Un año más

Lo que se va imponiendo son las ganas de divertirse, aunque solo sea a base de gastar y gastar, y también de agradar

OPINIÓN

OPINIÓN

Manuel Antón

Manuel Antón

Estas Navidades pasadas, además de lo de siempre –rencuentros con las personas a las que solo ves en tales fechas, y regalos y comidas a mogollón– han sido más moviditas de lo habitual porque, al cambiar impresiones con los amigos o familiares con los que te sueles reunir para comer o cenar, sin poderlo evitar, han surgido fricciones con aquellos que, por ejemplo, ya dejan entrar en sus casas a Papá Noel, o con los que piensan que Pedro Sánchez no es tan malo ni tan perverso como servidor, dicen algunos, se ha empeñado en "dibujar".

Lo de dejar entrar en las casas a Papá Noel, cuando en este país a los que siempre se dejó entrar sin poner ningún tipo de objeción fue a los Reyes Magos, viene a cuento porque, lo de tener que regalar por Navidad, cuando lo de siempre fue regalar en Reyes, es algo que, como el Halloween, se ha ido implantando aquí porque así lo han querido los que viven de vender, y también, por qué no decirlo, los que, sea cual sea el pretexto, son proclives a comprar y comprar, sin más.

Lo tradicional, lo que era de aquí, era celebrar en familia la Nochebuena y la Navidad, pasarse un poquito más en la comida y sobre todo en la bebida en Nochevieja, y escribir la carta a los magos de Oriente para que estos, en función de cómo nos hubiéramos portado durante el año, nos premiaran, o no, dejándonos en el salón de casa lo que les habíamos pedido, o solo carbón, para hacernos reflexionar.

Actualmente, por esa manía que tenemos de importar todo lo que "reluce", sobre todo en los EE UU., lo de ver colgando de los balcones a Papá Noel, o tener que colocar un montón de paquetitos al pie del arbolito de Navidad, porque lo que toca es regalar, es ya casi tan natural como ver a los Reyes Magos en todos los lugares de la Tierra, a las mismas horas, la noche del día 5 de enero, porque, como ya sabíamos todos, tienen el don de la ubicuidad, y es por eso que nadie se cuestiona como lo pueden lograr.

Guantes para unos, bufanda o pañuelito para los otros, colonias o perfumes de todo tipo para los que nunca queremos olvidar, algunos libros para los menos pedigüeños y juguetitos de todos los colores para los que más ilusionados suelen estar, es la tónica general, a pesar de que todos tienen de todo, pero no tienen de na, porque no saben lo que es un buen balón de reglamento, pues allá donde viven no pueden salir a la calle ni para poder al futbol jugar. ¡Ay, qué tiempos aquellos en que el balón de reglamento era uno de los regalos estrella en las fechas que acaban de pasar!

Estas Navidades, los tamagotchis, los funkos, o las muñecas "Trotties", según he podido saber, han sido los regalos que más han pedido los peques a los Reyes Magos. Discúlpenme si les digo que tengo que evolucionar porque, lo confieso, no sé lo que son ninguno de los tres.

Y así seguiremos escribiendo la historia año tras año, sin poder volver atrás, porque lo que se va imponiendo son las ganas de divertirse, aunque solo sea a base de gastar y gastar, y también de agradar, que tampoco está mal. Y si la cuesta de enero se empina un poco más de lo normal, pues no hay problema, se pasa un poquito de hambre, y a correr, que todo se puede arreglar.

Mas, como les apunté al principio, lo que a servidor no le han faltado en estas fechas que acabamos de dejar atrás, han sido los detractores, es decir, esos amigos o familiares que, por haberme leído alguna vez y no estar del todo de acuerdo con lo que escribo, han aprovechado la ocasión para tratar de convencerme de que vivimos en una democracia plena que goza de una salud excepcional. Si, ya, les he replicado.

Estando como están las cosas, lo menos que se puede esperar si se habla de política en cualquier reunión amistosa o familiar, es que se monte un cirio del copón y que la comida se nos pueda atragantar

Y porque han sido más los que, opinando como yo, me han dicho: "sigue escribiendo y denunciando cuanto puedas denunciar", debo decirles que, a los que han querido convencerme de que, en España, quienes gobiernan respetan la Constitución, les he dicho que "sí", que es constitucional el manejo que quienes ostentan el poder ejecutivo están haciendo del legislativo y quieren hacer del judicial.

A los más recalcitrantes les pregunté si creían que es constitucional que el Gobierno esté legislando al dictado de los que han delinquido, única y exclusivamente para intercambiarse favores con ellos: el favor de darles impunidad a cambio de votos. Muy edificante y ejemplar, sin duda, aunque a mí me parezca una barbaridad.

Les pregunté también, si creían que es loable el empeño que está poniendo el Gobierno en amordazar al Tribunal Constitucional, para que cuando tenga que manifestarse acerca de la ley de amnistía, que por cierto, la mayoría de los juristas de prestigio que no ocupan cargos políticos consideran inconstitucional, puedan hacerlo en "libertad", es decir, pudiendo decir digo donde tiempo atrás habían dicho diego, y sin que a ninguno se le caiga la cara de vergüenza. Es lo que tiene el poder, que hasta a algunos magistrados se les puede "comprar".

Y, por supuesto, les pregunté qué opinaban acerca del señor que nos está gobernando, de sus cambios de opinión, de su impostura, de su hipocresía, de su desfachatez, de su maquiavelismo enrevesado… y hasta aquí pude llegar porque, entre los que me daban la razón y los que me la querían quitar, se montó la marimorena y quien les habla, intentando poner orden, no lo pudo soportar.

Estando como están las cosas, lo menos que se puede esperar si se habla de política en cualquier reunión amistosa o familiar, es que se monte un cirio del copón y que la comida se nos pueda atragantar.

¡Que Dios reparta suerte, porque España la va a necesitar!

A ver cómo estamos dentro de un año…

Espero que no sea yo el que tenga que reconocer que estaba equivocado.

Ustedes dirán…

¡País!

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