Opinión | Buena jera

Comisiones, mordidas, corruptelas…

¿Hasta dónde va a llegar esta endemoniada y sucia escalada del "Y tú más"?

La presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

La presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. / EFE

Nuestros próceres, y aspirantes a tal honor, tendrían que aprovechar el parón de la próxima e inminente Semana Santa para detener su actual e infernal ritmo de agresividad y broncas, reflexionar y, como recomendaba el catecismo del padre Gaspar Astete, hacer propósito de la enmienda y, claro, cumplirlo, no reducirlo a mera palabrería. La ciudadanía se lo agradecería, y mucho, especialmente porque la situación política ha alcanzado tal grado de encanallamiento que no pasa día sin que unos y otros se tiren los trastos a la cabeza y den la impresión de que solo les interesan las batallas entre ellos y no buscar lo mejor para la gente.

El personal empieza a pensar que la Política (un arte noble venido ahora a menos) es cosa de élites que se protegen a sí mismas sin reparar en que su labor tendría que estar enfocada a lo público, al bien común y no a "guerras de señoritos" cuya único y exclusivo fin parece ser alcanzar el Poder y permanecer en él hasta que las ranas críen pelo. Lo curioso, aunque no tanto, es que esta es la acusación que se lanzan unos y otros sin ver la viga en el ojo propio y sí la paja en el ajeno. Desde el PP insisten en que Pedro Sánchez pacta con los independentistas y con quien haga falta con tal de permanecer en La Moncloa sin reparar, ¿o sí?, en que ellos han pactado con Vox en Castilla y León, Extremadura, Aragón, etcétera precisamente para lo mismo, para alcanzar y mantener el Poder. En el PSOE censuran estos acuerdos y defienden los suyos. Y ambas partes consideran que la razón, ¡ay, la razón!, está de su parte y, por tanto, su estrategia y sus decisiones son las válidas.

Estos planteamientos, vigentes, casi, desde que el mundo es mundo, se han agudizado en España hasta extremos insoportables. Tenemos aquí muchos y graves problemas, pero en la semana que ahora finaliza él mayor protagonismo se lo han llevado el novio y el hermano de Ayuso, Koldo, Ábalos, la mujer de Pedro Sánchez y Francine Armengol, pero ésta no por su labor como presidenta del Congreso, sino por un asunto de mascarillas contra el covid cuando dirigía el gobierno de Baleares. ¿Alguien ha reconocido alguna responsabilidad en estos líos? No. Todo han sido desmentidos, excusas, cortas y malas explicaciones. Y llevar el asunto a la judicatura, es decir acudir a los tribunales, donde se repite la historia: denuncias al contrario y críticas a la actuación de tal o cual juez o de un tribunal. (En esto también hay diferencias notables de criterio respecto a la independencia del poder judicial, como dejó apuntado aquel inolvidable asesor de Alfonso Fernández Mañueco llamado Nacho Cosidó). Y cada protagonistas ha sido respaldado, ¡faltaría más!, por su grupo en todos de los pasos que ha dado. Mantenella y no enmendalla, como debe ser.

Son numerosísimos los políticos que suelen repetir ese mantra de "dejemos trabajar a la Justicia". Pero no lo hacen. O eso parece. Aplauden cuando la Justicia (así, en abstracto) les favorece. En caso contrario, ya veremos. Además, las supuestas (o reales) presiones pueden proceder también de la catarata de declaraciones públicas a las que asistimos casi minuto a minuto. ¿No podían estar calladitos un rato? Se ve que no, que es imprescindible hablar y hablar sobre cualquier cuestión en los innumerables desayunos, comidas, cenas, inauguraciones y demás que se producen a diario, especialmente en Madrid que tendría que habilitar un lugar como "declaraciómetro nacional". O mejor, y si se trata de descentralizar y potenciar la España vacía, que lo traigan aquí, a Zamora. Sería un puntazo.

El caso es que me temo que, con tanto ruido y tanta polvareda, me temo que nos vamos a quedar sin saber la verdad de los negocietes del novio de Ayuso, de las mordidas de Koldo y su posible repercusión en el Zamora CF y de esa divulgada relación entre la esposa de Pedro Sánchez y la compañía aérea de Juan José Hidalgo, el Pepe Halcón salmantino. Un experto en Derecho Mercantil me contaba hace días que esa denuncia tenía muy poco recorrido, pero que la cónyuge del presidente del Gobierno no tendría que estar ahí.

Así las cosas, creo que no estorba recomendar un relax tranquilito en Semana Santa. A los políticos y a la sociedad. Estamos demasiado crispados y agresivos. Se nota. Y yo también estoy sorprendido por la cantidad de corruptelas, mascarillas mediante, que se van sabiendo. ¿Somos especiales los españoles en este terreno? Es posible. Quizás sea un gen raro. Tendremos que hacérnoslo mirar.

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