El antropólogo Pepe Calvo asumió la dirección del Etnográfico en 2016 con el reto de hacer mirar al futuro a un museo enclaustrado en el pasado, casi seis años después, hace recuento de los logros y retos pendientes desde entonces, de un tiempo que dice, ha pasado como un pestañeo.

–¿En qué dirección camina el Museo Etnográfico en la actualidad?

Tenía que enfrentarme a dos grandes retos, modificar la exposición permanente y abrir el museo más a la ciudad, lanzar esa idea de que lo etnográfico es todo lo que atañe al ser humano. El museo de Zamora es de corte romántico-folclórico, mira a una sociedad perdida, eminentemente rural, con nostalgia. Un botijo es etnográfico, pero el arte contemporáneo también, el punk.... También queríamos un museo que empezase a ser un poco más relevante a nivel local, regional y nacional, generamos el Festival Internacional de Documentales, que este año cumple su quinta edición, para no mirar solo nuestra propia cultura y mirarnos el ombligo todo el día sino ver que hay otras realidades.

–La transformación de la exposición permanente, ¿cómo será?

–En las cinco plantas solo te encuentras con dos textos de mujeres, la antropóloga leonesa Concha Casado. Hay un discurso bastante obsoleto que queremos renovar junto con la museología, pero lo primero ahora es meter voces femeninas. También incluir ecología de saberes para sumar pensamiento poético, literario, artístico o de otras culturas, aunque sean lejanas, pero que aportan mucho a lo que hay aquí. Otra cuestión necesaria para la reforma de la permanente es meter siglo XX. Ahora mismo quizás sea más importante meter una cabina de teléfono o el primer ordenador Macintosh, que nos lo donó La Opinión, que meter un carro. El siglo XX hay que representarlo porque ya los nativos digitales no conocen ese mundo.

–Entonces, ¿en algún momento podremos encontrar una consola en el Museo Etnográfico?

–Sí. Tenemos alguna consola ya, una de estas maquinitas súper básicas. Nos encantaría tener el primer juego electrónico de las salas de máquinas, el ping pong, que con diez miserables pixeles abrió el mercado de los videojuegos. Además, queremos pedir a la gente cesión y donación de piezas del siglo XX. Tenemos bastante juguete burgués antiguo del siglo XIX, un poco de juguete popular. También nos han donado una sudadera de la URSS del CCCP y otra de Franco con el águila, ambas piezas nos ayudan a hablar de lo que es el deporte, el entretenimiento, la proletarización del ocio, cosas que son súper interesantes.

De lo que más orgulloso estoy y que es el fruto del trabajo de todo el equipo es la agenda programática. Me parece que es reseñable lo mucho que estamos haciendo con bastante poco

–Usted es antropólogo, la perspectiva que aporta, ¿cómo afecta al Etnográfico?

–La humanidad se está enfrentando a muchos retos acuciantes pese a que no los queremos ver. Los que más me preocupan en el territorio en el que vivimos son el cambio climático y la despoblación. En este museo hay claves sobre eso, como el comportamiento colectivo o la capacidad de utilizar materiales endógenos adaptativos con el medio ambiente. Tenemos que generar cuatro grandes preguntas, qué tenemos que recuperar, qué preservar, qué se tiene que evitar y qué se tiene que incorporar a la sociedad y a la cultura. Yo creo que es en todo esto en lo que tenemos que estar metidos en este tipo de museo, la antropología ahí aporta mucho porque es una ciencia bastante crítica y muy interdisciplinar que bebe de muchas cosas. Creo que es una visión que le hace mucho favor a este tipo de museos, hay cierta apertura y cierta mirada.

–El uso sostenible de los recursos del museo implica una mayor creatividad, de qué proyectos está más orgulloso por haber conseguido desarrollarlos con lo que había, ¿están en línea con los objetivos de desarrollo sostenible?

Intentamos usar lo que hay, no seguir gastando en materiales, porque tenemos ese deber de tener cuidado con el medioambiente. Lo que me parece es que desde la cultura estamos empezando a sensibilizarnos, pero queda muchísimo. De lo que más orgulloso estoy y que es el fruto del trabajo de todo el equipo es la agenda programática. Me parece que es reseñable lo mucho que estamos haciendo con bastante poco. Exprimimos el presupuesto al máximo y sin la intención de precarizar a la gente que vive de la cultura. La agenda es para muchos públicos, bastante variada, con intereses diversos y con formatos que tienen cierta profundidad y crítica.

