Zamoranas con COVID persistente exigen que sea enfermedad laboral y equipos especializados

«El rechazo social nos impide normalizar la vida, nos condena al anonimato», denuncian mujeres con tratamiento aún crónico

Reunión de afectadas por el LongCovid con directivas de la Asociación de Bulimia y Anorexia en Zamora.

Reunión de afectadas por el LongCovid con directivas de la Asociación de Bulimia y Anorexia en Zamora. / JOSE LUIS FERNANDEZ

"Hablar de ello de nuevo es como si sintiera que me desgarraran por dentro". La frase de María (nombre ficticio) resulta lo suficientemente dura como para definir la cara más cruda del COVID-19. Esta zamorana es una de las personas que pasaron a engrosar ese 10% de la población infectado por el coronavirus durante el primer año de la pandemia e incapacitado, aún hoy, para seguir con su vida rutinaria y, por supuesto, su actividad laboral, una situación que todavía hoy les mantiene secuestradas en una vida que parece sacada de una película de ciencia ficción.

Estas personas que no logran superar el coronavirus son en su mayoría mujeres aquejadas, algunas, de serios trastornos de todo tipo: neurológicos, respiratorios, cardíacos, del sueño, cefaleas, migrañas, parálisis facial, pérdida de memoria y de audición, diarreas e incluso de síncopes. Todas esas dolencias acompañan aún hoy a María, de 41 años, "salvo los síncopes", puntualiza casi tres años después de haber entrado en ese laberinto de enfermedades "pegadas" a este virus.

"Por no mencionar solo lo negativo", declara, "puedes poner que los síntomas dermatológicos me han desaparecido y ya no se me cae el pelo, no he vuelto a tener herpes ni hongos", añade al reflexionar sobre la evolución de la enfermedad, aunque continúa teniendo mareos y desorientación durante días tras los episodios de migraña que padece.

"Vivo de milagro"

Esta sanitaria, que acabó en la UCI tras sufrir un síncope al inicio de padecer un COVID persistente del que todavía ni se conocía su existencia -"vivo de milagro", indicó en su día-, quiso hace dos años compartir junto a otras zamoranas con LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA el grave problema de salud al que se enfrenta todavía. Muchas de estas personas son sanitarias y sanitarios que se contagiaron a causa de su trabajo, por ello reclaman que se considera que padecen una enfermedad laboral.

Otra de las mujeres entrevistadas, Ana otra zamorana de 52 años, se infectó por acompañar a los primeros ancianos fallecidos en el centro en el que estaba empleada. "La carga vírica fue tan enorme" que terminó por atacar a su sistema inmunológico, seriamente perjudicado por la invasión del virus, otra característica común a esta enfermedad "derivada del coronavirus" y que caracteriza al COVID persistente o LongCovid.

La evolución de esos síntomas en este tiempo no ha sido el mismo para todos los casos, con tratamientos médicos crónicos que, por el momento, no podrán abandonar a la espera de avances científicos. La medicación, en el mejor de los casos, es de "tres pastillas diarias, al margen de los analgésicos" que se ven obligadas a tomar con demasiada frecuencia por las constantes cefaleas y los dolores musculares, de piernas, añade Ana.

Testimonios de mujeres diagnosticadas de COVID persistente

Testimonios de mujeres diagnosticadas de COVID persistente / JOSE LUIS FERNANDEZ

Buena parte de ellas se sienten "condenadas al anonimato por el rechazo social y del entorno laboral". Algunas lo han sufrido hasta que han optado por no mencionar su patología cuando se presentan a una entrevista para acceder a un empleo, y no porque sea peligroso estar a su lado, sino "para poder normalizar y recuperar nuestra vida", indica una de las entrevistadas, a la que llamaremos Isabel, de 45 años y residente en la capital.

El apellido de la enfermedad provocada por del coronavirus que tardaría meses en darse entre los facultativos las colocó en tierra de nadie. De hecho, el primer diagnóstico médico de Isabel fue "estrés laboral por mi trabajo vinculado al ámbito sanitario". No fue la única persona que sufrió porque nadie sabía nada del virus, "como no tenía neumonía no supieron realizar un diagnóstico certero" sobre tan diversas dolencias, explica. En febrero de 2021, emergió el colectivo de afectados por el COVID persistente en Zamora y Castilla y León, que algunos médicos negaban en los inicios, y en junio de ese año la Consejería de Sanidad de la Junta ponía en marcha un programa de atención integral.

Sin equipos especializados, pero con médicos con empatía

Los equipos especializados, multidisciplinares, continúan siendo una reivindicación para la Asociación LongCovid. Las afecciones multiorgánicas que mantuvieron desorientados a los médicos en un primer momento se han puesto en manos de los neurólogos e internistas en el Complejo Asistencial de Zamora.

En ese tiempo, Isabel "tenía de todo: dolor, fatiga, taquicardias, era una barbaridad, me salían ronchones, el tratamiento era cada día probar con una medicina", explica, "eternamente agradecida" al jefe de neurología del Complejo Asistencial de Zamora, Juan José Ruiz Ezquerro, "encantador, con una empatía, maravilloso, super dulce. Todo lo que diga de él es poco, profesional, nunca había tenido un médico así". Este especialista fue quien "me diagnosticó una enfermedad autoinmune provocada por el COVID después de muchas pruebas", puntualiza.

Fue quien le derivó al jefe de medicina interna, Luis Miguel Palomar Rodríguez, también del Virgen de la Concha, "me ha cogido de su mano en 2021 y me ha llevado para arriba con un tratamiento y un seguimiento, no ha tirado la toalla conmigo". El avance ha sido importante desde el punto de vista clínico y, por tanto, para mejorar la vida de esta mujer que ha pasado cuatro veces el coronavirus, "las últimas veces ya como si fuera un fuerte catarro".

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Otra de las afectadas, Beatriz, de 51 años, es la que menos síntomas sufre en la actualidad de estas mujeres que han compartido sus vivencias, ofrecido su testimonio tras estos dos años de COVID persistente, "estoy bien ahora". Sin embargo, hace especial hincapié en la parte emocional, "de la que no nos estamos preocupando, centrados en no contagiarnos". Bajo su punto de vista "estamos todos fatal psicológicamente y esta cuestión no se aborda por la reticencia de la gente a acudir a terapia, sigue costando dar ese paso y decir que se necesita ayuda".

Durante un año, esta mujer activa y con trabajo desde joven "no podía subir las escaleras o una cuesta, era todo un reto". Incide en las consecuencias que el COVID ha tenido para las mujeres de entre 40 y 50 años, que han sufrido bastantes secuelas, especialmente ginecológicas. Beatriz estuvo medicada y tuvo pérdida de masa muscular, fue derivada a la consulta de COVID persistente, atendida por "una médico encantadora y en pocos meses remonté físicamente»". Después llegó el mazazo psicológico, "el bajón, pensé que era una cuestión hormonal, de la medicación", pero la conclusión fue que lo vivido le había dejado una profunda huella emocional.

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