Opinión | EL TRASLUZ

Un alivio

Una persona viendo la televisión.

Una persona viendo la televisión. / SHUTTERSTOCK

Mi vecino tiene un canario y una hija de 8 años que cree que el pájaro le lee el pensamiento. Está tan convencida de ello que procura no pensar cuando se encuentra cerca de la jaula.

    -¿Y cómo lo haces? -le pregunto.

    -Quedándome en blanco -asegura.

    Mis vecinos son jóvenes y nos dejan de vez en cuando a la cría para ir al teatro o a cenar. El mes pasado me preguntó si, cuando una mujer embarazada se tiñe el pelo de rojo, el bebé nace también con el pelo de ese color. Le dije que no y volví al asunto del canario, que me obsesionaba un poco:

    -¿Por qué sabes que te lee el pensamiento?

     -Eso se nota.

     -¿En qué se nota?

    -En muchas cosas, pero sobre todo en el modo de mirarte. A mí no me mira como a los demás. Además, cuando pienso algo malo se pone a piar como loco para chivarse a mis padres, que no le entienden. Para que se calle, lo dejan a oscuras tapando la jaula con un trapo. Entonces se calla, pero sigue leyéndome las ideas. Cuando estoy en mi habitación y él está en cocina, no. No llega.

     Unos días después de esta plática, el matrimonio y la niña se fueron de fin de semana a la costa y nos dejaron el canario, para que se lo cuidásemos. Lo instalamos en el salón. Al cuarto de hora de permanecer cerca de él, no sé si por sugestión o qué, me dio por pensar que me leía a mí también el pensamiento y empecé a mirarlo con desconfianza. Él me devolvió la mirada con un solo ojo, como desafiándome, y no se la pude aguantar. Cuando me rendí, cantó en un tono que me parecía de superioridad.

    -Me gusta mucho cuando pía de ese modo -dijo mi mujer.

    Estábamos viendo una película por la tele, pero a mí la sola idea de que el pájaro pudiera leer mis pensamientos me obligó pensar mal. Quiero decir que solo acudían ideas infernales a mi cabeza, ideas horrorosas, perversas, ideas inicuas, no podía dejar de imaginar cosas horribles. Y entonces el canario se puso a gritar, literalmente, más que a piar, como queriendo contárselo todo a mi mujer. Le tuve que poner un trapo por encima y fue un alivio cuando lo recogieron el domingo por la noche