Entrevista | Diego Benéitez Pintor

"Siempre he querido pintar algo honesto que emocione, como yo me emociono al crearlo"

"Soy el mismo grafitero que ahora emplea un lenguaje más formal y que ha cambiado de técnicas"

El pintor Diego Benéitez en su exposición en el Museo Etnográfico. | Emilio Fraile

El pintor Diego Benéitez en su exposición en el Museo Etnográfico. | Emilio Fraile / Natalia Sánchez

Natalia Sánchez

Natalia Sánchez

El pintor Diego Benéitez regresa expositivamente a la ciudad donde nació con una amplia muestra en el Museo Etnográfico de Castilla y León. El creador es uno de los artistas zamoranos con mayor proyección internacional en este momento, con presencia su obra en media Europa y tras haber dado el salto a Estados Unidos.

–Vuelve a exponer en Zamora, pero ¿cómo nace la propuesta?

–Tenía ganas de exponer en la ciudad porque la última muestra que había hecho fue en 2013 en la Encarnación tras "Cuzas" en 2012 en la sala de la desaparecida Caja España y en 2015 participé de manera colectiva en "Galería viva", donde estuvo implicado Javier Martín Denis, que comisaria ahora la muestra. Tenía ganas de volver a mostrar mis obras en mi ciudad porque cuando participo en ferias internacionales en Londres o en Hamburgo acude gente, pero no hay caras que conozcas y dado que tengo mi estudio en San Frontis quería mostrar lo que hago a mis vecinos y que conozcan mis obras. Javier tiene una buena relación con el director del Museo Etnográfico de Castilla y León, Pepe Calvo. Hace dos años nos puso en contacto y un día él, la conservadora Ruth Domínguez y un chico que estaba en prácticas fueron a mi estudio. Vieron muy obra y estuvimos hablando. Les gustaron mis cuadros y me propusieron exponer en el espacio la rampa, pero yo les comenté que a mí más me gusta la sala de exposiciones temporales donde por entonces exponía José Luis Alonso Coomonte. Me dijeron que entonces en año y medio o así podíamos hacer algo. Y así ha sido han pasado dos años rápidamente. Para mí ha sido muy importante, sobre todo, a nivel emocional. Estábamos montado con la ilusión de que mi obra la fuera a ver la gente de Zamora. Incluso el día de la inauguración apareció el chico de SEUR que había transportado los cuadros y acudieron más de 150 personas, incluso tuvieron que quedarse fuera y sin dar vino (risas).

Una espectadora observa las obras de Benéitez

Una espectadora observa las obras de Benéitez / EMILIO FRAILE

–¿Qué es lo que se puede ver en "Los paisajes que somos"?

–La bienvenida la da una composición de obra más de esquemas o bocetos previos de distintas épocas. Es un poco un batiburrillo con obras acabadas, por acabar, de obras que luego pasaron a ser grandes, de bocetos que han quedado en bocetos… Iniciamos con eso porque queríamos que la exposición fuera un poco disruptiva, que tuviera una zona de horror vacui, que recordara a esos salones decimonónicos de obras hasta el techo y otros ámbitos más abiertos, donde todo fuera muy diáfano, zonas grandes donde hubiera cuadros muy grandes. El eje alrededor del que gira todo es esa especie de capilla, donde está ese paisaje más interior, más místico, que ya no esa contemplación de exposición de un cuadro camino y veo otro cuadro, sino que entras en una experiencia visual de una transición de amanecer, atardecer, anochecer y anochecer, atardecer y amanecer. Es todo un día planteado para que lo vea una única persona. Además, está cuidada la luz que es muy tenue, ideal para pensar.

–Un concepto muy de Martín Denis.

–Totalmente es una propuesta de Javier, que inicialmente a mí no me convencía, pero luego viéndolo me gustó mucho. Hemos realizado una simetría exacta y todos los cuadros están a la misma medida entre las peanas y los horizontes situados en el tercio superior para que cada cuadro funcione.

–¿De qué manera está articulada la muestra?