–Es verdad que el Etnográfico no para, ahora hay cinco exposiciones a la vez…

–Estamos en una ciudad que de momento no tiene centro cívico, ojalá se consiga levantar pronto. Las cajas de ahorro, que son las que tienen las infraestructuras, se derrumbaron… En Zamora hay bastante ganas de cultura, ganas de hacer cosas, un tercio de la agenda cultural del museo al cabo del año la hace la gente de Zamora, eso es muy bonito.

–La relación del Etnográfico con la comunidad, cómo es ¿ha conseguido sacar el museo de sus muros o acercar a las personas al museo?

Hemos conseguido atraer más a la gente que sacarla. Sí que tenemos presencia, se escucha ya el Museo Etnográfico por España y fuera. El Observatorio de la Cultura en España hace el ranking de museos estatal y regionales. El estatal está copado, el Festival de San Sebastián, ARCO, el Museo del Prado… Pero en el ranking regional este año hemos sido el único museo etnográfico antropológico del país que ha entrado, cuando lo vi me llevé una sorpresa tremenda, no sé cómo nos han metido ahí. Sí que están viendo desde Madrid y otros sitios lo que hacemos. Creo que en la ciudad siente que aquí pueden hacerse cositas, la gente tiene una relación muy familiar con el museo, hay mucha afluencia. Sí que creo que hemos conseguido que resuene fuera de nuestro territorio.

Estamos en una ciudad en la que no hay centro cívico pero sí muchas ganas de cultura. Un tercio de la agenda cultural del Museo al cabo del año la hace la gente de Zamora, eso es algo muy bonito

–Tenían muchas ganas de llevar el museo a nivel regional y nacional… pero esa semana han presentado un proyecto internacional con la exposición Termus, ¿le gustaría seguir la línea internacional?

–Hemos sido el primer museo regional de Castilla y León en conseguir una subvención europea, son proyectos a muy largo plazo desde que se diseñan hasta que se solicita la ayuda, la conceden, se ejecuta… bueno, ahora mismo estamos con este proyecto Termus junto al Museo de la Tierra de Miranda que internacionaliza el Etnográfico. Esperamos ejecutarlo bien, porque una vez que desde Europa ven que respondes se facilita el acceso a estas subvenciones o a socios, en vez de a dos bandas a tres o a cuatro. Queremos seguir por ahí, haciendo alianzas a nivel europeo, tenemos que utilizar todos los recursos que podamos de Europa por tema de despoblación, de pobreza, de zona periférica. Y bueno, el Festival Internacional de Documentales también se ha metido en el circuito, junto a una asociación de cine antropológico europea vamos a fundar a finales de septiembre en Lisboa la asociación del sur, nos han llamado para que estemos allí con gente de Grecia, Portugal, Italia… ahí estamos también metidos, así que poquito a poco. Son cositas pequeñas, pero te proyectas hacia afuera. No estamos todo el día mirándonos a nosotros mismos.

–De vuelta a Zamora, ¿el Etnográfico tiene el compromiso de proteger el patrimonio inmaterial que hay en los pueblos y que está en peligro de desaparecer por la despoblación?

–Para poder cumplir las funciones de preservación de cuestiones que están fuera del museo en la región más grande de Europa, la segunda en patrimonio cultural después de la Toscana, encima despoblándose… necesitaríamos muchísimos más recursos económicos y humanos. Hay mucha gente que nos pone muchos deberes, ¿cómo lo hacemos si estamos solo cuatro personas en el museo en departamentos unipersonales? Nos encantaría, pero es imposible con los recursos que tenemos, para que fuera posible esto tendría que estar dotado de muchas más personas. El Museo Valenciano de Etnología, que sí que hace funciones de este tipo, tiene 25 trabajadores especializados. Quiero decir, sería muy bonito hacer eso, pero estamos incapacitados. Me siento mal cuando la gente nos pone deberes y nos exige. Habría que hacer una labor de preservación, pero tendrían que hacerse tantas cosas desde tantos ámbitos en torno a la pérdida de cultura y población, que no sería una cuestión solo de que se encargara un museo etnográfico.

Pepe Calvo durante la entrevista. | A. B.

–El depósito, ¿algún proyecto en torno a él?

