyos. Pero, a través de su escucha, nos encontramos con la mejor versión del ser humano, la de la creatividad y el sentido del humor, de la alegría y de la capacidad para reconstruir en vez de destruir. En el fondo, el arte, tal y como yo lo entiendo, busca siempre lo mismo: reconstruir al ser humano dañado por una realidad, muchas veces demasiado dura.

El oficio de payaso

–Su trayectoria profesional corrobora que es un artista multifacético. Aun así, ¿sigue reivindicando la profesión de payaso?

–Por supuesto (rotundo). En mi caso, en este momento de mi vida entiendo que todo nace de ahí, de la forma de mirar la vida que proporciona un payaso, la forma de mirar la vida que, por otra parte, es la que intento atribuir a la de los niños. Cuando trabajo como payaso, siempre intento viajar a ese planeta infantil que todavía habita en mí, el niño que fui y que me gustaría ser, con esas travesuras que un niño realiza por inocencia, pero también por rebeldía. El payaso para mí es todo un sabio y un referente. Me gustaría ser tan payaso en la vida como me permito serlo en escena, donde me siento el ser más libre del mundo. Sin embargo, en la vida real me tengo que someter a una serie de reglas y normas.

Tengo un gran respeto al público; es a quien me debo y de quien recibo

–¿Es su modelo a seguir?

– El payaso para mí es un referente, tanto por lo que tiene que ver con mi vida y mis relaciones sociales como con mi faceta artística y de trabajo. Me gustaría ser un payaso a todas horas, en el pleno sentido de la palabra, pero no lo he conseguido todavía (risas).

–Echando la vista atrás en su carrera, ¿el humor ha cambiado mucho desde que salía en televisión acompañado tan solo de una silla que le hacía la vida imposible en los años 90?

–Creo que hay un movimiento permanente de las cosas y lo que parecía inamovible, tiembla. Claro que ha cambiado, pero es curioso, según mi experiencia, porque también aquello que hacía reír hace más de treinta años, sigue haciendo reír a gente que por entonces ni había nacido. Y es curiosa esa atemporalidad en lo que hago, quizá porque apelo a la vulnerabilidad del ser humano, a nuestra capacidad de equivocarnos, pero, al mismo tiempo, a que eso no hay que despreciarlo, sino abrazarlo.

Gracias a la imperfección, he encontrado motivos para el disfrute y la comprensión

–¿Hay que aceptar que somos tan vulnerables?

–Somos seres que se equivocan y cometen errores. Somos muy limitados y así debemos aceptarnos y querernos. Ese payaso que interpreto se convierte el tiempo que está en escena en alguien que te hace feliz y eso me hace reflexionar sobre qué es lo que me gusta a mí en la vida, que no es precisamente ser perfecto. Además, a base de esa imperfección he ido encontrando muchos motivos para el disfrute, el placer y la comprensión. Además, cuando uno se sabe imperfecto, es capaz de tolerar más los errores de los demás, ser más tolerante y capaz de dialogar. Así que el payaso tiene una filosofía importante en esta vida. El humor puede que haya cambiado en la forma, pero en el fondo sigue siendo lo mismo, un punto de encuentro para la gente. Su esencia, en definitiva, no ha cambiado.

–¿El mundo sería mucho mejor si lo habitasen más payasos?

–De hecho, yo abogo, sin dudarlo, por un mundo con más payasos y menos soldados. Ojalá pudiéramos convertir toda la violencia que nos embarga en estos tiempos en su ternura, aunque ahora parezca imposible.

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