–En la muestra hemos planteado una serie de fronteras o barreras, marcadas físicamente con cinta negra, donde se encuentra el paisaje pasado, el paisaje presente, el terrenal y el futuro. Él ha querido jugar con distintos momentos para que cuando pases la frontera tengas otro concepto. Además, las líneas que hacen de frontera parten de las líneas del horizonte de los cuadros. Todo tiene conexión, pero pasas por distintas fases y elegimos este título para que fuera lo más abierto posible a la interpretación. No aparecen cartelas para que cada uno piense lo que quiera. Si hubiéramos escrito skiline de Nueva York, te condiciona. Yo siempre he querido que mi pintura no esté condicionada, que esté libre totalmente a las interpretaciones. El montador al ver un cuadro dijo que era la bahía de Santander y no había pintado esa bahía. Él es ese paisaje. La idea es que tu cuando veas una obra pictórica, te lleve a donde tú desees.

–En la sala también hay tres cuadros de grandes dimensiones con unos fondos muy cuidados.

–De gran formato hay obras de un año y otras más antiguas, pero funcionaban. Mi línea de trabajo es muy manejable entre sí, ha sido entre bahías y urbanos con una continuidad. Ha quedado fuera obra, pero todo tiene sentido, aunque nos hemos permitido la licencia de los pequeños que hay en la entrada y que rompen un poco.

–¿Qué importancia ha tenido en la materialización de la muestra el comisario Javier Martín?

–Ha sido todo. La semilla la puso él con Pepe (el director del Etnográfico). Yo no me planteaba una muestra en Zamora, no por no querer sino por las dificultades que conlleva y porque estás más centrado en tus compromisos con las ferias. Javier Martín Denis, que trabaja como conservador en el Museo de América de Madrid, ha gestado el texto y la idea de la exposición. Ha realizado un magnífico trabajo. Además he aprendido mucho de la preparación de las muestras porque yo eso no lo efectúo, lo hacen los galeristas.

–¿Por qué Diego Benéitez pinta paisaje?

–No te lo sabría decir. De una forma emocional honesta, lo que me mueve y me empuja, lo pinto. No busco algo conceptual ni un discurso, algo que respeto, pero en mi caso todo el día estoy mirando el paisaje, sin darme cuenta, desde cuando estoy conduciendo a cenando en mi casa por la noche. Es como una banda sonora que tienes continuamente que plasmo en mi estudio.

Diego Benéitez junto a uno de sus cuadros expuestos en el Museo Etnográfico

Diego Benéitez junto a uno de sus cuadros expuestos en el Museo Etnográfico / EMILIO FRAILE

–Pero es una constante desde que empezó a pintar con sprays.

–Totalmente. Es curioso, unos coleccionistas que viven en Bruselas han identificado una obra mía que tengo en Los Bloques dado que los padres de él residen en la zona. Estas personas vieron mi obra en una feria y se quedaron con ganas de comprarme un cuadro, le dijeron que era de Zamora y cuando han venido a la ciudad han visitado mi estudio y me han adquirido obra. Él me dijo que hay un grafiti en Los Bloques que tenía que ser mío y así es. Es una obra que, al menos, tendrá unos 15 años donde ya aparece el paisaje.

–¿Qué queda de aquel muchacho que empezó a hacer gratifis?

–Queda todo, la ilusión y la esencia es la misma. Yo soy el mismo grafitero que ahora emplea un lenguaje más formal y que ha cambiado de técnicas. Tengo claro que todo lo que hago se lo debo al gratifi, se lo debo todo al arte primitivo y salvaje de la adolescencia.

El pintor en la "capilla" creada en la sala

El pintor en la "capilla" creada en la sala / EMILIO FRAILE

–Empezó de manera autodidacta, pero ha visto muchas exposiciones, pasó por la Plaza de los Pintores, ha entrado en contacto con los artistas de la ciudad o ha recibido clases de distintas disciplinas, incluso de inglés para poder explicar sus obras directamente en las ferias internacionales en las que participa.

