Lástima que no cundiera su ejemplo…

Algo tan sencillo de aprender es lo que más se les atraganta a quienes ocupan cargos públicos

La presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, junto al exiministro de Transportes y diputado del PSOE, José Luis Ábalos.

La presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, junto al exiministro de Transportes y diputado del PSOE, José Luis Ábalos. / EFE

Manuel Antón

Manuel Antón

No hay nada que pueda delatar más a un presunto sospechoso que los argumentos que quien es acusado pueda llegar a esgrimir en público para tratar de defenderse. Y si los que utiliza pasan por el «y tú más», pues peor para él porque estará confirmando la condición que se le atribuye.

Algo tan sencillo de aprender es lo que más se les atraganta a quienes ocupan cargos públicos y a la vez algún que otro sillón en el Congreso o en el Senado; digo yo que será por el temor que tienen a poderlos perder.

En la última sesión de control al Gobierno, que tuvo lugar en el Congreso el pasado miércoles, día 28 de febrero, fue esperpéntico el espectáculo que dieron los que por defender a su jefe, una vez más, demostraron que están dispuestos a perder su dignidad. Mención especial para el jefe, por lo aleccionados que los tiene.

Por desgracia para este nuestro querido país, ni el PP ni el PSOE, que hoy por hoy siguen siendo los dos únicos partidos con posibilidades de gobernar España, pueden alardear de tener una hoja de servicios impoluta. Solo hace falta echar un vistazo a las hemerotecas, para encontrar todo tipo de información sobre los innumerables casos de corrupción que protagonizaron en su día algunos de los más altos dirigentes de las dos formaciones políticas que, aun así y todo, siguen rivalizando por el poder. Del resto de formaciones, de momento, mejor no hablar; solo decir que «el que esté libre de culpa, que tire la primera piedra»… Y, de repente, todos se miraron entre si y ninguno lanzó piedra alguna.

Sin ser muy exhaustivos en la búsqueda, a poco que indaguemos podremos encontrar un sinfín de casos de corrupción, unos más sonados que otros, cuyos máximos cabecillas y/o colaboradores necesarios fueron altos dirigentes de los partidos que hasta ahora han ostentado poder.

Dicho lo dicho, y aunque a uno ya nada le pueda sorprender, no deja de ser lamentable la bajeza con que se emplearon algunos de nuestros representantes políticos, el pasado miércoles, cuando de defenderse de las acusaciones que estaban saliendo a la luz se trató.

Si hace ya unos años todos fuimos testigos de los gestos involuntarios que le salían a Rajoy en su tez cuando trataba de defenderse de las acusaciones de Pedro Sánchez, últimamente ya nadie puede creer a Sánchez cuando tras ser recriminado por Feijóo, por mentirnos tanto, trata de defenderse atacando y al hacerlo no puede evitar que sus mandíbulas se contraigan y le delaten. ¡Qué triste espectáculo el que nos está dando un día sí y otro también nuestro actual presidente! A juicio de un servidor, ha dejado al señor Rajoy en un olvido, diría que, hasta merecido.

Si tiempo atrás ya nos quiso hacer tragar (y algunos tragaron), con aquello de que la eliminación del delito de sedición y la rebaja del de malversación eran medidas convenientes para el restablecimiento de la convivencia en Cataluña, más recientemente nos ha querido hacer tragar con que lo de la ley de amnistía es una medida del todo constitucional y muy acertada… Ahora, cuando a raíz del denominado «caso Koldo» están siendo aireadas multitud de informaciones que hacen pensar que todo está entrelazado y obedece a una trama corrupta de dimensiones hoy por hoy incalculables, el ínclito presidente va y se despacha hablando de un caso de corrupción que, dice, atañe a la presidenta de la Comunidad de Madrid, cuando, y lo sabe, dicho caso ya fue investigado por la justicia española, y por la europea y ambas decidieron el archivo de las actuaciones porque no había tal caso… Y el señor Sánchez, evidentemente, para intentar desviar la atención, sigue erre que erre metiéndose con la señora Ayuso… para dar pie a que ésta le repita que… «me gusta la fruta».

Estimados lectores, sigan atentos a los informativos, que están que arden.

Servidor prefiere recordar que hubo un tiempo en que un ilustre zamorano, de nombre Demetrio y apellido Madrid, dio un ejemplo que la mayoría de los que han llegado tan alto o más de lo que llegó él no han sabido seguir.

Porque nunca es tarde si la dicha es buena, mis respetos y mi más sincera admiración, paisano.

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