"En el buen sentido de la palabra, bueno"

En Zamora, su pueblo y el mío, se nos ha muerto como del rayo Ricardo Flecha

RICARDO FLECHA EN LA ESCUELA DE ARTE

RICARDO FLECHA EN LA ESCUELA DE ARTE / Emilio Fraile

Irene Mateos

Es verdad que llevaba más de un año luchando contra la enfermedad. Es verdad que hemos hablado muchas veces durante este terrible proceso, pero eso no hace menos dura la pérdida ni hace que la Escuela de Arte se encuentre hoy menos huérfana de su director, del artista, del Maestro, del compañero y del amigo.

Quienes hemos tenido la suerte de coincidir con él y de trabajar a su lado, vamos a recordar siempre los chistes políticamente incorrectos, el humor un tanto provocador y trasgresor que nos hacía olvidarnos de las preocupaciones cotidianas y las comidas que organizaba trimestralmente para crear grupo, de forma que los profesores pudiéramos establecer relaciones de confianza y amistad más allá del edificio de la escuela. Por eso, hoy este centro educativo es mucho más que un lugar de trabajo y por eso también, lloramos todos su pérdida. Y la lloramos todos: los alumnos, los profesores, el personal de limpieza, los conserjes, nuestra administrativa y el técnico de mantenimiento.

Ricardo ha sido el mejor compañero de trabajo que se puede tener. Eso sí, si no le pedías que subiera a la biblioteca. Su labor estaba en el taller: al lado de alumnos en los que era capaz de captar la chispa que caracteriza al artista. Cuando conocía a algún chico (y también varias chicas en los últimos años) con habilidades para la talla, se desvivía por conseguirle materiales, gubias o incluso les ofrecía las llaves de su taller. He conocido a pocas personas tan generosas.

Pero hoy merece que lo recordemos especialmente como director. Poco después de que lo nombraran en el cargo, se compró un traje y vino a la escuela para que lo viéramos. Nos reímos mucho con él. Había abandonado el jersey con pelotillas que usaba en el taller por un traje gris de Carlan con el que parecía un gentleman. Tenía que estar a la altura del cargo y lo estuvo. Durante el confinamiento, reunía al Equipo Directivo todas las tardes (siempre después de los aplausos) porque la Escuela de Arte tenía que permanecer abierta en la distancia, porque había que garantizar la continuidad de la enseñanza como fuera. Era un alivio escucharlo a él a y otros compañeros. A mí me mantuvo a salvo de la depresión y el desamparo fruto del aislamiento.

Y luego he pensado mucho que es difícil encontrar un jefe como Flecha: que te dejara trabajar tranquilamente, nunca una mala palabra, siempre una palabra de consuelo si cometías un error. Siempre lealtad, compromiso y solidaridad con el más débil.

Ricardo era, como diría Antonio Machado de sí mismo “en el buen sentido de la palabra, bueno”.

Así te vamos a recordar, compañero, Maestro, amigo…

Y, si existe el cielo, todas tus buenas acciones y la capacidad que tenías para “echar un parlao” con cualquiera, para contar un chiste verde o para hacer un comentario con el que todos nos partiéramos de la risa, te habrán hecho un hueco al lado del mismo San Pedro.

Te envío desde la Escuela los versos de Claudio Rodríguez, de quien me regalaste un tondo que tengo colgado en el despacho. Cuando se los lea a mis alumnos en clase, me acordaré de ti. Y ellos, también. Parecen escritos parar ti.

ALTO JORNAL

Dichoso el que un buen día sale humilde

y se va por la calle, como tantos

días más de su vida, y no lo espera

y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto

y ve, pone el oído al mundo y oye,

anda, y siente subirle entre los pasos

el amor de la tierra, y sigue, y abre

su taller verdadero, y en sus manos

brilla limpio su oficio, y nos lo entrega

de corazón porque ama, y va al trabajo

temblando como un niño que comulga

mas sin caber en el pellejo, y cuando

se ha dado cuenta al fin de lo sencillo

que ha sido todo, ya el jornal ganado,

vuelve a su casa alegre y siente que alguien

empuña su aldabón, y no es en vano.

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