–Siempre tienes que estar interesado por todo. Me inspiran muchos artistas como Gerhard Richter, esas bahías que hace y esos óleos… En Zamora he intentado acercarme a quienes saben. Cuando comencé a pintar cuadros, con espátula y spray, alguien de mi entorno me habló de la Plaza de los Pintores, que dirigía el desaparecido Félix Matilla, y fui y conocí la pintura al natural que ya lo hacía yo por mi cuenta sin saber qué era. Participé en certámenes de pintura rápida. Luego recibí clases de dibujo y de pintura con Rafael Orlando. Siempre he sido muy indómito. Pintaba los cuadros en cuatro días y él me decía que tenía que hacerlos en los dos meses para que la pintura se secara, cuando yo necesitaba que estuvieran ya. Es como lo que hago ahora que es tener una idea y desarrollarla. No tengo la paciencia de estar dos meses en un proyecto. Tengo que desarrollar la idea, aunque luego investigue, haga una serie, luche…. De hecho, sigo pintando el paisaje porque no veo el fin por lo mucho que tiene para explorar.

–Empezó con la figuración, ha tendido más a la abstracción y luego ha regresado a la figuración...

–Por la investigación que llevo a cabo. Ahora estoy empezando con la serie "Donde el corazón te lleve" con unos acantilados a contraluz. Sigo investigado sobre el paisaje con mi marca. Yo lo que siempre he querido es pintar algo honesto, algo mío, algo que firme y que tenga verdad, que alguien se pueda emocionar con él como yo me he emocionado al pintarlo.

Para pintar el paisaje tienes que sentir dentro de la naturaleza.

–Su obra funciona bien tanto en España, Centroeuropa como en Estados Unidos ¿por esa honestidad?

–Puede ser. El paisaje, está claro, que une al mundo. Si te fijas en las redes sociales, en las fotografías, si vas a una exposición… la gente siempre busca el paisaje porque en la naturaleza es que donde no somos juzgados, como decía Nietzsche. Frente a un paisaje te puedes encontrar bien o mal o tener un momento de melancolía ante un atardecer que te puede hacer pensar. Para pintar el paisaje tienes que sentir dentro de la naturaleza. Un paisaje tiene que tener algo de azar, de uno mismo…

–¿Qué supuso para usted ser finalista en el premio BMW de pintura en el año 2015?

–Mi trayectoria ha sido gratifi, hacer pintura rápida donde conseguí muchísimos premios, donde aprendí mucho de los compañeros, aprendí la fluidez, la forma conceptual de encontrar un motivo y el inicio del aprendizaje más técnico que sigo en ello y ser finalista fue un paso más.

–El motivo ¿siempre llega?

–Hay veces que estás en plena ebullición y tienes que seguir pintando y hay días que no te gusta lo que haces. A veces tienes los mejores óleos, los mejores pinceles, pero no saber qué pinta, lo que es... muy chungo y (silencio) me ha pasado. Luego me llama Rodrigo (Juarranz, galerista) y me dice que en tres meses tenemos una feria y me pongo a funcionar. Trabajo mucho mejor bajo presión.

Una mujer observa una obra de Diego Benéitez

Una mujer observa una obra de Diego Benéitez / EMILIO FRAILE

–Acaba de nombrar al primer galerista que apostó de lleno por usted y que ha llevado su obra por medio mundo. ¿Qué ha supuesto este arandino en su trayectoria?

–Ha sido el apoyo. Félix Matilla me ayudó cuando pasé de pintar con los amigos a los certámenes de pintura y Rodrigo Juarranz me ayudó cuando accedí al mercado del arte. Fue el primero que me dio la oportunidad de exponer con él tras ser finalista del BMW en 2015. Expuse con él sin conocerle en persona y cuando nos encontramos por primera vez me pareció un tipo muy majo. Apostó por mí de lleno. Yo el primer año no vendía cuadros y veía que el resto de compañeros lo hacía. Es duro, pero cuando nunca habías vendido no le das tanta importancia. Se lo comentaba a Marina (Hernández, su compañera de vida) algo preocupado y me decía a mí mismo que para volver a la pintura rápida tenía tiempo. En ese momento Rodrigo me explicó que primero los clientes te tienen que ver y luego ya dan el paso de adquirir la obra. Más tarde llegó el ir a una feria y vender todo lo que llevaba mío y quedar las paredes vacías. Yo nunca me he podido quejar del apoyo del público.

