Las dos "guerreras" zamoranas pioneras de la museología de España
Las zamoranas Felipa Niño y Ursicina Martínez, entre las cinco primeras mujeres que trabajaron en los museos arqueológicos de España
Pilar Fernández Vega, fue directora del Museo de Artes Decorativas y del Museo de América desde 1941 hasta 1965, Joaquina Eguaras, trabajó en el Museo Arqueológico de Granada toda su carrera, Concepción Blanco, dirigió el Museo Arqueológico de Cádiz, y las dos zamoranas Felipa Nieto Mas y Ursicina Martínez Gallego fueron las pioneras de la museología de España, cinco mujeres que ingresaron en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos antes de 1940 y desempeñaron su labor en museos durante un largo período de tiempo, según analiza la investigadora Ana Azor Lacasta en el artículo "Pioneras de la museología en España. Cinco mujeres que abrieron la puerta de los museos arqueológicos" publicado en la revista Arenal de la Universidad de Granada.
Todas ellas eran mujeres "muy inteligentes", no en vano las dos zamoranas lograron el Premio extraordinario de Fin de Carrera, que mayoritariamente estudiaron Filosofía y Letras y "provenían en su mayoría de familias de la burguesía, aunque más bien modesta", detalla la investigadora que también encuentra el nexo común de que en algún momento de su vida profesional todas se dedicaron a la docencia.
Felipa Nieto Mas
Felipa Nieto Mas, natural de Benavente, era hija de maestros y se educó en Madrid. Licenciada en Filosofía y Letras y doctora en Historia por la Universidad Central, tras aspirar a dar clase en Secundaria, finalmente en 1930 sacó la oposición al cuerpo de archiveros y trabajó en el Museo Arqueológico Nacional, MAN, hasta su jubilación.
Durante la Guerra Civil esta mujer "permaneció en el MAN (...) y fue testigo de la retirada de numerosas piezas de metales preciosos para su traslado a Valencia punto a otros bienes del Patrimonio Artístico Nacional", recoge Azor. Concluida la contienda y las tras el proceso de depuración en el que el episodio de las monedas "fue objeto de espacial atención" la zamorana siguió trabajando en el centro nacional.
Fruto de sus investigaciones y estudios tras formarse en esmaltes y tejidos medievales y modernos en los museos de Cluny y del Louvre, participó en numerosos congresos en los años 50 y 60, llegó a ser secretaria del MAN e incluso trabajó en Patrimonio Nacional. "Fue la primera mujer que comenzó a trabajar de manera profesional en las obras de arte con Enrique Lafuente Ferrari" agrega Ana Azor quien asegura que dentro de la profesión "es todo un referente".
De Ursicina Martínez Gallego, conocida por los zamoranos por ser la primera directora de la actual Biblioteca Pública, la investigadora subraya "su determinación por estudiar una carrera superior y por estudiar arqueología" lo que llama la atención al provenir de un pueblo pequeño, Santa Cristina de la Polvorosa, y ser huérfana de padre desde los once años.
La zamorana, licenciada en Filosofía y Letras por la central, tras sacar la oposición en 1931, pasó por el MAN, donde estuvo poco tiempo, para llegar a finales de ese año al Museo Arqueológico de León, ubicado en el antiguo convento de San Marcos, un centro que, a su llegada, tenía una situación "desoladora".
Martínez se centró en las labores de inventariado y catalogación y en mejorar las condiciones del museo "intentando por todos los medios dotar a la institución de una sede digna" en un edificio que compartía con la Escuela de Veterinaria y con la Comisión Provincial de Monumentos, una circunstancia que generó incidentes a tenor de las comunicaciones existentes con su superior.
Sin lugar a dudas el episodio más grave correspondió a la instalación en San Marcos en 1934, para controlar la revolución de Asturias, del Estado Mayor del Ejército y de dos regimientos de Infantería, cuyos soldados "con nocturnidad y alevosía dañaron algunas piezas del museo", unos hechos que conllevaron la apertura de expediente que se cerró sin consecuencias para Ursicina.
Respaldo de 150.000 pesetas
La constancia de Martínez Gallego le movió a presentarse, a principios del 36, ante el ministro de Instrucción Pública, Filiberto Villalobos, con una carta de recomendación del diputado en Cortes por León, lo que fructificó en la asignación de "150.000 pesetas para realizar las necesarias obras de ampliación del museo", un propósito que truncó el conflicto bélico, ya que San Marcos se convirtió en campo de prisioneros y ella pasó a trabajar en la Biblioteca Provincial de León, a impartir clases en el instituto Padre Isla y a organizar el servicio de lectura del soldado.
Pese a que le hubiera gustado regresar al museo, finalmente tomó posesión de un nuevo destino en la Biblioteca Pública de Zamora donde se jubiló. Ana Azor atestigua que "cuando he manejado la documentación he comprobado que intentó mejorar las condiciones del museo y en unas notas manuscritas facilitadas por la familia escribe que le hubiera gustado seguir en el Museo de León donde trabajó con mucho entusiasmo y con mucha ilusión".
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