Opinión | Sin cilicio

El amor en tiempos corruptos

La bella Ayuso siempre tuvo una necesidad de áticos y sobre áticos

Díaz Ayuso, junto a su pareja

Díaz Ayuso, junto a su pareja / EUROPA PRESS

Con la autoridad moral que me da el haber visto (creo) todos los capítulos de las siete ediciones de "La Isla de las Tentaciones" ("cambiar prestigio por placer es un placer", que diría Confucio Molina) voy a analizar el caso Ayuso desde el punto de vista amoroso (nada que ver con la corrupción, o sea que esto lo pueden leer también sus fans para su solaz y disfrute).

En la Isla de las Tentaciones, cuando él o ella caen en una (o sea, follan con otra u otro) se sienten obligados: a disculparse (los que pecaron) y a acusar (quienes se vieron con cuernos).

Las acusaciones que suelen usarse son: "me has faltado al respeto", "si amas de verdad no hay tentación que valga", "qué va a decir mi familia, porque esto lo ha visto toda España", etc.

Mientras que quien pecó suele disculparse con ideas tanto o más peregrinas como: "es que hubo conexión, no como lo tuyo que solo fue echar un polvo", "es que cuando vi que te estabas liando decidí dejarme llevar", "es que pase que te metieras en la cama con otra persona pero que dijeras que tengo defectos", etc.

El mismo Confucio Molina aconseja: "Dios te está viendo, no le aburras", porque en efecto, Dios, si creó el orgasmo y luego lo prohibió o lo restringió a actos de amor puro y sincero, es evidente que está jugando con nosotros (o sea, que es de cajón que somos el juguete de alguien, sea Dios o la cultura represiva).

En este orden de cosas la llamada Isabel Díaz Ayuso (a la sazón presidenta mayoritaria de la Comunidad de Madrid) que según propia confesión es "judeocristiana y amante de la libertad" (como si fueran cosas compatibles) ha querido compaginar su acto de servicio a España con la felicidad personal (nada que no hagan el resto de los mortales, aunque sean políticos).

La bella Ayuso, que siempre tuvo una necesidad de áticos y sobre áticos (recuerden que durante la pandemia apareció viviendo en la suite de un hotel con esas características) descubre que a los encantos ya narrados de Amador hay que sumar que éste tiene un súpercasoplón en el Madrid más chulo (un pisoplón, propio, y encima de él, un aticoplón, alquilado)

Encontrándonos con que sus éxitos en política no estaban en consonancia con sus éxitos en el amor (basado éste y todos los datos que siguen, en informes periodísticos no tendenciosos).

Y así vemos que, tras un fracaso amoroso con al menos un exnovio, ocurre que su hermano (el de los casi 300.000 euros recibidos por hacer de comisionista entre una empresa y la comunidad de su hermana) le presenta a comienzos del 2021 a un técnico sanitario (con ánimo de que ella sea feliz).

Las malas lenguas (no es mi caso) pueden pensar que el hermano (que ya había hecho de comisionista) le presentara (según Jiménez Losantos) a un sujeto que era mejor comisionista que él mismo (sí porque Amador, que así se llama el caballero, en comisiones se llevó dos millones, no confundir con los 350.000 euros que encima le trató de estafar a Hacienda, o sea a todos).

Pero en mi humilde opinión nada de eso entró en juego en lo que sin duda fue un flechazo: el tío es guapo, tiene buena planta y había demostrado su fertilidad con su anterior esposa (con la que tuvo tres hijos). Siendo este dato no baladí (forma cursi de decir "no desdeñable") pues parece que Isabel quiere ser madre, bien sea por instinto o por repoblar España o por ambas cosas a la vez (de hecho enseguida quedó embarazada de Amador).

Sostiene Agustín García Calvo (nuestro zamorano más inteligente) que de la misma manera que cuando el macho compraba a su futura esposa resultaba que la pareja "quedaba equilibrada" (es decir que si el macho se valoraba, según su autoestima, como un 7 en la categoría social, su pareja también debería valer 7: pues no podría comprar algo más caro, y tampoco querría tener algo peor que lo que así mismo se valorara) pues bien, dice AGC, que aún ahora los enamoramientos respetan esa ley (y fíjense ustedes entre sus conocidos como ocurre así: en las parejas, él y ella "parecen valer socialmente" lo mismo).

Pues bien, la bella Ayuso, que siempre tuvo una necesidad de áticos y sobre áticos (recuerden que durante la pandemia apareció viviendo en la suite de un hotel con esas características) descubre que a los encantos ya narrados de Amador hay que sumar que éste tiene un súpercasoplón en el Madrid más chulo (un pisoplón, propio, y encima de él, un aticoplón, alquilado).

¿Se puede pedir más? Sí. Porque la misma Isabel había dicho estar harta de vivir de alquiler (según reiterada y lacrimógena afirmación). Con lo que con éste casoplón encontró la solución.

Así las cosas, si aparece alguien que colma todos tus sueños…¿Quién no se enamora?

Llegados aquí surgen dos hipótesis. Una: como en la cama se hacen todo tipo de confesiones (¡ay! el orgasmo ¿Por qué no lo utilizarán más los torturadores en vez de arrancar las uñas?) él, a las primeras de cambio, le cuenta porqué, siendo técnico sanitario (que suelen cobrar, según Google, 20.000 euros al año) tiene un Maserati (un coche muy bueno y chulo). Es decir le confiesa que es un pillín. Confesión que acrecentó su amor (el de ella por él) pues sabido es que a las mujeres les gustan malotes.

Esta explicación de los acontecimientos, siendo verosímil, no la comparto, pues la hubiera convertido en cómplice, cuando ella es incapaz de romper un plato y menos de mentir (según dice).

¿Pero entonces cual es la hipótesis que mejor explica lo ocurrido?

La de que el amor es ciego. Porque en esta historia tenemos: por un lado a ella, loca perdida por él (véanse sus imágenes en común) y a él, que como buen hombre que es, es igual que todos los hombres (lo de que "todos los hombres son iguales" lo saben hasta las monjas de clausura).

Ocurriendo pues y en consecuencia, lo lógico, que él, como todo hombre que se precie, le mintió. Con lo que así cuando surge el escándalo y ella le dice "¿Y esto qué es?". Él para no perder su amor le vuelve a mentir: "Que va, si son ellos, los de Hacienda, quienes me deben a mí 600.000 mil euros". Y ella enamorada hasta el catre, le cree a pies juntillas, y luego le defiende enarbolando las mentiras de él. Con lo cual, aunque ella no dice la verdad, no está mintiendo. O sea, la culpa es del amor, como siempre. Así que pelillos al MAR.

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