–El museo son siete plantas, el visitante ve cinco y luego hay dos de sótano llenas, hay 16.000 piezas, más o menos. En cuestiones de seguir nutriendo la colección tenemos el deber de seguir incluyendo siglo XX y meter más objetos de la zona oriental, Soria, Segovia, Burgos, Valladolid y Palencia que está un poco infrarrepresentada en la colección del museo.

–En el Anteproyecto de Ley del patrimonio cultural, la Junta ha dado mucho peso al voluntariado, desde el sector ha habido crítica, ¿qué opinión le merece?

–El tema de los voluntariados en este tipo de entidad y de institución estaría muy bien si estuvieran dotados de recursos humanos y se generase trabajo para la gente joven, a partir de ahí el voluntariado sería magnífico, no solo tenemos derecho al acceso a la cultura, sino a la participación en la cultura, y esta sería otra manera de participar de ella. Pero en un sector tan precarizado, donde se genera bastante poco empleo, sería un arma de doble filo. Si empezamos a generar contenido para los museos a través del voluntariado, pero no se genera trabajo… Yo soy muy esquivo con el voluntariado y más cuando la gente que viene por detrás de otras generaciones tiene un panorama muy crudo en lo laboral. Gente con gran talento, siempre se habla mucho de que tenemos que escuchar a la gente mayor, pero la gente joven viene con unos aportes brutales y eso hay que integrarlo, pero a nivel laboral. Tenemos modelos de museos en países vecinos a los que mirar, como el inglés, el francés, el holandés, con muchos recursos, plantillas plurales e intergeneracionales, que dan unos frutos totalmente distintos.

Queremos seguir haciendo alianzas a nivel europeo, internacionalizar el Museo, proyectarnos hacia afuera y no estar todo el día mirándonos a nosotros mismos

–¿Cree que se apoya a las industrias culturales desde la administración?

–Le preguntan a Nietzsche que para qué sirve el arte, pues para no morir de realidad. Encima en una etapa histórica en la que se nos ha planteado la cancelación de la historia, en lo que lo mejor es el liberalismo económico y parece que no hay otras posibilidades de realidad o modos de vida. Esas intuiciones de hacia dónde se puede ir vienen mucho de la industria cultural, del artista plástico, del audiovisual, del escénico. Solo por poder ser capaces de proponer otros modos de vida, solo por eso, a cualquiera que creamos que esto tiene que tener algún tipo de transformación, porque no es suficiente y es manifiestamente mejorable, imagina. Tenemos una visión de la industria cultura bastante elitista, muy decana, de muy poca periferia. Claro que tenemos que mirar y gozar con los cuadros de Velázquez y El Quijote, pero tenemos que generar una industria cultural, en mi opinión, que mire mucho más a las personas de periferia, a cosas no tan solemnes. Si a eso le añadimos que estamos en una etapa que muchos estudiosos de crítica cultural la denominan el capitalismo cultural o el capitalismo cognitivo, la cultura como dinamizador de consumo, de la proletarización del ocio... son miradas muy planas. Entre elitistas y capitalismo cognitivo yo creo que habría que darle una vuelta a todo esto.

–¿La pandemia ha hecho que se impliquen más en el formato digital?

–Generar más contenido digital, cuando los museos cerramos durante la pandemia y todo el mundo tuvo que irse a su casa nos metió un golpe de realidad. Ahora, si generamos mucho en consumo digital estamos perdiendo una de las principales funciones de los museos a mi parecer, volver a la reagrupación social, reflexionar juntos, hacer actividades juntos. Espacios de intimidad de tú a tú. Fernando Broncano, el filósofo salmantino dice que la intimidad no es aislamiento, sino la esfera en la que tienes una relación con otra persona cara a cara. Es muy importante que en los museos se estimule la reagrupación social.

–Desde 2016, ¿cómo resumiría estos años al frente del Museo Etnográfico de Castilla y León?

–Han sido cinco años que en realidad parece uno, un pestañeo, un suspiro. Además la cuestión temporal se ha acrecentado con el tema de la pandemia. Queremos hacer mil cosas, pero estamos en ese bucle de que queremos tirar del museo pero es el museo el que tira de nosotros, tiene su propio proyecto. Creo que hemos sido capaces de articular una programación variada y de abrir el museo bastante, pero es mucho carro. Ha sido un pestañeo.