–Sus cuadros están en Suiza, Suecia, Londres, Hamburgo, París, Nueva York…

–Una locura… Nunca lo pensé cuando me dedicaba a hacer gratifis. Tenía mis trabajos normales y no aspiraba a abrirme un hueco en una disciplina artística.

Félix Matilla me ayudó cuando pasé de pintar con los amigos a los certámenes de pintura y Rodrigo Juarranz, cuando accedí al mercado del arte.

–¿Qué es para usted pintar?

–Es vivir. En plan de broma a Marina le digo que si me metieran en la cárcel que me lleve unos papeles pequeños, al menos, para dibujar algo (risas). Para mí pintar es todo porque todo mi círculo de amigos y a mi compañera la conocí gracias a la pintura. Si vamos de viaje a alguna ciudad vamos a algún museo, si estoy en la playa de relax miro el atardecer para ver cómo evoluciona. La pintura es el eje de mi vida. Podría haber sido otro eje. Recuerdo que en la última visita de Antonio López a la ciudad una señora le pregunto que qué hubiera sido de no haber sido pintor y él le dijo que hubiera sido pintor, yo creo que podría haber sido cualquier otra cosa.

–Pero le dedica muchas a su profesión.

–Sí sí, le echo muchas horas y madrugo mucho. Puedo tomarme unos días para empaparme visualmente de acantilados, pero luego un domingo puedo estar mandado un email a la una de la madrugada para que se pueda ver a tiempo en Nueva York. Tienes que estar en muchos frentes a la vez. Lo primero para mí es la familia y luego viene todo lo demás.

–¿Qué proyectos tiene para los próximos meses?

–Muchos. En el otoño participaré en ferias en Estocolmo, en Estampa en Madrid, Amsterdam y Hamburgo. También tendré una exposición individual en la galería de Bea Villamarín en Gijón y participaré en una colectiva en París. En el mes de enero mi obra irá a una feria en Nueva York de la mano de una galería de Barcelona. En febrero estaré en Art Madrid y en marzo tendré una individual en Barcelona y en mayo otra individual en Amberes con una galería con la que empiezo a trabajar. He tenido que decir que no a algunos proyectos porque me gusta llevar bien preparadas cosas.

Siempre nos podemos reencontrar con nosotros mismos gracias al paisaje

–¿Dónde le gustaría exponer que todavía no lo ha hecho?

–Me gustaría exponer en Asia o en algún país árabe. Esos paisajes que pinto con cúpulas me recuerdan unos paisajes que no he vivido y que me gustaría visitar. Este trabajo me permite conocer gente y lugares muy interesantes. Pintar solo en el estudio es muy aburrido, te conviertes en una máquina y a mí me gusta ver cómo quedan mis obras y el contacto con la gente.

–¿Qué es lo más bonito que le ha brindado ese contacto?

–Una mujer mayor alemana que se puso a llorar delante de un cuadro. Le preguntamos y me dijo que le estaba recordando a su niñez y a sus padres. Fue muy emocionante. Fue una conexión total. Otra persona se puede llevar el recuerdo a casa, ver un paisaje y relacionarlo con mis cuadros, como me comunican de manera anónima a través de las redes sociales, donde soy muy activo. En las redes me gusta dar un espacio de sosiego, de serenidad, de calma y también ocurre en las ferias. Cuando la gente llega a mis cuadros se para que es lo mismo que nos ocurre cuando nos situamos ante un paisaje. Llevamos un ritmo acelerado y cuando vas por un camino te detienes unos minutos y observas. Siempre nos podemos reencontrar con nosotros mismos gracias al paisaje.

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