Opinión | Buena jera

Malos tiempos para la lírica

La crispación no solo se da en las alturas, sino también a ras de suelo

Puigdemont concurrirá a las elecciones del 12M para lograr su "restitución" como president

Puigdemont concurrirá a las elecciones del 12M para lograr su "restitución" como president / Enric Fontcuberta

No baja el nivel de agresividad verbal de nuestros representantes públicos. Como si no tuvieran otra cosa que hacer, se pasan el día lanzándose diatribas, contestando con fiereza verbal a lo que ha dicho (con igual tono) un rival, ya convertido en enemigo, y provocando otro aluvión de declaraciones que motivan un alud de respuestas, contracríticas y así hasta el infinito. O eso nos tememos, porque parece que no hay marcha atrás, que todo es empeorable. Me he acordado de aquel escritor italiano que decía: "Tranquilos, lo mejor ya ha pasado". Nos queda la esperanza de que, metidos en Semana Santa, se calmen, aunque sea un poquito, las aguas y las minivacaciones actúen como sedante de los políticos y altos cargos; pero también de los ciudadanos. Escribo esto último ya que me da la impresión de que la crispación no solo se da en las alturas, sino también a ras de suelo. Y esa división, ese encanallamiento, es peligrosísimo. No hace falta más que repasar la historia.

Con los dos principales partidos políticos de España tirándose los trastos a la cabeza y sin síntomas de acercamiento, reaparece Puigdemont en plan estrella, como el nuevo Moisés que va a llevar a su pueblo a la Tierra Prometida

Este clima de perpetua tensión y esta palabrería de golpes bajos y del "y tú más" hace que, desgraciadamente, estemos relegando informaciones de un fuerte calado y de gran proyección para el futuro de las gentes. El mismo día que radios y teles nos bombardeaban con las amenazas y exabruptos de Miguel Ángel Rodríguez y con palabras infumables de Óscar Puente, los informativos nos contaban, aunque nunca como primera noticia, el éxito de un trasplante de riñón de un cerdo a un hombre. El paciente, casi restablecido, paseaba tranquilamente por el hospital de Boston (Estados Unidos) donde tuvo lugar la operación mientras declaraba que había aceptado el trasplante no solamente por él, por su salud, sino por el avance que podía suponer para toda la humanidad. Iba conduciendo y solté un "olé". ¡Qué contraste! La miseria verbal frente a la esperanza de futuro. Las palabras ramplonas y pedestres frente a un acto de gran trascendencia positiva. Un ahora bronco y oscuro frente a un mañana más luminoso. El ex coordinador de Trasplantes de España afirmó que lo sucedido en Boston supone un antes y un después en el mundo de los trasplantes e, incluso, de la Medicina. Sin embargo, ese día y los siguientes, los medios de comunicación españoles le dedicaron más espacio e importancia a los cruces de acusaciones entre gobierno y oposición que al citado, y vital, avance de la Ciencia. Así es la vida y la sociedad que estamos creando.

Y a todo esto, con los dos principales partidos políticos de España tirándose los trastos a la cabeza y sin síntomas de acercamiento, reaparece Puigdemont en plan estrella, como el nuevo Moisés que va a llevar a su pueblo a la Tierra Prometida. Y reaparece lanzando órdagos a la grande, a la chica, a pares y a juego. Sin encomendarse a lo que pueda ocurrir con la Ley de Amnistía, pendiente de muchas cosas, asegura que volverá a España (aunque él nunca dice España) para la sesión de investidura. ¿La suya? Difícil. Las encuestas le otorgan a su partido el tercer puesto y ERC, el otro grupo independentista, ya le ha dicho que de listas comunes "res de res", o sea nada de nada. Así que al señor Puigdemont se le pone muy complicado volver a ser el molt honorable de la Generalitat. Claro que no falta quien cree que lo de presentarse a los comicios catalanes es provisional y para relanzar a su partido, pero que en junio, se presentará a las europeas para garantizarse la inmunidad parlamentaria. Veremos.

Lo de Puigdemont se ha convertido en otro motivo de fricción entre Sánchez, Feijóo y sus respectivas mesnadas. Éramos pocos y… Ya tienen más motivos para seguir enfrentados a golpes de descalificación mientras van de procesión, esquían o toman el sol en la playa. Esperemos que, además de descansar, se den golpes de pecho y reflexionen. Ellos mismos. Y ustedes que lo vean. Lo necesitamos todos por el bien del país y de nuestra salud mental. Por ahora, malos tiempos para la lírica.

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